domingo, 24 de abril de 2016

100 Grandes Novelas de la Literatura Latinoamericana

Seguro hay muchas más, pero esta lista es un comienzo. Compartimos  100 Grandes Novelas de la Literatura Latinoamericana.  Quedan invitados a comentar y ayudar con hacer esta lista mucho mejor y más extensa.



  1. 2666 - Roberto Bolaño
  2. Abaddón el exterminador - Ernesto Sábato
  3. Abdul Bashur, soñador de navíos - Álvaro Mutis
  4. Abril rojo - Santiago Rocangliolo
  5. Agosto - Rubem Fonseca
  6. Amirbar - Álvaro Mutis
  7. Antigua vida mía - Marcela Serrano
  8. Ardiente paciencia - Antonio Skármeta
  9. Aura - Carlos Fuentes
  10. Balún Canán - Rosario Castellanos
  11. Blanco nocturno - Ricardo Piglia
  12. Boquitas pintadas - Manuel Puig
  13. Canaima - Rómulo Gallegos
  14. Caracol Beach - Eliseo Alberto
  15. Cien años de soledad - Gabriel García Márquez
  16. Concierto barroco - Alejo Carpentier
  17. Conversación en La Catedral - Mario Vargas Llosa
  18. Crónica de una muerte anunciada - Gabriel García Márquez
  19. De dónde son los cantantes - Severo Sarduy
  20. Del amor y otros demonios - Gabriel García Márquez
  21. Delirio - Laura Restrepo
  22. Don Casmurro - Joaquim Machado de Assis
  23. Doña Bárbara - Rómulo Gallegos 
  24. El amor en los tiempos del cólera - Gabriel García Márquez
  25. El astillero - Juan Carlos Onetti
  26. El baile de la Victoria - Antonio Skármeta
  27. El beso de la mujer araña - Manuel Puig
  28. El coronel no tiene quien le escriba - Gabriel García Márquez
  29. El desbarrancadero - Fernando Vallejo
  30. El desfile del amor - Sergio Pitol
  31. El entenado - Juan José Saer
  32. El huerto de mi amada - Alfredo Bryce Echenique
  33. El infinito en la palma de la mano - Gioconda Belli
  34. El juguete rabioso - Roberto Arlt
  35. El mundo alucinante - Reinaldo Arenas
  36. El otoño del patriarca - Gabriel García Márquez
  37. El país de la canela - William Ospina
  38. El reino de este mundo - Alejo Carpentier
  39. El ruido de las cosas al caer - Juan Gabriel Vásquez
  40. El señor presidente - Miguel Ángel Asturias
  41. El siglo de las luces - Alejo Carpentier
  42. El testigo - Juan Villoro
  43. El tren pasa primero - Elena Poniatowska
  44. El túnel - Ernesto Sábato
  45. El viajero del siglo - Andrés Neuman
  46. El vuelo de la reina - Tomás Eloy Martínez
  47. En busca de Klingsor - Jorge Volpi
  48. Estrella distante - Roberto Bolaño
  49. Gabriela, clavo y canela - Jorge Amado
  50. Hasta no verte Jesús mío - Elena Poniatowska
  51. Ilona llega con la lluvia - Álvaro Mutis
  52. Juntacadáveres - Juan Carlos Onetti
  53. La carne de René - Virgilio Piñera
  54. La casa de las dos palmas - Manuel Mejía Vallejo
  55. La casa de los espíritus - Isabel Allende
  56. La casa verde - Mario Vargas Llosa
  57. La ciudad y los perros - Mario Vargas Llosa
  58. La fiesta del chivo - Mario Vargas Llosa
  59. La guerra del fin del mundo - Mario Vargas Llosa
  60. La Habana para un infante difunto - Guillermo Cabrera Infante
  61. La hojarasca - Gabriel García Márquez
  62. La hora azul - Alonso Cueto
  63. La invención de Morel - Adolfo Bioy Casares
  64. La mansión de Araucaíma - Álvaro Mutis
  65. La muerte de Artemio Cruz - Carlos Fuentes
  66. La nieve del almirante - Álvaro Mutis
  67. La piel del cielo - Elena Poniatowska
  68. La región más transparente - Carlos Fuentes
  69. La tejedora de coronas - Germán Espinosa
  70. La tía Julia y el escribidor - Mario Vargas Llosa
  71. La vida breve - Juan Carlos Onetti
  72. La vida exagerada de Martín Romaña - Alfredo Bryce Echenique
  73. La virgen de los sicarios - Fernando Vallejo
  74. La visita en el tiempo - Arturo Uslar Pietri
  75. Las lanzas coloradas - Arturo Uslar Pietri
  76. Leonora - Elena Poniatowska
  77. Los detectives salvajes - Roberto Bolaño
  78. Los lanzallamas - Roberto Arlt
  79. Los Living - Martín Caparrós
  80. Los pasos perdidos - Alejo Carpentier
  81. Los pichiciegos - Rodolfo Fogwill
  82. Los siete locos - Roberto Arlt
  83. Mal de amores - Ángeles Mastretta
  84. Margarita, está linda la mar - Sergio Ramírez
  85. Memorias póstumas de Blas Cubas - Joaquim Machado de Assis
  86. Nosotras que nos queremos tanto - Marcela Serrano
  87. Noticias del imperio - Fernando del Passo
  88. Palinuro de México - Fernando del Passo
  89. Pantaleón y las visitadoras - Mario Vargas Llosa
  90. Paradiso - José Lezama Lima
  91. Pedro Páramo - Juan Rulfo
  92. Quincas Borba - Joaquim Machado de Assis
  93. Rayuela - Julio Cortázar
  94. Santa Evita - Tomás Eloy Martínez
  95. Santo oficio de la memoria - Mempo Gardinielli
  96. Sobre héroes y tumbas - Ernesto Sábato
  97. Terra Nostra - Carlos Fuentes
  98. Todos se van - Wendy Guerra
  99. Tres tristes tigres - Guillermo Cabrera Infante
  100. Un mundo para Julius - Alfredo Bryce Echenique
Fuente: http://comoescribirtunovela.blogspot.com.co/2014/05/100-grandes-novelas-literatura-latinoamericana.html

