lunes, 22 de mayo de 2023

La crónica: Un espejo retrovisor_ CMGT

 

 

CERRARON LA TIENDA DE LA ESQUINA

C.M.G.T.

 

       Después de más de cincuenta años de servicio cerraron la tienda de la esquina de don Jorge «El Canoso», quien la había abierto en los albores de la década del cincuenta, una vez llegado a la ciudad y al barrio, huyendo de la violencia en Támesis, un pueblo del Suroeste de Antioquia.

       De niños íbamos allí a comprar los confites de menta y aguardiente, a echarle a escondidas una moneda al piano y escuchar la música bailable que se escuchaba en toda la esquina y que algunos tarareaban y bailaban con encanto y alegría. Allí nos mandaban a comprar la leche y los panes frescos para el desayuno antes de marchar a la escuela en aquellas mañanas trinadas de pájaros.

       En los diciembres la tienda vestía sus cuatro entradas con cadenetas y bolas de colores que repetían el eco de sus visos en las paredes, palmeras y aserrín en el piso; se hacía natilla y buñuelos, se mataba marrano con la cuota que ponían los clientes; no faltaba la pólvora, los globos y los regalos para los niños, ¡cómo olvidar la espada verde de plástico de mi héroe favorito que me dieron en la noche de navidad!

       En las paredes colgaban fotos a blanco y negro de personajes que no conocía, pero que poco a poco, y en la medida que iba creciendo, supe que se trataba de Carlos Gardel (¿quién como él para entonar El día que me quieras?), Charlie Chaplin sonriendo con una flor en la mano, «el loco» Omar Orestes Corbata en cuclillas y con las manos apoyadas en un balón y la Marilyn con el vestido levantado que a más de uno hizo suspirar y a algunas señoras hipocritonas santiguar.

       En sus mesas, y mientras el reloj no paraba de dar vueltas, hablábamos de triunfos y fracasos, de fútbol y de amores, contábamos el número de los que se iban muriendo. En esas mesas lloramos el asesinato de Cocho y Kiko dos de nuestros mejores amigos; de «Chacho» el más galán de la cuadra que se las dormía a todas (no se le escapó ni la hija de Pacho el, «duro» del barrio), del Flaco «Alza» que era el portero del equipo y cuando íbamos perdiendo corría a cabecear los tiros de esquina, lo encontraron muerto en la noche, recostado a un poste, con la botella a un lado, se fue muriendo despacito y en silencio.

       Muchos nos fuimos del barrio, pero yo seguía yendo un viernes o un sábado en la noche, o los domingos en la mañana a conversar con los amigos. Don Jorge murió hace dos o tres años. Sus hijos decidieron, finalmente, cerrar la tienda, que para muchos de nosotros fue meridiano o estación donde nos cruzamos todos los que vivimos en este barrio. Cuando cruzo por la esquina y me detengo al pie del local donde funcionó la tienda y donde hoy levantan un edificio de apartamentos, siento en el aire y en mi interior, en blanco y gris, una junta ya de recuerdos.

 

Un fin de semana con Pablo Escobar

Juan José Hoyos

 

Era un sábado de enero de 1983 y hacía calor. En el aire se sentía la humedad de la brisa que venía del río Magdalena. Alrededor de la casa, situada en el centro de la hacienda, había muchos árboles cuyas hojas de color verde oscuro se movían con el viento. De pronto, cuando la luz del sol empezó a desvanecerse, centenares de aves blancas comenzaron a llegar volando por el cielo azul, y caminando por la tierra oscura, y una tras otra, se fueron posando sobre las ramas de los árboles como obedeciendo a un designio desconocido. En cosa de unos minutos, los árboles estaban atestados de aves de plumas blancas. Por momentos, parecían copos de nieve que habían caído del cielo de forma inverosímil y repentina en aquel paisaje del trópico.

Sentado en una mesa, junto a la piscina, mirando el espectáculo de las aves que se recogían a dormir en los árboles, estaba el dueño de la casa y de la hacienda, Pablo Escobar Gaviria, un hombre del que los colombianos jamás habían oído hablar antes de las elecciones de 1982, cuando la aparición de su nombre en las listas de aspirantes al Congreso por el Partido Liberal desató una dura controversia en las filas del Nuevo Liberalismo, movimiento dirigido entonces por Luis Carlos Galán Sarmiento.

—A usted le puede parecer muy fácil —dijo Pablo Escobar, contemplando las aves posadas en silencio sobre las ramas de los árboles. Luego agregó mirando el paisaje, como si fuera el mismo dios—: No se imagina lo verraco que fue subir esos animales todos los días hasta los árboles para que se acostumbraran a dormir así. Necesité más de cien trabajadores para hacer eso… Nos demoramos varias semanas.

