domingo, 31 de mayo de 2015

Jorge Alberto Naranjo_ Con un oído oye a Newton y con el otro, a Carrasquilla


Fue viendo a una viejecita llena de achaques, con una asfixia ruidosa y habitante de un cuarto lleno de humo, que Jorge Alberto Naranjo, a sus doce años, decidió que no quería ser médico. Y se lo dijo a su papá: "no quiero ser médico; yo no sé vivir entre médicos y enfermedades". Alfredo, Hijo de Hipócrates que se esforzaba por contagiar a Jorge y a sus demás hijos el afecto por su profesión, respondió apenas resignado que hiciera lo que quisiera.

No creo que haya sido por simple fastidio de ver o tocar fluidos orgánicos. Creo que fue por un dolor cuaternario que se le instaló en el alma, un dolor de humanidad. Mal que en la mayoría de los mortales se llama depresión, en Diderot, Miguel Ángel, Epifanio Mejía y Jorge Alberto Naranjo se llama melancolía. Un médico se lo descubrió desde que tenía tres años, mientras su padre andaba por tierras mexicanas estudiando y, la verdad, gobierna casi todos los actos de su vida; hasta su genio creador.

Es que a él no podían afectarle los fluidos; no podían causarle asco ni terror: con los años llegó a especializarse en fluidos y a convertirse en profesor de ese tema en la Facultad de Minas. Fluidos de la Naturaleza. Gases, líquidos. Fluidos newtonianos y no newtonianos. Y entre éstos están los del cuerpo humano, me cuenta, así como las cremas, los plásticos, las plantas de tratamiento, los de estrellas y galaxias. Ahora él quisiera dictar algunas charlas sobre este asunto "porque en eso, en Colombia estamos en pañales".

Naranjo Mesa es uno de los intelectuales más brillantes de Antioquia. Pensar que ha vivido de la docencia por más de 35 años; ganado reconocimientos en la Universidad Nacional como mejor profesor en varios años, el cual otorgan, básicamente, los estudiantes; dictado centenares de conferencias ¡y no tiene cartones! Sí, en esta sociedad que ha hecho de la educación un negocio basado en diplomas como si éstos fueran los que dictaran las clases, él ha sobrevivido sin ellos. "Él es el último de los mohicanos", dice Óscar González, profesor de literatura en la Universidad de Medellín, por significar que es el último humanista de esta ciudad y el último profesor de los que pueden contar este cuento. González encuentra en ese hombre genial, un ser que cree en la educación sin renunciar a su irreverencia. Lo que lo respalda, para darle de comer a ese sistema que engulle títulos, es un grado en Ingeniería Civil de la Universidad Nacional y un doctorado de la Autónoma Latinoamericana, ambos honoris causa. Y qué más que sus investigaciones que se cuentan por decenas porque él, en todo, habita la desmesura.

"Yo era estudiante de civil y por hacer investigaciones y dictar clases fui postergando la graduación", explica.

Pero diga la verdad: ¿al principio no fue difícil que las directivas universitarias entendieran que podía ser bueno en campos aparentemente disímiles: la ciencia, el arte y la literatura?

"Sí. Les costaba a esos superiores, desde la feudalidad de la Universidad, reconocer que una persona pudiera tener un buen desempeño en un campo y en otro. Por ejemplo, en Bolivariana y la Autónoma dictaba filosofía, historia de la ciencia, antropología, psicoanálisis, sociología. A los de ingeniería, donde daba clases de física, eso les costaba aceptarlo".

Los otros
Es tan huraño, dice, que si por él fuera, habría sido anacoreta. Le seducía la vida en solitario. En un tiempo vivía con un libro de vidas de santos bajo el brazo. Lo que no tenía era vocación de monje.

Es tan sociable, dicen, o al menos lo fue, que tuvo un grupo musical que si bien no podían encasillarlo en un un género musical específico, al decir de Nicolás Naranjo, uno de sus hijos, era más bien roquero. Lo integraban Pilar y Andrés Posada, Fernando Isaza, Mónica Boza y Jorge Alberto. Fernando y Jorge eran los vocalistas. Cuentan -aunque no él- que cantaban canciones de Paul Simon y otras propias. Fusionaban ritmos universales con autóctonos y la gente aplaudía con furor a ese grupo sin nombre.