domingo, 17 de abril de 2016

Literatura


La literatura es la disciplina que se aboca al uso estético de la palabra escrita. También puede denominarse “literatura” al corpus de textos redactados bajo esta finalidad estética o expresiva.

Los tres grandes géneros en los que se divide la literatura son: el género dramático, que refiere al texto utilizado para representarse mediante actuación; el género lírico, que se orienta al texto sujeto a cadencia y ritmo; y el género narrativo, que tiene como fin principal plasmar una historia ficticia sin apelar al uso de versos.



A su vez estos géneros pueden albergar subdivisiones. Así, el género dramático puede dividirse en tragedia, comedia y drama; el género lírico, en oda, elegía y sátira; y finalmente, el género narrativo, en novela y cuento. Más allá de la arbitrariedad de la que pueden pecar estas clasificaciones, suelen dar un panorama genérico lo suficientemente cabal como para adentrarse en los pormenores de esta rama del arte.

Es probable que hoy ya la clasificación se torne insuficiente, teniendo en cuenta que los estudios literarios han dado cuenta en reiteradas ocasiones que la pregunta ¿a qué se considera literatura? no ha podido ser respondida aún definitivamente. Por ejemplo, en la actualidad tenemos otros tipos de textos que pueden (o no) incluirse en alguno de los tres grandes géneros anteriormente descriptos, pero que aún si así fuera, no pertenecen del todo a ninguno de ellos. Pensemos por ejemplo en las biografías y autobiografías, en los libros de autoayuda, o en las investigaciones histórico/periodísticas de algunos escritores.
Los comienzos de la literatura deben buscarse en el traslado a la escritura de tradiciones orales preexistentes.

En efecto, las comunidades antiguas eran principalmente orales, es decir, mantenían una cultura que los integraba, pero esta se trasmitía de modo oral. Con la invención de la escritura, muchas de estas tradiciones fueron registradas, dando lugar al comienzo de culturas letradas. Así por ejemplo, “La Ilíada” y “La Odisea” (ambas escritas por Homero), obras consideradas como señeras en el desarrollo de la cultura letrada occidental, constituyen el pasaje a la escritura de una historia que se contaba a través de cantos y que guardaba estrecha relación con cada mito presente en los pueblos que habitaban Grecia.

Cabe destacar que esta preeminencia de la tradición oral sobre la escrita perduró hasta bien entrada la edad media, situación comprensible si consideramos la enorme porción de la sociedad que era analfabeta; es por ello que también en este período podemos observar el traspaso a la escritura de narraciones orales, como por ejemplo, en el caso de los cantares de gesta. En la Edad Media, grandes autores, hoy reconocidos como “clásicos” vuelcan en sus textos situaciones dela vida cotidiana, con un uso clave del género dramático, por ejemplo “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, o cualquiera de los libros del inglés William Shakespeare (“Romeo y Julieta”, “Hamlet”, “Otelo”, entre muchos otros).