Pablo Escobar vestía una camisa deportiva muy fina, pero de fabricación nacional según dijo con orgullo mostrando la marquilla. Estaba un poco pasado de kilos pero todavía conservaba su silueta de hombre joven, de pelo negro y manos grandes con las que había manejado docenas de autos cuando junto con su primo, Gustavo Gaviria, competía en las carreras del autódromo de Tocancipá y de la Plaza Mayorista de Medellín.

—Todo el mundo piensa que uso camisas de seda extranjeras y zapatos italianos, pero yo sólo me visto con ropa colombiana —dijo mostrando la marca de los zapatos.

Se tomó un trago de soda para la sed porque la tarde seguía muy calurosa y luego agregó:

—Yo no sé qué es lo que tiene la gente conmigo. Esta semana me dijeron que había salido en una revista gringa… Creo que, si no me equivoco, dizque era la revista People… o Forbes. Decían que yo era uno de los diez multimillonarios más ricos del mundo. Les ofrecí a todos mis trabajadores y también a mis amigos diez millones de pesos por esa revista y ya han pasado dos semanas y hasta ahora nadie me la ha traído… La gente habla mucha mierda.

Pablo Escobar hablaba con seguridad, pero sin arrogancia. La misma seguridad con la que en compañía de su primo se montó en una motocicleta y se fue a comprar tierras por la carretera entre Medellín y Puerto Triunfo, cuando aún estaba en construcción la autopista Medellín-Bogotá. Después de comprar la enorme propiedad, situada entre Doradal y Puerto Triunfo, casi a orillas del río Magdalena, empezó a plantar en sus tierras centenares de árboles, construyó decenas de lagos y pobló el valle del río con miles de conejos comprados en las llanuras de Córdoba y traídos hasta la hacienda en helicópteros. Los campesinos, aterrados, dejaron durante un tiempo de venderle tantos conejos porque a un viejo se le ocurrió poner a correr el rumor de que unos médicos antioqueños habían descubierto que la sangre de estos animales curaba el cáncer. Escobar mandó a un piloto por el viejo y lo trajo hasta la hacienda para mostrarle lo que hacía con los animales: soltarlos para que crecieran en libertad. Ahora había conejos hasta en Puerto Boyacá, al otro lado del Magdalena.

Igual que con los conejos, Pablo Escobar consiguió un ejército de trabajadores para plantar palmas y árboles exóticos por el borde de todas las carreteras de la hacienda. Las carreteras daban vueltas, e iban y venían de un lugar a otro de forma caprichosa porque ya Escobar tenía en mente la construcción de un gran zoológico con animales traídos de todo el mundo.

Él mismo, durante muchos meses, dirigió la tarea de poblar su tierra con canguros de Australia, dromedarios del Sahara, elefantes de la India, jirafas e hipopótamos del África, búfalos de las praderas de Estados Unidos, vacas de las tierras altas de Escocia y llamas y vicuñas del Perú. Los animales alcanzaron a ser más de 200. Cuando el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) se los decomisaba, por no tener licencia sanitaria, Escobar enviaba un amigo a los remates. Allí los compraba de nuevo y los llevaba de regreso a la finca en menos de una semana.

Durante varios años, Pablo Escobar dirigió personalmente las tareas de domesticar todas las aves, obligándolas con sus trabajadores a treparse a los árboles por las tardes cuando caía el sol. Cosas parecidas hizo con los demás animales, tratando de cambiar la naturaleza y hasta sus hábitos. Por ejemplo, a un canguro le enseñó a jugar fútbol y mandó a traer desde Miami, en un avión, a un delfín solitario envuelto en bolsas plásticas llenas de agua y amarrado con sábanas para evitar que se hiciera daño tratando de soltarse. Luego, lo liberó en un lago de una hacienda situada entre Nápoles y el Río Claro.

En esa época, Pablo Escobar era representante a la Cámara y había sido elegido para ese cargo en las listas del Movimiento de Renovación Liberal que lideraba el senador Alberto Santofimio Botero, seguidor a su vez del candidato presidencial del Partido Liberal, Alfonso López Michelsen. La justicia sólo había proferido contra él una vieja orden de captura que reposaba sin ningún efecto jurídico en un oscuro juzgado de Itagüí. Por todo esto era fácil obtener una entrevista con él. Escobar se codeaba de tú a tú con todos los políticos de entonces y hasta había sido invitado a España por el presidente electo de ese país, Felipe González. En ese viaje lo acompañaron varios parlamentarios colombianos de los dos partidos. La policía española recibió informaciones de infiltrados en el mundo de la droga según las cuales el principal capo del narcotráfico colombiano se hallaba hospedado en un hotel de Madrid. Por este motivo, fuerzas especiales allanaron el edificio y detuvieron por un rato a varios asustados congresistas del Partido Conservador, que se habían acostado temprano. Los senadores, ya vestidos de pijamas, fueron requisados minuciosamente junto con sus equipajes. Mientras tanto Pablo Escobar tomaba champaña con varios amigos y periodistas colombianos en la suite presidencial adonde los había invitado Felipe González.