Es que ese hombre melancólico en general, es también alegre. Mejor dicho, es un tipo raro. "Cuando era niño era la sensación -recuerda su mamá, Alicia Mesa, de 86 años-. Tenía la voz más hermosa del mundo. Cantaba en la iglesia de San Joaquín, donde vivimos. Cantaba: 'ya llegó la fecha dulce y bendita...', ¿conoce esa canción? Pero cuando creció fue como si hubieran volteado el plato al revés. Tal vez por su intelectualidad...".

Marina Barrera, su tercera esposa con quien lleva 30 años y tiene tres hijas y un nieto -con las dos primeras, Mónica Boza y Mónica Villa, tiene de a dos hijos-, confirma que es huraño. "Tiene dos amigos -uno del tiempo del colegio; otro, un alumno de ingeniería que ya poco le consulta- y él prefiere que ellos vengan a la casa a saludarlo que salir por ahí". Y pone otro ejemplo: "le encantan la comida de mar, los postres, el dulce, los chocolates y para disfrutarlos hay que traérselos a la casa".

Jorge Alberto Naranjo no se explica por qué, cuando era profesor en la Facultad de Minas de la Universidad Nacional, lo llamaban El Siete Mujeres, "si apenas tenía una novia: Marina, la que hoy es mi esposa". Sin embargo, reconoce que cuando era más muchacho, sí era mujeriego.

Ángela Ospina Cárdenas, alumna suya en los ochenta y quien, además, lo conocía a él, a su padre y a sus tíos desde Abejorral, de donde son oriundos los Naranjo Villegas y ella también, recuerda: "el era un seductor. No sé si era su erudición, su voz, su forma serena de enseñar o qué hacía que las mujeres se fueran tras él". Pero él, ahora, no se vanagloria de esa condición de donjuán.

El río
Este fumador empedernido no es político. O, más bien "soy liberal y hasta comunista a mi manera". Solo tiene claro que odia el conservatismo por considerarlo retrógrado. Y eso que su papá y sus tíos eran ultrarreaccionarios que tenían en Franco, Mussolinni y Pinochet sus ídolos.

La manera de "luchar" contra la melancolía, según Jorge Alberto, es la desmesura. Escribía horas y horas seguidas. Artículos, ensayos, novelas, más de cien cuadernos de poesía. Cuadernos, sí, porque él escribe a mano todavía. Tuvo una época en la que dictaba hasta dos conferencias por día. "Yo era un río". Se metió de lleno a estudiar la literatura temprana antioqueña, desde el siglo XVIII hasta Carrasquilla. Y todo, para no estar triste.

"Creo importante apuntar que esa prolijidad de mi papá ha estado estimulada por el uso de café, cigarrillo y marihuana -comenta Nicolás Naranjo-. Ya no consume más ésta, que le ayudó tanto a superar los cuadros de epilepcia de hace unos años; las otras dos, sí".

Tras pedirle a la empleada doméstica que cambie el cenicero para encender el sexto cigarrillo de la charla, dice que después de la cirugía de corazón, sufrida hace dos años, siente desaliento. Ya no hace tantas cosas como antes. "Lo que uno escribe no es casual -reflexiona Óscar González-. Una bella novela de Naranjo es Los caminos del corazón, del que ahora sufre".

Por cierto, González recuerda el momento en que vio por primera vez a ese hombre genial nacido el 28 de febrero de 1949, en Bogotá -porque su papá estaba prestando servicio militar-. "Yo era un muchacho de 18 años. Fui a la Feria del Libro que se hacía en el Parque de Berrío y el Pasaje Boyacá. Ambos llegamos por distinto lado a tomar el mismo libro: El tiro al arco en el budismo zen, de Eugen Herrigel. Se encontraron las dos manos en el lomo del libro y eso hizo que habláramos un momento". Pero no fue entonces cuando se hicieron amigos. "Lo cierto es que de no haber existido el arte, él y yo no hubiéramos hablado nunca".