Con el advenimiento de sociedades principalmente alfabetizadas, la literatura dejó de tener un origen en la oralidad y alcanzó su período de esplendor. De este fenómeno puede dar cuenta la instauración de discursos que no son específicamente literarios pero que tienen al uso expresivo y estético como temática central; la crítica literaria es un ejemplo claro de esta situación.
La invención de la imprenta de tipos móviles, en el siglo XV por Johannes Gutenberg, permitió que la palabra escrita, y la literatura, se difundieran, de manera progresiva, cada vez más masivamente. Las reglas del mercado y las premisas del capitalismo, hicieron que, como muchas otras, la literatura comience a formar parte de las llamadas “industrias culturales”: los libros son producidos en serie, de la misma manera que se fabrican heladeras, remeras o vasos.

La categoría de “best sellers” permite medir cuán exitosos pueden ser algunas obras, cuando traspasan la barrera de ventas, aunque no exista de manera fehaciente una escala de medición para esto. En general, en la consagración de un libro como “best seller” también influyen (además de la cantidad de volúmenes vendidos) los préstamos en bibliotecas y las críticas de periódicos mundialmente reconocidos como The New York Times, The Huffington Posto o The Daily Sun.

En la actualidad, con la eclosión de los medios audiovisuales, la situación de la práctica literaria es incierta. Existen opiniones que la relegan a un paulatino retroceso, aunque lo más probable es que introduzca cambios, acompañando los avatares de la esfera social. Uno de estos cambios, en la era del boom informático, es la compra online de libros no sólo en papel, sino también en versión digital, que pueden ser descargados y leídos en computadoras, teléfonos celulares o en Kindles, aparatos especialmente diseñados por el e-shop virtual Amazon.com para utilizarse en la lectura de libros o diarios (por suscripción). Además, el precio entre un libro de papel y un libro digital favorece mucho la masividad de éstos últimos.

Fuente: http://www.definicionabc.com/general/literatura.php

jueves, 7 de abril de 2016

Aprendamos del amor con Frida Kahlo y Diego Rivera



Frida Kalho me inspira profundamente. Pese a su enfermedad, a sus múltiples cirugías fallidas y limitaciones desarrolló su maestría y se convirtió en una artista que expresaba de forma descarnada su dolor y sus vivencias, un alma apasionada, libertaria que rompió esquemas, absolutamente atemporal. 

¿Qué podemos aprender de su relación con el Panzón, el también artista Diego Rivera? 

Tomo algunos elementos que comparto de la compilación que hace Anna Lagos. Factores claves en la relación de Frida y Diego y que pese a los altibajos de la pareja, fue el pegamento que los mantuvo unidos: 

Admiración mutua: sí definitivamente necesitamos admirar a nuestra pareja, cuando la admiración se acaba, el amor se va deslizando por hendijas de la puerta. Diego dijo después de la muerte de Frida: "Tuve la suerte de amar a la mujer más maravillosa que he conocido. Ella fue la poesía misma y el genio mismo. Desgraciadamente no supe amarla a ella sola, pues he sido siempre incapaz de amar a una sola mujer. Haberme enamorado de ella es lo mejor que me ha pasado". 

Respeto mutuo: sí, ninguna relación puede erigirse sobre las bases del irrespeto. No podemos quebrantar esta regla. Diego fue un infiel incorregible, no obstante respetó a Frida como artista y como mujer. Diego veía la sexualidad con otra mujer como una “canita al aire” sin trascendencia alguna, de alguna manera se amparaba en la naturaleza de lo masculino: “Yo estoy seguro de que la mujer no es de la misma especie que el hombre. La humanidad es de ellas. Los hombres somos una subespecie de animales (…) inadecuados completamente para el amor, creados por la mujer para ponerse al servicio del ser inteligente y sensitivo que ellas representan".

Permitir al otro ser y no sentirnos su dueño: Frida sufrió con las infidelidades de Diego, no obstante siempre tuvo la convicción de que los seres humanos deben ser libres, y de que el amor no podía ser esclavizado. "No hablaré de Diego como de mi ‘esposo’ porque sería ridículo. Diego no ha sido jamás ni será ‘esposo’ de nadie.

Exaltar las fortalezas del otro minimizando sus falencias: Reconocer los talentos del otro, verbalizarlos frente a nuestra pareja y frente a otros. Frida hablaba así sobre Diego: No hablaré de Diego tampoco como un amante, porque él abarca mucho más que las limitaciones sexuales".