La entrevista con Pablo Escobar la ordenó Enrique Santos Calderón, columnista del periódico El Tiempo y en esa época director de la edición dominical. La conseguí con la ayuda de un locutor de radio de Medellín que tenía un programa muy popular y que había empezado a trabajar con Escobar como jefe de prensa. El locutor organizó un almuerzo en el hotel Amarú, que entonces era propiedad del primo de Escobar, Gustavo Gaviria. Durante el almuerzo, Pablo Escobar dio unas breves declaraciones desmintiendo al candidato del Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán, quien lo había expulsado públicamente de las filas del Nuevo Liberalismo durante una manifestación en el Parque de Berrío. En su discurso, Galán acusó públicamente a Escobar de tener nexos con el narcotráfico. Todo esto lo refutó Pablo Escobar ante los periodistas. Luego anunció su candidatura a la Cámara de Representantes por las listas del Movimiento de Renovación Liberal que dirigía el parlamentario Jairo Ortega Ramírez, uno de los lugartenientes más respetados de Santofimio en Antioquia y de López Michelsen en el país. Escobar resultó electo después de una singular campaña en la que sembró árboles por todos los barrios populares de Medellín y construyó e iluminó decenas de canchas polideportivas en los barrios pobres. Además, prometió públicamente a la gente que vivía en los tugurios del basurero de Moravia construir más de 200 casas para que en el futuro pudieran tener una vivienda digna.

Después del almuerzo, Pablo Escobar me hizo saber a través de su jefe de prensa, Alfonso Gómez Barrios, que me esperaba en la hacienda Nápoles, en Puerto Triunfo, durante el próximo fin de semana. Los guardaespaldas de Escobar me llamaron al día siguiente y me propusieron encontrarnos en la población de San Luis, adonde yo tenía que viajar para acompañar al entonces gobernador de Antioquia, Nicanor Restrepo Santamaría, a la inauguración de la escuela Juan José Hoyos, que lleva ese nombre en memoria de mi abuelo, un maestro de escuela del oriente de Antioquia.

—¿Cómo hago para encontrarlos si yo no los conozco? —les pregunté a los guardaespaldas de Escobar.

—Tranquilo que nosotros lo encontramos a usted…

Yo, por supuesto, no estaba tranquilo. Había tenido noticias sobre la amabilidad con que Escobar atendía a los periodistas, pero también sabía que todos sus empleados temblaban de miedo cuando él les daba una orden.

Llegué a San Luis poco después del mediodía del sábado. Mientras el gobernador pronunciaba su discurso inaugurando la escuela me di cuenta, muy asustado, de que mi hijo Juan Sebastián, de apenas dos años de edad, había desaparecido. Abandoné el acto y en uno de los corredores de la escuela encontré a un hombre moreno y de apariencia dura cargando a mi hijo. El hombre me miró con una sonrisa. Tenía cara de asesino. Nadie tuvo que explicarme que era uno de los guardaespaldas de Pablo Escobar.

De inmediato fui a buscar a Martha, mi esposa, y le dije que ya habían llegado por nosotros. En menos de un minuto abordamos mi carro, un pequeño Fiat 147 que los hombres de Escobar miraron con desprecio. Ellos subieron a una camioneta Toyota de cuatro puertas, con excepción del hombre con la cara de asesino. Él nos dijo que quería acompañarnos en mi carro para que no nos fuéramos a embolatar.

Cuando encendí el motor del auto y vi por el espejo retrovisor la camioneta Toyota con esos tres hombres, todos armados, me di cuenta de que estaba temblando. El hombre con cara de asesino trató de serenarme.

—Tranquilo, hermano, que usted va con gente bien…

En seguida abrió un morral que llevaba sobre sus piernas y sacó un teléfono satelital… ¡Un teléfono satelital en esos tiempos en los que en Colombia ni siquiera se conocían los teléfonos celulares!

—Aló, patrón. Aquí vamos con el hombre. Todo ok. Estamos llegando en media hora.

