LA CASA DE RESFA
Poemas de la vida
ELENA LA BOQUECHUPO
Todos me buscaban para que me tragara su semen.
Yo era gorda y fea.
De mí se reían con burlas y bromas.
Nadie sabía que yo sufría,
ni que odiaba mi imagen en el espejo.
Por eso cada noche me suicidaba poco a poco
con mezcla de pastillas y alcohol,
hasta la madrugada en que encontraron mi cadáver.
Con mi boca de mamona le había dado la vuelta a la
muerte.
DOÑA RESFA
Pasé por el mismo camino
por donde tuvieron que pasar
las muchachas del negocio,
hasta que llegué a Bandera
Roja,
la cantina de Manuel Villa en Envigado,
quien no tardó en hacerme su mujer,
y me enseñó los secretos del negocio.
Cuando nos separamos,
él mismo me prestó el dinero y las mujeres,
y monté el negocio en el centro.
Después nos pasamos al callejón de Inextra,
a los pies de El Poblado (el barrio de los ricos),
aunque debo anotar que la famosa casa de Marta Pintuco
primero fue mía.
Alicia y Rocío,
mis hijas mellizas,
me remplazaron años después.
Poco antes de morir supe
que habían escrito sobre mi vida
en una Historia de la prostitución en Antioquia.
Pero no tuvieron la agudeza de escribir
que esta ciudad me debe más que a cualquier político
mojigato,
cuya estatua cagan las palomas
en algún rincón de Medellín.
Porque si los artistas venden emociones abstractas,
las prostitutas brindan fantasías
que alegran el desolado corazón de los hombres.
Por eso reclamo para mi tumba de rosado mármol
el epitafio digno de una célebre meretriz:
Verdadera madre, amiga, confidente, refugio de
pecadores.
LA BOGOTANA
Mi hijo Jorge nació en la casa de Resfa,
pero se crió y se levantó con su padre,
hasta hacerse ministro
de la iglesia evangélica.
Me emocionó mucho en su primer sermón,
citando a Cristo sobre María Magdalena
y los lapidadores, cuando dijo:
“El que esté libre de culpa
que arroje la primera piedra”.
En el negocio de la vida aprendí
que no hay nadie en el mundo
libre de culpa.
La primera piedra es siempre la del más hipócrita.
FANNY
Vine a la casa de Resfa
después de haber sido mujer de Wilfredo,
un comerciante rico,
al que acribillaron a tiros en El Poblado.
En el negocio me enamoré de Darío,
el hijo menor de la patrona.
Cuando nació nuestra hija era blanca y pecosa,
siendo él bastante trigueño.
Dijeron que no era su hija,
y eso era cierto.
Termina siendo verdad
la mentira que se repite
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