Fuente: http://www.elcolombiano.com/con_un_oido_oye_a_newton_y_con_el_otro_a_carrasquilla-LDEC_110128

domingo, 10 de mayo de 2015

La gran novela latinoamericana...

Carlos Fuentes


Uno de los principales exponentes de la narrativa mexicana contemporánea, Carlos Fuentes acude a la 'reentré' literaria con dos nuevos títulos bajo el brazo: 'Carolina Grau', un conjunto de ocho relatos que transitan entre lo real y lo fantástico, y el ensayo 'La gran novela latinoamericana'. En el segundo, Fuentes establece su propio cánon acerca de la literatura hispanoamericana desde la época colonial hasta nuestros días. Por sus páginas desfilan de modo destacado los grandes novelistas del siglo XX, sobre los que Fuentes realiza una profunda crítica literaria. Desde Juan Rulfo hasta Jorge Luis Borges, y desde Alejo Carpentier hasta Juan Carlos Onetti y Julio Cortázar. A continuación reproducimos el capítulo dedicado a Mario Vargas Llosa.

Un tiempo sin héroes. Vargas Llosa

La visión de la justicia es absoluta; la de la tragedia, ambigua. Es esta presencia de ambas exigencias uno de los hechos que dan su tono, su originalidad y su poder a la nueva novela hispanoamericana. Obras como La ciudad y los perrosLa casa verde poseen la fuerza de enfrentar la realidad latinoamericana, pero ya no como un hecho regional, sino como parte de una vida que afecta a todos los hombres y que, como la vida de todos los hombres, no es definible con sencillez maniquea, sino que revela un movimiento de conflictos ambiguos.

Juan Rulfo en Pedro Páramo, Augusto Roa Bastos en Hijo de hombre y Gabriel García Márquez en El coronel no tiene quien le escriba son escritores que convierten en literatura mítica los temas tradicionales del hinterland. La localidad y los personajes, en apariencia, son los mismos de las novelas tradicionales. Sólo que ahora la selva y el río son un telón de fondo legendario: la naturaleza ha sido asimilada y el proscenio lo ocupan hombres y mujeres que no desempeñan un papel ilustrativo, sino que realmente son totalidades traspasadas por el lenguaje, la historia y la imaginación. Novelas como El Siglo de las Luces y Rayuela indican un grado aún más alto de complejidad. En la dinámica de la novela de Carpentier, el conflicto de Esteban es un nudo de arbitrios en el que la opción política afecta o es afectada por la opción erótica que afecta o es afectada por la opción moral que afecta o es afectada por la opción política. Los cómicos personajes de Cortázar también representan una ambigüedad antimaniquea: la Maga y Oliveira, Talita y Manú son seres que simplemente existen, son, hacen y se dejan hacer, sin ataduras discursivas al bien o el mal.

En La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, una ciudad latinoamericana, Lima, es el escenario de otro drama de disyuntivas personales: el de las justificaciones externas y los motivos internos de un grupo de cadetes y oficiales en una escuela militar para denunciar, castigar, absolver o guardar silencio. El caso de Vargas Llosa es particularmente interesante. Después de haber escrito una primera novela de radical modernidad tanto formal como contenutista (para emplear ese monstruoso vocablo de la crítica italiana, y sin admitir que semejante distinción, como lo veremos en relación con el propio Vargas, sea válida), regresa al más tradicional de los temas latinoamericanos -el hombre asediado por la naturaleza- en La casa verde. Señalo, desde luego, que semejante retorno es sólo parte de un afán totalizador que quisiera medir, doblegar, resistir esa permanencia del trasfondo inhumano de la América Latina con las armas de un lenguaje que lo traspasa en todos los sentidos. La casa verde puede servir como el ejemplo de una novela que no existiría fuera del lenguaje y que, al mismo tiempo, y gracias al lenguaje, reintegra la permanencia de un mundo inhumano a nuestras conciencias y a nuestras palabras.