Cuando cruzamos el alto de La Josefina y empezamos a descender hacia el valle del Río Claro me fui tranquilizando poco a poco viendo por el espejo retrovisor cómo mi hijo jugaba con su madre. Sin embargo, para controlar mejor los nervios le propuse al hombre de la cara de asesino que paráramos en algún lado y nos tomáramos una copa de aguardiente.

—Hágale usted tranquilo, hermano, que yo no puedo. Si le huelo a aguardiente al patrón, me manda a matar.

Nos detuvimos un par de minutos en una fonda junto al Río Claro. Yo bajé solo del carro y me tomé dos tragos. Martha, Juan Sebastián y el guardaespaldas me esperaron sin decir ni una palabra. Lo mismo hicieron los guardaespaldas que venían detrás, en la camioneta Toyota.

Llegamos a la hacienda Nápoles cuando ya iban a ser las cuatro de la tarde. La primera cosa que me impresionó fue la avioneta que estaba empotrada en un muro de concreto, en lo alto de la entrada. La gente, que siempre habla, decía que ésa era la avioneta del primer kilo de cocaína que Escobar había logrado meter a los Estados Unidos. Después me impresionaron los árboles alineados en perfecto orden a lado y lado de una carretera pavimentada y sin un solo hueco. Empezamos a ver los hipopótamos, los elefantes, los canguros y los caballos que corrían libres por el campo verde. Mi hijo le dio de comer a una jirafa a través de la ventanilla del auto, con la ayuda del guardaespaldas. A medida que nos adentrábamos en la hacienda íbamos cruzando puertas custodiadas por guardianes. En cada puerta, el guardaespaldas mostraba una tarjeta escrita de su puño y letra por el patrón. Con la tarjeta, las puertas se abrían de inmediato como obedeciendo a un conjuro mágico. Junto a una de las últimas había un carro viejo montado en un pedestal. Era un Ford o un Dodge de los años treinta y estaba completamente perforado por las balas.

—¿De quién es ese carro? —le pregunté al hombre con cara de asesino.

—Lo compró el patrón…. Era el carro de Bonnie and Clyde.

Después de atravesar la última puerta cruzamos un bosque húmedo lleno de cacatúas negras traídas del África y otros pájaros exóticos cazados en todos los continentes. Al final estaba la entrada a la casa principal de la hacienda. Bajé del carro, otra vez asustado, y alcé a mi hijo en brazos. Martha abrió la maleta del Fiat y bajó el equipaje. Pensábamos quedarnos dos días de acuerdo con la invitación de Escobar.

Lo primero que encontré caminando hacia la casa fue una ametralladora montada sobre un trípode. Me dijeron que era un arma antiaérea. Más adelante había un toro mecánico que un técnico traído desde Bogotá estaba reparando. En la piscina, dos hombres se bañaban. Uno de ellos estaba un poco entrado en años. Por los uniformes y las insignias que habían dejado al borde de la piscina me di cuenta de que eran dos coroneles del ejército.

En ese momento apareció Pablo Escobar. Me saludó con una amabilidad fría, pero llena de respeto por mi oficio y por el periódico para el cual trabajaba. Estaba recién motilado y lucía un bigote corto. En su cara, en su cuerpo y en su voz aparentaba tener aproximadamente unos 33 años.

Me invitó a sentarme en una de las sillas que bordeaban la piscina donde los coroneles seguían disfrutando de su baño.

Junto a la mesa donde empezamos a hablar había un traganíquel marca Wurlitzer, lleno de baladas de Roberto Carlos. La que más le gustaba a Escobar era “Cama y mesa”. Desde que eran novios, él se la dedicaba (…).

 

 

NOTAS EN LA BITÁCORA

 

§  Hay que ganarse el derecho a publicar cosas inútiles.

§  Al escribir perfiles se juega con la reputación de las personas.

§  Hay que ser responsables con el personaje de quien se habla. Uno puede ir haciendo daño con mala o buena onda.

§  El lector es un infiel y un traidor. Es un enigma.

§  El trabajo se sintetiza en tomar decisiones éticas en cada línea.

§  El perfil es un texto de autoayuda.

§  La crónica es literatura a presión, a vapor, que no es lo mismo que una mala literatura.

§  Hay 4 tipos de cronistas: el protagonista, el testimonial, el documental y el que diluye su voz.

§  Los ricos de Latinoamérica no son parodiables, porque ellos mismos se parodian.

§  La búsqueda es de temas locales que se universalicen.