El arte de perdonar y comenzar de nuevo: El perdón es el borrador energético que permite limpiar y sanar los errores, las equivocaciones. Perdón que implica borrón y cuenta nueva, sin resucitar el asunto una y otra vez. Perdonar implica soltar de forma total y absoluta. 

Amar a pesar de los obstáculos: la vida nos pone a prueba de manera constante, vivir implica desplegar nuestros talentos y habilidades para pasar estas pruebas. La convivencia con el otro no está exenta de estas pruebas. Frida sufrió las infidelidades de Diego y Diego padeció su enfermedad. Siempre digo que la mayor prueba que vinimos a enfrentar no es aprender sobre física nuclear o enviar un cohete a la luna, si no entender y relacionarnos con el otro, construyendo. Es de la única manera que crecemos y nos individuamos como seres humanos. 

¿Revisa tu relación de pareja, cuáles de estos pegamentos están presentes? ¿Cuál está brillando por su ausencia? ¿Cuál necesitas reforzar? ¿Cuál definitivamente piensas que es necesario traer a la relación? ¿De qué manera los vive tu pareja? ¿Tú los tienes presentes en la relación pero tu pareja los ha ignorado? Atento, atenta toma cartas en el asunto.

Fuente: http://lmhoyosd.blogspot.com.co/2016/04/aprendamos-del-amor-con-frida-kahlo-y.html

viernes, 1 de abril de 2016

Literatura y mercado _ Por Patricio Pron


La relación de la literatura con el mercado no siempre ha sido fluida. De los primeros vanguardistas a los actuales, la tensión entre el logro artístico y el reconocimiento público ha silenciado nombres valiosos o ha sido la perdición de autores en busca de público. En la actualidad nuevas formas de promoción de la literatura siguen poniendo en peligro lo esencial: los textos.


1
Julien Gracq finaliza su extraordinario panfleto La literatura como bluff (1950) con el diagnóstico terrible de las letras de su tiempo: “Una literatura de pedantes.” Al tratarse de las últimas cuatro palabras de su ensayo, estas adquieren el carácter de una conclusión, que me permito repetir por ello. “Una literatura de pedantes”, dice Gracq refiriéndose a la literatura francesa de su tiempo pero tal vez no solo a ella, ya que en los fenómenos más recientes en el panorama literario en español puede percibirse la misma pedantería que denunciaba Gracq. Voy a referirme a algunos de ellos aquí porque me parecen muy significativos de lo que son las relaciones entre literatura y mercado en España y América Latina en los últimos años; también, porque nos permiten identificar a los actores más relevantes de una escena de cierta complejidad en la que confluyen lectores formados y habituados a un tipo de consumo literario minoritario y lectores de escasa formación y gustos mayoritarios, editores interesados tan solo en el descubrimiento del siguiente multiventas y editores que conciben su trabajo como una tarea política, libreros, críticos voluntariosos, críticos doctrinarios, críticos que no leen, suplementos culturales, revistas de literatura, blogs y libros y personas que los escriben. Vamos a hablar de estos últimos.

2
Mario Muchnik tituló su libro de 1999 Lo peor no son los autores, pero yo no estoy seguro de que estuviera en lo cierto, por lo menos no si pienso en los autores que irrumpirían en la siguiente década y podrían caracterizarse –aun a riesgo de incurrir en un cierto reduccionismo, ya que hay tantas variantes individuales como autores– en dos grupos en virtud de sus actitudes y prácticas: el primero de estos grupos siente una cierta nostalgia de la autoridad y de la tradición y produce una literatura cuyo horizonte de posibilidades y modelo son los de la novela realista decimonónica, de la que han heredado la afición por la extensión narrativa y la linealidad y una visión del mundo de acuerdo a la cual las iniquidades y desigualdades son resultado de un devenir histórico que, por su propia dinámica progresista, tiende a corregirse a sí mismo; el segundo de estos grupos, por su parte, tiene su horizonte estilístico en la imitación de las técnicas cinematográficas y televisivas en la ficción narrativa y se articula en torno al enorme valor que el sistema literario otorga a todo aquello que irrumpe en él como novedad, es fragmentaria y epigonal de ciertas formas ya practicadas en la narrativa anglosajona y francesa de los últimos veinte años y sostiene una visión del mundo de acuerdo a la cual el consumo cultural y los medios económicos que se requieren para financiarlo están al alcance de todos nosotros, de modo que el gran personaje de nuestros tiempos es el sujeto individual y el gran tema, sus hábitos de consumo.
Aunque parezcan antagónicas, las posturas y visiones de ambos grupos guardan grandes semejanzas, entre las cuales las más importantes son una concepción similar de la conformación de grupos como estrategia de penetración en el mercado literario y de construcción de la identidad autoral, una actitud belicosa ante los opositores y un uso exhaustivo de las nuevas posibilidades de promoción que han inaugurado las nuevas tecnologías. También, y principalmente, los emparenta su desinterés por el cuestionamiento de una sociedad que se articula en, y fomenta, la existencia de clases sociales y de las desigualdades que les otorgan sentido; más aún, la literatura sirve, de forma involuntaria o deliberada, a la perpetuación de ese estado de cosas mediante actitudes como la perpetuación de la ficción estatal de la igualdad de oportunidades y la negación de la existencia de las clases sociales o la afirmación tácita de que solo existieron en el pasado, que es lo que sucede con la mayor parte de la novela histórica, en particular la que tiene como tema la Guerra Civil española, que narra conflictos de índole ideológica y económica que se presume que tuvieron lugar en el pasado pero ya no sucederían más.