“Lima la horrible”, diría Sebastián Salazar Bondy. Y un siglo antes, en Moby Dick, Melville: “Y no es enteramente el recuerdo de sus antiguos terremotos, ni la sequedad de sus cielos áridos, que nunca llueven; no son estas cosas las que hacen de la impasible Lima la ciudad más triste y extraña que se pueda imaginar. Sino que Lima ha tomado el velo blanco, y así se acrecienta el horror de la angustia”. No sé si Mario Vargas Llosa recordó el texto de Melville al redactar La ciudad y los perros. Pero de su novela se levanta esa tristeza y ese horror que simbolizan apenas las vidas de los cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado: Alberto, el Esclavo, el Jaguar, el Boa, el serrano Cava, el Rulos; los oficiales: Gamboa, Pitaluga, Huarina; el coroneldirector del plantel; la muchacha Teresa; el ladrón Higueras, que al final de cuentas, viven un drama de todos los hombres, el de la justicia.

En la prosa oblicua de Vargas Llosa laten, como corazones gemelos, dos símbolos: el plantel militar, ese microcosmos que es centro de enseñanza, cuartel y cárcel, y la ciudad abierta. Esta polarización afecta y revela, de inmediato, una estructuración semejante de la vida y del lenguaje. En el microcosmos, el todo precede a las partes; en el macrocosmos, la relación se invierte. En el primer caso, el lenguaje está subordinado a las estructuras previas sincrónicas; en el segundo, representa la libertad caótica de la diacronía. Pero el cuartel es sólo la sociedad en miniatura; la sociedad es el cuartel gigantesco, la prisión social de la que hablaba William Blake. Los capítulos iniciales de la novela presentan de inmediato esta tensión: las escapatorias, los juegos sadistas, los robos de exámenes, el contrabando de cigarros y alcohol, el lenguaje todo de los adolescentes son un intento de introducir dentro del plantel la vida libre que imaginan afuera en la ciudad.

Ser libre es también ser adulto y ser adulto, en la imaginación del adolescente, es exponerse al peligro y mostrarse fuerte. Vargas Llosa, a este nivel, demuestra, como Musil en Törless, que el fascismo es un momento fatal de la adolescencia -su tentación misma-. El fascista adulto prolonga su adolescencia. Encarcelados en el colegio, los muchachos “sólo escuchan sus propias maldiciones y su sangre exaltada que quiere abrirse paso hacia la luz por las sienes y los pechos”.

Pero La ciudad y los perros no es un bildungsroman en la tradición de Samuel Butler y Thomas Mann (aunque sí posee la distinción de ser en cierto modo unbildungsroman colectivo). Si bien es una extraordinaria novela de la adolescencia y si es cierto que contiene la línea de desarrollo de las narraciones de la crisis juvenil, La ciudad y los perros no se detiene en la evidencia del dolor del crecimiento. Su visión es más original y, nuevamente, cercana a la de Blake: el adolescente es otro, ante sí mismo y ante los demás, y se venga de esa distancia. ¿Cómo? Para Gombrowicz, que es realmente el maestro moderno y extremo del tema, “cuando es el adulto (l'Ainé) quien forma al joven (le Cadet), todo va muy bien desde el punto de vista social y cultural. Pero si el adulto es sometido al adolescente, ¡qué tinieblas!, ¡cuánta vergüenza, cuánta perversidad! ¡Y cuántas trampas en el camino!”. La obra de Gombrowicz gira en torno a esta obsesión: madurar significa corromper; el adulto quiere que el adolescente madure a fin de que se corrompa, de que participe de la podredumbre del adulto. En la obra de Vargas Llosa, los adolescentes, pretendiendo ser autónomos y rebeldes, en verdad sacrifican su amenazante libertad de juventud parodiando al mundo de los mayores. Pero Vargas Llosa va más lejos: los jóvenes están inventando el mundo adulto. El adolescente no es ingenuo: realmente inventa la realidad, la introduce en el mundo de los adultos y, al convertirse él mismo en adulto, sólo vive esa pálida copia de su imaginación juvenil. La adolescencia no se puede conservar; la madurez, no vale la pena conservarla. En realidad, los oficiales del colegio son quienes parodian, solemne e inconscientemente, la vida de los adolescentes. En realidad, los oficiales se han detenido para siempre en la tentación fascista de la “sangre exaltada”. En realidad, unos se han formado a otros: “Creado por la forma, el hombre es creado desde afuera: vale decir, es deformado, es inauténtico. Ser un hombre significa jamás ser uno mismo. El hombre es un productor constante de forma: la secreta” (Gombrowicz, prefacio a Cosmos). Nos hacen. Hacemos.