 

jueves, 11 de mayo de 2023

Un viaje a través de la lectura y los libros_ CMGT

 

LA BIBLIOTECA

El aire es allí diferente.
Está erizado todo por una corriente
Que no viene de este o aquel texto,
Sino que los enlaza a todos
Como un círculo mágico.
El silencio es allí diferente.
Todo el amor reunido, todo el miedo reunido,
Todo el pensar reunido, casi toda la muerte,
Casi toda la vida y además todo el sueño
Que pudo despejarse del árbol de la noche.
Y el sonido es allí diferente.
Hay que aprender a oírlo
Como se oye una música sin ningún instrumento,
Algo que se desliza entre las hojas,
Las imágenes, la escritura y el blanco.
Pero más allá de la memoria y los signos que la imitan,
Más allá de  los fantasmas y los Ángeles que copian la memoria
Y desdibujan los contornos del tiempo,
Que además carece de dibujo,
La biblioteca es el lugar que espera.
Tal vez sea la espera de todos los hombres,
porque también los hombres son allí diferentes.
O tal vez sea la espera de que todo lo escrito
Vuelva nuevamente a escribirse,
Pero de alguna otra forma, en algún otro mundo,
Por alguien parecido a los hombres,
Cuando los hombres ya no existan.
O tal vez sea tan solo la espera
De que todos los libros se abran de repente,
Como una metafísica consigna,
Para que se haga de golpe la suma de toda la lectura,
Ese encuentro mayor que quizá salve al hombre.
Pero, sobre todo, la biblioteca es una espera
Que va más allá de letra,
Más allá del abismo.
La espera concentrada de acabar con la espera,
De ser más que la espera,
De ser más que los libros,
De ser más que la muerte.

Este hermoso poema acerca de la biblioteca, pertenece al poeta argentino Roberto Juarroz, y es parte de su “Poesía Vertical”.

 

 

 

PREFACIO DEL LIBRO

CÓMO LEER Y POR QUÉ, DE HAROLD BLOOM

 

        No hay una sola manera de leer bien, aunque hay una razón primordial por la cual debemos leer. A la información tenemos acceso ilimitado; ¿dónde encontraremos la sabiduría? Si uno es afortunado se topará con un profesor particular que lo ayude; pero al cabo está solo y debe seguir adelante sin más mediaciones. Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos en mi experiencia, es el placer más curativo. Lo devuelve a uno a la otredad, sea la de uno mismo, la de los amigos o la de quienes pueden llegar a serlo. La lectura imaginativa es encuentro con lo otro, y por eso alivia la soledad. Leemos no sólo porque nos es imposible conocer bastante gente, sino porque la amistad es vulnerable y puede menguar o desaparecer, vencida por el espacio, el tiempo, la comprensión imperfecta y todas las aflicciones de la vida familiar y pasional.

        Este libro enseña cómo leer y por qué, y avanza afianzándose en una multitud de ejemplos y muestras: poemas cortos y largos, cuentos y novelas. No debe pensarse que la selección es una lista exclusiva de qué leer, se trata más bien de una muestra de obras que mejor ilustran por qué leer. La mejor forma de ejercer la buena lectura es tomarla como una disciplina implícita; en última instancia no hay más método que el propio, cuando uno mismo se ha moldeado a fondo. Como yo he llegado a entenderla, la crítica literaria debería ser experiencial y pragmática antes que teórica. Los críticos que son mis maestros - en particular el Dr. Samuel Johnson y William Hazlitt - practican su arte a fin de hacer explícito, con cuidado y minuciosidad, lo que está implícito en un libro. En las páginas que siguen, ya trate con un poema de A. E. Housman o una pieza teatral de Oscar Wilde, con un cuento de Jorge Luis Borges o una novela de Marcel Proust, siempre me ocuparé sobre todo de modos de percibir y comprender lo que puede y debe hacerse explícito. Dado que para mí la cuestión de cómo leer nunca deja de llevar a los motivos y usos de la lectura, en ningún caso separaré el "cómo" y el "por qué". En "¿Cómo se debe leer un libro?", el breve ensayo final de su Lector Común (Volumen II), Virginia Woolf hace esta encantadora advertencia: "Por cierto, el único consejo que una persona puede darle a otra sobre la lectura es que no acepte consejos". Pero luego añade muchas disposiciones para el gozo de la libertad por parte del lector, y culmina con la gran pregunta "¿Por dónde empezar?" Para llegar a los placeres más hondos y amplios de leer, "es preciso no dilapidar ignorante y lastimosamente nuestros poderes". Parece pues que, mientras uno no llegue a ser plenamente uno mismo, recibir consejos puede serle útil y hasta esencial.

