LA CASA DE RESFA
Poemas de la vida
EL GATO
Miau, miau...
Era el gato manchado de la casa
que abultaba y escurría su lomo elástico
por entre las columnas, sillas y mesas de la sala,
desde donde miraba, con sus ojos salpicados de
destellos de oro.
Las muchachas le acariciaban el pelo
hasta dormirse perezoso entre sus piernas;
otras veces jugaban dando vueltas por la alfombra roja
donde uñas y ojos de gato y de mujer se confundían
con un mismo destello en la sombra.
Parecía conocer todos los secretos de la casa,
porque todo lo miraba desde su rincón:
ver mamar a la Boquechupo,
metérselo Adelfa por el culo,
mamarle la cuca a Elvia,
follar encerrados en el baño.
Él parecía saberlo todo, y como si no le importara,
a veces pasaba aburrido y de largo.
Una madrugada de octubre, en actitud hierática,
como deidad egipcia en la mesa de centro,
junto al jarrón de cristal negro con verdes pinceladas,
el gato repasaba la eternidad.
EL BRUJO
Tenía los ojos de un verde extranjero, el cabello
rubio,
y colorada la cara.
Venía todos los viernes a las tres de la tarde a la
casa.
Con una botella de aguabendita y una flor roja y una
Biblia
marcaba en el aire las paredes con cruces,
diciendo que era para ahuyentar a los malos espíritus.
A las cuatro de la tarde encendía el incienso de
yerbas
en una palangana esmaltada, a modo de pebetero,
y llamaba una por una a las muchachas,
que recién bañadas y sin calzones, envueltas en sus
toallas,
abrían las piernas en medio de la pira de humo
que ascendía prisionero por entre sus muslos,
diciendo que era para que entraran los buenos
espíritus.
A las seis de la tarde se sentaba,
pedía media botella de aguardiente,
llamaba a una de las muchachas más bellas,
y se encerraba con ella “a llenarla de suerte y de bienes”.
Finalmente, una malhadada tarde,
en su consultorio de brebajes y yerbas para el cuerpo
y el espíritu,
el clarividente brujo dijo que una hermosa muchacha de
quince años
estaba poseída por un demonio.
El padre de la muchacha creyó que el demonio era él,
y por eso lo mató.
Ninguna mujer de la casa fue al entierro.
Decían que era un falso brujo, un mentiroso,
que a todas se las durmió gratis con el humo del
incienso.
MÓNICA LA HERMANA DE LAS GUTIÉRREZ
Yo era la cuarta de las hermanas Gutiérrez
que venía a “conseguir” en la casa.
Estuve en Italia y en Holanda,
donde a las muchachas y a mí
nos exhibían en vitrinas.
En el negocio me enamoré de Carlos Mario,
el nieto mayor de la dueña.
Hoy que ha pasado tanto tiempo,
si de pronto coincidimos en algún lugar,
vuelvo la cara para que no me vea.
Prefiero que me recuerde siempre bella.
CONVERSACION EN CASA DE NENA LA ROPAVEJERA
–Espere a que Amauly tenga catorce o quince años
y pueda mantenernos.
–Y ella que espere a que su hija crezca
y pueda remplazarla.
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