Existe en La ciudad y los perros una transposición del tema en los pasajes que protagoniza una perra, la Malpapeada. El bruto, el compañero silencioso, puede recibir toda la crueldad y toda la ternura secretas, los grandes absolutos que el adolescente trae al mundo. Crueldad: el Jaguar le pasa a la perra las ladillas que le pegaron en las pocilgas de Huatita, hasta que a la pobre Malpapeada la dejan “como una bandera peruana, roja y blanca, blanca y roja, yeso y sangre”, de tanto andarse frotando contra la pared de la cuadra. Ternura: “En las noches se me montaba encima y se revolcaba, sin dejarme dormir, hasta que le metía los dedos al cogote y la rascaba un poco. Entonces se quedaba tranquila... ah bandida, eso sí que te gusta, ¿no?, ven acá que te rasque la crisma y la barriguita. Y ahí mismo se ponía quieta como una piedra pero en mi mano yo siento que está temblando de gusto”.

El mundo de La ciudad y los perros es ritual, en el sentido profundo que a este término atribuye Lévi-Strauss: el rito como el gran juego biológico y social entre los vivos y los muertos, entre los jóvenes y los viejos, entre el mundo animado y el inanimado, entre los amos y los siervos. Pero si en su primer nivel la novela de Vargas es un rito de iniciación, pronto se convierte en un rito de la justicia. Nuevamente, es la Malpapeada la que nos permite transitar de un tema a otro: “Yo creía que sólo la Malpapeada no dormía pero después me contaron que todos los perros son igualmente desvelados. Al comienzo me daba recelo, también un poco de susto. Basta que abriera los ojos y ahí mismo la veía, mirándome y a veces yo no podía dormir con la idea de que la perra se pasaba la noche a mi lado sin bajar los párpados, eso es algo que pone nervioso a cualquiera, que lo estén espiando, aunque sea una perra que no comprende las cosas pero a veces parece que comprende”.

El adolescente es visto, vigilado, y bajo esta mirada de los otros representa la parodia ritual que inventa la realidad: la trágica realidad paródica y ritual del amor, los celos, la denuncia, las leyes, la compensación. Ricardo Arana, El Esclavo, muere en unas maniobras de los cadetes en campo abierto, con una bala de fusil en la espalda. ¿Qué cosa compensa Alberto al denunciar al Jaguar, el hombre fuerte de la pandilla del quinto año, como el asesino del Esclavo? ¿La muerte del amigo perseguido, burlado y despreciado por todos? ¿Su propio sentimiento de inferioridad frente al Jaguar fuerte y mandón? En todo caso, al delatar sin pruebas al Jaguar, Alberto pone en movimiento la ambigüedad de una justicia que sólo puede expresarse en absolutos para ser tal justicia.

La imaginación del adolescente -su entrega al rito primario, iniciático- choca con la razón de los oficiales, para los cuales el rito es secundario, derivativo, político: el buen nombre del colegio exige que la muerte del Esclavo sea considerada como un simple accidente. Pero hay un tercer factor: el teniente Gamboa, para quien la justicia exige una investigación. Alberto, para probar que no miente, delata también el contrabando de tabaco y alcohol, los robos de cuestionarios, las escapatorias nocturnas. El juego de la justicia, el juego de la compensación, no conoce fin: como una Medusa, cada decisión unitaria de la justicia hace saltar dos nuevas serpientes de su propia cabeza. Cada afirmación procrea otra negación y una afirmación contraria. El silencio de Alberto es comprado por el terror: se le confronta con los papeles pornográficos que hace circular en la escuela. Todo el quinto año es castigado por sus faltas a la disciplina. Todos los muchachos creen que el Jaguar los denunció: atribuyen al jefe ese poder arbitrario de decidir lo justo. El Jaguar se venga de la delación de Alberto. Los muchachos se vengan de la supuesta delación del Jaguar. El teniente Gamboa, por el pecado de buscar una verdad que no puede coexistir con las exigencias gorgónicas de la justicia política, es castigado con el envío a una remota comandancia amazónica. Las razones políticas del Coronel-Director -mantener la reputación del colegio- triunfan sobre todo.