        Woolf, por su parte, había encontrado asesoramiento en Walter Pater (cuya hermana le había dado clases), y también en el Dr. Johnson y los críticos románticos Thomas de Quincey y William Hazlitt, sobre el cual hizo esta maravillosa observación: "Es uno de   esos raros críticos que han pensado tanto que pueden prescindir de la lectura." Woolf pensaba incesantemente, y nunca dejaba de leer. Tenía buena cantidad de consejos para dar a otros lectores, y a lo largo de este libro yo los he adoptado muy contento. El mejor es recordar: "Siempre hay en nosotros un demonio que susurra 'amo esto, odio aquello' y es imposible callarlo." Yo no puedo callar a mi demonio, pero en fin, en este libro lo escucharé únicamente cuando susurre "amo", porque aquí no pretendo entablar polémicas; sólo quiero enseñar a leer.

 

 

FRAGMENTO DE LEER Y OÍR LEER, DE ANTONIO CASTILLO GÓMEZ

 

       (…) Los libros no son nada, o casi nada, sin la lectura, esto es, solo adquieren su verdadero sentido al ser leídos». Esta toma de posición radical desde las primeras líneas nos pone sobre aviso del eje que vertebra todo el libro. La perspectiva de Antonio Castillo Gómez se enmarca en la transformación que recientemente ha experimentado la historia del libro, a la cual se ha sumado la historia de la lectura. Dicha orientación se fundamenta en la estética de la recepción, teniendo en cuenta que, para comprender la escritura en toda su complejidad, es necesario un estudio de la lectura.

       Según lo anterior, el acto de lectura no es un acto pasivo, sino que, desafiando cierta lógica sustancialista, la lectura reacciona ante el texto, reinterpretándolo. Leer es una actividad interpretativa e inconclusa, como la obra invisible del escritor del relato ‘Pierre Menard autor del Quijote de Borges’. Este énfasis en la recepción nos alerta de una característica esencial de lo escrito. Los textos no son unidades indivisibles. Su carácter fragmentario se suplementa –aunque su apertura seguirá siendo radical, puesto que las posibilidades de lectura, recepción y reinterpretación son inagotables– con la constante relectura. La pluralidad e indeterminación de lectores y situaciones implica que el texto jamás es idéntico así mismo, sino que va cambiando a medida que va siendo leído y que se produce una «fusión de horizontes», como ha dejado bien establecido Gadamer, entre los factores que componen el entramado de sentido. En definitiva, el texto no es inmutable, sino que es un producto cultural variable. Igualmente, este dispositivo se encuentra, constantemente sometido a las mediaciones sociales que son su condición misma de posibilidad.

 

 

FRAGMENTO DE SOBRE LA LECTURA,

DE ESTANISLAO ZULETA

 

(…) Al final del prólogo de la Genealogía de la moral Nietzsche dice que requiere un lector que se separe por completo de lo que se comprende ahora por el hombre moderno. El hombre moderno es el hombre que está de afán, que quiere rápidamente asimilar; “por el contrario, mi obra requiere de lectores que tengan carácter de vacas, que sean capaces de rumiar, de estar tranquilos”. Nietzsche dice que “existe la ilusión de haber leído, cuando todavía no se ha interpretado el texto. Y esa ilusión existe por el estilo mísero en que escribe.

 

Pero él va más lejos, el texto que viene más a la mano es el Zaratustra y se encuentra en el primer discurso del Zaratustra. Dice Nietzsche que va a contar la manera como el espíritu se convierte en primer lugar en camello, el camello se convierte en león y éste

se convierte finalmente en niño.

Nietzsche dice que primero el espíritu se convierte en camello, es el espíritu que admira, que tiene grandes ideales, grandes maestros. Por ejemplo, en el caso de Nietzsche, Schopenhauer, y una inmensa capacidad de trabajo y dedicación; el camello es el espíritu sufrido, el espíritu que busca una comunidad con cualquier cosa. –Es un aspecto que se refiere al pensamiento, todo el Zaratustra es una teoría del pensamiento–. Si no se logra leer así, no se entiende nada; pero el espíritu no es sólo eso, admiración, dedicación, fervor, y trabajo; el espíritu es también crítica, oposición y entonces dice que el espíritu se convierte en león; Como león se hace solitario casi siempre y en el desierto se enfrenta con el dragón lleno de múltiples escamas y todas esas escamas rezan una misma frase: tú debes. Entonces el espíritu se opone al deber, es el espíritu rebelde, el que toma el tú debes como una imposición interna contra la cual se rebela, que mata todas las formas de imposición y de jerarquía, pero que todavía se mantiene en la negación. Y dice Nietzsche que el león se convierte finalmente en niño y explica así: el niño es inocencia y olvido, un nuevo comienzo, y una rueda que gira, una santa afirmación. Eso ya no es rebelión contra algo; la rebelión contra algo sigue estando determinada por aquello contra lo cual uno se rebela, de la manera en que por ejemplo el blasfemo sigue siendo religioso, porque para pegarle una puñalada a una hostia hay que ser tan religioso como para tragársela; es inocencia y olvido; olvido en Nietzsche es una fórmula muy fuerte, una potencia positiva.