3
A menudo, e independientemente de su contenido –que puede ser explícitamente político o no–, los textos dan cuenta con su forma de su pertenencia o no a un repertorio de modos y de géneros literarios que son el resultado de las instituciones sociales de las que emerge la literatura. En otras palabras, toda obra formalmente conservadora es políticamente reaccionaria, no importa cuáles sean las ideas o las intenciones de su autor; lamentablemente, también lo son aquellos textos que pretenden innovar en el repertorio de las formas narrativas, y esto por varias razones, la principal de las cuales es que su apropiación del repertorio de formas y procedimientos de la literatura de las vanguardias históricas no es el resultado de un rechazo radical de las convenciones no solo narrativas de la época –como sucedía en el caso de las vanguardias– sino de la fetichización de la novedad y del experimentalismo, cuyo nicho en el mercado editorial es, aunque más reducido, tan relevante como los que ocupan la novela romántica, la histórica, los libros de cocina y los de autoayuda. La producción de textos experimentales que adoptan procedimientos de las vanguardias históricas como la descontextualización, la sustracción, la parodia, el sinsentido, la puesta en cuestión de la autoridad narrativa, la irracionalidad, la ausencia de linealidad, la fragmentación, la cita apócrifa, la utilización de gráficos y fotografías, la reescritura y la intertextualidad tiene como resultado la constitución de una vanguardia sin programa político, una vanguardia afirmativa de los valores dominantes –de los que emergen las convenciones literarias que supuestamente pondrían en cuestión– cuyo Dios es el mercado, al que sus principales actores parecen haberse entregado hace tiempo.
Que la tradición literaria ha dejado de ser el criterio determinante de evaluación de las obras narrativas y de incorporación al mercado literario queda de manifiesto en el hecho de que tanto autores como críticos desconocen –o fingen desconocer– esa tradición y el hecho de que esta tradición surge de disputas por la conformación de listas y de cánones y es el reflejo deformado de una lucha por la determinación del valor en literatura que es esencialmente una lucha por la autoridad y, por lo tanto, es política. Una buena parte de las obras a las que hago referencia dan la espalda a esa tradición literaria para emular ciertas experiencias de percepción contemporáneas en un mundo textualizado y saturado de información recibida de forma simultánea y no jerarquizada, lo que –desde luego– está muy bien; el problema es que su recreación de esas experiencias no surge de una distinción entre la acumulación de información y la producción de conocimiento y –lo que es aún peor, creo– no cuestiona a los poderes económicos que están detrás de esa información ni se pregunta si ese mundo del consumo anónimo e individual de contenidos en la red no está también destinado a ofrecer consuelo ante un mundo en el que las jerarquías sí existen y condicionan el acceso a la educación y al consumo no solo cultural de todos nosotros. Quien lo desee, puede utilizar la –en mi opinión– provocadora pero poco específica distinción que el ensayista y escritor argentino Damián Tabarovsky realiza en su texto Literatura de izquierda y preguntarse si este tipo de fábulas del acceso al mercado –acceso al mercado en un sentido doble: imaginario en el caso de sus lectores pero real en el de sus autores– no conforma, en realidad, una “literatura de derecha” del mismo modo en que lo hace la siempre irritante novela del humilde y abnegado miliciano que lucha en la Guerra Civil y legitima con su sacrificio a tantos gobiernos de centroderecha que han aspirado a la reconciliación nacional sin cambiar ni uno solo de los factores que alguna vez contribuyeron al surgimiento del conflicto que se nos pide ahora que perdonemos pero no olvidemos.
Fuente: http://www.letraslibres.com/revista/convivio/literatura-y-mercado