La justicia, al absolver a todos, ha condenado a todos. Pero en realidad, ¿denunció Alberto al Jaguar por amor al Esclavo o porque el Jaguar le quitó el amor de Teresa? ¿Asesinó realmente el Jaguar al Esclavo, como lo confiesa finalmente a Gamboa, para vengar una denuncia anterior, o sólo quiere asumir el papel terrible que la justicia y el azar le ofrecieron? ¿Cree Gamboa realmente en la justicia, o desempeña, a su vez, un papel externo que compense su mala conciencia interna? ¿Cree realmente el Coronel en el valor de la reputación del plantel, o sólo está asegurando su empleo y eventual promoción ante el Ministerio de la Guerra?

Si la visión de la justicia es la de la compensación, en La ciudad y los perros se han cumplido todas las formas externas de la retribución y sólo ha quedado, silenciosa y escondida, la tragedia de la ambigüedad. Ha quedado a salvo la premisa de la justicia: la continuidad entre el pensamiento y la acción. Todos los personajes saben dónde están: en el abismo entre lo que se sabe y lo que se hace.

Fuente: http://www.elcultural.com/noticias/letras/La-gran-novela-latinoamericana/2068

sábado, 2 de mayo de 2015

Poeta desdichado (poemas)_ Surlay Farlay Gomez

CARTA A LA HIJA DE EFRAIN
A todas las victimas del desierto y su género

No conviene dar consejos,
Las cartas y los recomendados no son mi pasión.
En el encuentro de gentes solitarias,
esas gentes que te sacan en la noche
lo que llevas de viajero árabe,
Solo té queda,
libar del nepentex,
tirarte como un borrego a envestir las ubres de los poetas;

He logrado al fin,
descifrar esta resignación.

Ese laberinto de animas que es
La hija de Efraín…

De la hija de Efraín, amo toda su poesía,
Vaciada en el más humilde molde de la tierra
Judía.

Su dentadura,
dura belleza…


Histéricos, los poetas que me habitan
La proclaman como su reina de la nada.

Amo a la hija de Efraín por todas esas virtudes,
que hasta para ella misma son humillación,
desencanto, rutina,
obligación sentimental.

Su pulcra mentira,
Su rebeldía y la forma de hacerse la ausente debajo de su dura vestimenta
Si me lo hubiese permitido;
me quedaría en la ventana de
Su burka
Flotando en el casi invisible
amarillo celofán del sol.

Si me lo hubiera permitido le enseñaría a ser caminante,
un don nadie en la montaña, una ninfa sin memoria…

Le enseñaría vagar por todo este cúmulo de voces,
estúpidas pero seguras…
deliquio de vampiros,
Talleres de literatura, Casinos de versos y
Papelitos en borradores tan queridos por su dueño como
el deforme y maloliente osito de peluche de un infante.

Yo sé que la poesía ya no esta en las letras,
Esta en ella…
Aunque ella este lejos,
muy lejos de mis posibilidades,
Cuando la abrazaba en el frió de su amor cansado,
Me sentía el más grandioso e los poetas sin escribir aun la primera frase del día…Paraba el mundo para leer
sus gestos,
uno a uno…. Uno a uno…
mujer arabe perdida en un festival de poesia...

Y comprendía un lenguaje silencioso y nuevo…

Lo destruí todo
cuando me sentí en la responsabilidad de amar a la hija de Efraín…..

La hija de la ventana ausente…

Solo puedo amar mi camino,
Mi destino báquico y efervescente..
Pero si los dioses me pidiesen olvidar la música,
Para que ella pudiera cantar por primera vez libre,
O borrar de mi toda marca suya,
para que pueda existir, siempre misteriosa y nueva,
acataría la orden sin miramientos.


AVISO DE CAFETERIA UNIVERSITARIA


SE BUSCA:
Arquetipo QUE REVELE su cara, olvidando la huida…
Amiga, con la que SE PUEDA estudiar el cuerpo y el alma…
Porque las gentes comunes
siempre utilizan el cuerpo para impedir el alma.