 

 

 

NOTAS EN LA BITÁCORA

 

·       Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida.

                                                                       Mario Vargas Llosa.

·         De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria. Jorge Luis Borges.

·         En muchas ocasiones la lectura de un libro ha hecho la fortuna de un hombre, decidiendo el curso de su vida. Ralph Waldo Emerson.

·         La lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo. Joseph Addison.

·         Lee y conducirás, no leas y serás conducido. Santa Teresa de Jesús.

·         Que otros se ufanen de los libros que han escrito; a mí me maravillan los que he leído. Jorge Luis Borges.

·         Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro. Emily Dickinson.

·         Un libro hermoso es una victoria ganada en todos los campos de batalla del pensamiento humano. Honoré de Balzac.

·         El hallazgo afortunado de un buen libro puede cambiar el destino de un alma.

Marcel Prévost.

·         Carecer de libros propios es el colmo de la miseria. Benjamín Franklin.

 

 

sábado, 6 de mayo de 2023

El ensayo parte dos _ Recopilación y Producción Carlos Mario Garcés Toro

 

EL ENSAYO PARTE DOS

 

No hay peor pobreza que la pobreza del lenguaje, que

                                    trae la pobreza de los pensamientos y emociones.

Víctor Sengler.

 

 

ENSAYO SOBREEL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO,

DE VIKTOR FRANK

 (Viena, Austria, 1905-1997)

 

  Por Julio Injoque

 

ENSAYO EXPOSITIVO

 

 

La Segunda Guerra Mundial fue uno de los eventos más espantosos en la historia del hombre. Los derechos de innumerables personas fueron vulnerados y se pudo ver cómo la violencia no tiene límites cuando está acompañada de intereses egoístas. Esta realidad fue la que experimentó Viktor Frankl, quien pasó tres años sobreviviendo las inhumanas condiciones de los campos de concentración nazis. Estas vivencias, junto a sus conocimientos en neurología y psicología, hicieron posible que en 1946 publicase su libro más famoso, El hombre en busca de sentido.

 

Esta obra relata con mucho detalle el modo de vida dentro de los campos de concentración, mostrando cómo el exterminio era llevado a cabo por los oficiales alemanes. En medio de este entorno, y muchas veces al borde de la muerte, Viktor Frankl logró mantener la cordura suficiente para luego reflexionar sobre la condición humana.

 

El hombre en busca de sentido está conformado por varias partes, pero cabe destacar tres que se entienden como fases qué atravesaban los prisioneros. En primer lugar, se encuentra el internamiento, donde las personas eran movilizadas en grandes grupos a través del tren. Los vagones solo contaban con un respiradero, situación que aumentaba la desesperación de la gente. De esta forma los prisioneros se iban acostumbrando al horror, y empezaban a ver la muerte como una vía de escape frente al sufrimiento.

 

Luego estaba la vida en lo mismo campos, es aquí donde todo rastro de voluntad empieza a desaparecer. Los recién llegados aún experimentan sentimientos como la nostalgia, recordando a sus familiares y seres queridos, pero esto es contrastado por el rechazo y repugnancia que les produce su entorno. Las emociones se van adormeciendo y la apatía se apodera de la mente. El autor explica que este es el mecanismo de defensa que utilizaron para afrontar el dolor, los abusos y la crueldad.

 

La última fase corresponde a la liberación. Los prisioneros que lograron sobrevivir son ajenos al mundo, y experimentan un estado llamado “despersonalización”. Todo lo que los rodea les parece irreal, como parte de un sueño del que pueden despertar. Algunos consiguen reintegrarse a la sociedad y asumen lo ocurrido como una pesadilla que han logrado superar, mientras que otros son consumidos por la amargura y desilusión.

 

A partir de su propia experiencia, Viktor Frankl concluye en El hombre en busca de sentido que todas las personas tenemos la capacidad de vencer las dificultades que se presentan en nuestro camino. Lo importante es descubrir aquella verdad que nos motiva, la cual sirve como esperanza ante cualquier tipo de situación. Estas son las bases de la logoterapia, un tratamiento científico que desarrolló en función de la voluntad como motivación primaria.