TRES PUNTOS EBRIO
Que bueno es estar ebrio donde solo
Uno esta ebrio...
Es algo así como una posibilidad de soledad suicida.
- Sin hermanos pera intentar agredir.
- Sin lugar a las dicotomicas amistades.
- Sin mujeres para aborrecer y luego extrañar
- Sin boleros memoriables
- Estar ebrio con cama y almohada propias, Ebrio únicamente ebrio
.



DEL MUNDO DE ELLAS

Una mujer (por libre, o acomplejada que sea)
Se aferra a un hombre.
En algún lugar donde nadie la observa se resigna,
Sabe que hay docenas como ella y hasta mejores...
Y aunque la tierra es ancha solo puede ver a ese,
Vecino, casi
un niño presto a una lobotomia,
El que siempre la acompaña medio cojeando,
Su hombre apenas medible en un perimetro justo
Para que exista una mujer como ella.


CIUDADANOA los niños de campamento Antioquia

Esta es una vil imagen.
Grimonios la inspiran
El ojo del silencio
La observa
En esa imagen viven
Mis mas preciados prisioneros
Con miedo de morir.
Salmodias de memoriables abortos
Nutridos pastos
Donde cadáveres se vuelven verdes
De esperar



AUTOLASTIMA

Anoche deje las llaves pegadas a la chapa de la puerta de mi casa.
Fácil...hay versos faciles de hacer.

Hoy me desperté y no me acuerdo de nada...
Simplemente me percate de que alguien había entrado e inspeccionado mi privacidad sin tocar un solo objeto,
Ademas me dejo las llaves colgando del gatillo de la chapa interior de la puerta.
Los cuadernos personales de preeescolar a 6to estaban en orden,
Los tejidos y las urdimbres que se hacen para calmar la ansiedad estaban intactos,
Las lentejas,
Los ajos,
Los cauchitos para arrumar informes,
La cama como closet y el closet vació...
Todo en perfecto orden.

Es irónico tenerme algo de lastima,
Yo que me pongo en el lugar del supuesto ladrón,
entro a mi casa automáticamente.
¿que leería el espía de anoche? -¿ Mis poemas?
¿es que acaso no tengo nada que me puedan quitar?
Y yo que esperaba de la noche una historia.


ADIÓS A MI MAESTROCon todo mi aprecio al escritor Jaime Jaramillo Escobar

No fue sencillo empezar a vivir
Dejando de lado la literatura,
Ahora abro el balcón donde están las macetas de barro
Felizmente obtenidas en un bazar de poetas.
De vez en cuando dejo caer alguna en la cabeza
De un mendigo, un economo, o alguien que
Me produzca intranquilidad a la hora de escribir.
Espero no ver tu cabeza por estos lados.





" Lastima que el poeta halla escrito sus ideas en metafora,
quizás algo le hubieramos entendido"
Ezra Pound.

Hacer metáforas para hablar de los sentimientos
No es aconsejable para la salud.
La sensación de un respetuoso abrazo
Se guarda en silencio.
La fotografía de tu sonrisa no es mas que un dibujo bien hecho.
La silla de la cartilla de preescolar y el patito que empieza con P
No son verdaderos
No hables de amor con imágenes abstractas
Llenas de un extraño hipnotismo
Coje el lápiz y escribe solo aquello que esta claro en tu corazón
Lo definitivo y cotidiano de una nausea,
El calambre estomacal de los celos.



DEL DÍA QUE TE DIBUJE EN SANTA ELENA

Propongo encender una vela,
Taere una cerilla del sótano

¡ Hola buho! Grita enfiestada una niña taciturna
de azotea en azotea
Huyendo de no ser azotada,

Propongo la noche para dialogar,
Y el día para perderlo de vista
Tras el sol.
Día para tendernos sobre una cobija de fescos fieltros
Verdes pliegues, moras de castilla,
Y un pañuelo blanco para cada pino de esta asamblea.

Fuente: http://lamochilafilosofica.blogspot.com/2009/06/poeta-desdichado-poemas-por-surlay.html