 

 

ENSAYO INTRODUCTORIO AL LIBRO CÓMO LEER Y POR QUÉ,

DE HAROLD BLOOM

(USA, 1930-2019)

 

 

No hay una sola manera de leer bien, aunque hay una razón primordial por la cual debemos leer. A la información tenemos acceso ilimitado; ¿dónde encontraremos la sabiduría? Si uno es afortunado se topará con un profesor particular que lo ayude; pero al cabo está solo y debe seguir adelante sin más mediaciones. Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos en mi experiencia, es el placer más curativo. Lo devuelve a uno a la otredad, sea la de uno mismo, la de los amigos o la de quienes pueden llegar a serlo. La lectura imaginativa es encuentro con lo otro, y por eso alivia la soledad. Leemos no sólo porque nos es imposible conocer bastante gente, sino porque la amistad es vulnerable y puede menguar o desaparecer, vencida por el espacio, el tiempo, la comprensión imperfecta y todas las aflicciones de la vida familiar y pasional. Este libro enseña cómo leer y por qué, y avanza afianzándose en una multitud de ejemplos y muestras: poemas cortos y largos, cuentos y novelas. No debe pensarse que la selección es una lista exclusiva de qué leer, se trata más bien de una muestra de obras que mejor ilustran por qué leer. La mejor forma de ejercer la buena lectura es tomarla como una disciplina implícita; en última instancia no hay más método que el propio, cuando uno mismo se ha moldeado a fondo. Como yo he llegado a entenderla, la crítica literaria debería ser experiencial y pragmática antes que teórica. Los críticos que son mis maestros - en particular el Dr. Samuel Johnson y William Hazlitt - practican su arte a fin de hacer explícito, con cuidado y minuciosidad, lo que está implícito en un libro. En las páginas que siguen, ya trate con un poema de A. E. Housman o una pieza teatral de Oscar Wilde, con un cuento de Jorge Luis Borges o una novela de Marcel Proust, siempre me ocuparé sobre todo de modos de percibir y comprender lo que puede y debe hacerse explícito. Dado que para mí la cuestión de cómo leer nunca deja de llevar a los motivos y usos de la lectura, en ningún caso separaré el "cómo" y el "por qué". En "¿Cómo se debe leer un libro?", el breve ensayo final de su Lector Común (Volumen II), Virginia Woolf hace esta encantadora advertencia: "Por cierto, el único consejo que una persona puede darle a otra sobre la lectura es que no acepte consejos". Pero luego añade muchas disposiciones para el gozo de la libertad por parte del lector, y culmina con la gran pregunta "¿Por dónde empezar?" Para llegar a los placeres más hondos y amplios de leer, "es preciso no dilapidar ignorante y lastimosamente nuestros poderes". Parece pues que, mientras uno no llegue a ser plenamente uno mismo, recibir consejos puede serle útil y hasta esencial. Woolf, por su parte, había encontrado asesoramiento en Walter Pater (cuya hermana le había dado clases), y también en el Dr. Johnson y los críticos románticos Thomas de Quincey y William Hazlitt, sobre el cual hizo esta maravillosa observación: "Es uno de esos raros críticos que han pensado tanto que pueden prescindir de la lectura." Woolf pensaba incesantemente, y nunca dejaba de leer. Tenía buena cantidad de consejos para dar a otros lectores, y a lo largo de este libro yo los he adoptado muy contento. El mejor es recordar: "Siempre hay en nosotros un demonio que susurra 'amo esto, odio aquello' y es imposible callarlo." Yo no puedo callar a mi demonio, pero, en fin, en este libro lo escucharé únicamente cuando susurre "amo", porque aquí no pretendo entablar polémicas; sólo quiero enseñar a leer.

 

 

EL JUEGO*

ALEJANDRO LÓPEZ

(Medellín, 1876-1940)

 

 

El juego es la actividad que consiste en el empleo ordenado de las facultades por el agrado que su ejercicio produce. El hombre es un ser organizado para la actividad, hacia la cual le impulsan constantemente los órganos; el reposo es estado pasajero y temporal, necesario para la recuperación de fuerzas. El hombre contemporáneo emplea una buena parte de sus energías en el trabajo, al cual dedica próximamente la mitad de su tiempo de vigilia; la otra mitad, resta- das las horas de reposo y de refectorio, la dedica usualmente al juego; una minoría, variable según el estado de desarrollo intelectual y económico de cada país, reemplaza el juego por el ejercicio de algún empeño favorito o afición, y algunos hombres, ejercen las tres actividades alternativamente, dándole así mayor variedad e intensidad a la vida.

Fue el juego, indudablemente, la primera actividad del hombre primitivo; al menos se infiere así del estudio de las tribus salvajes durante el período histórico. El escaso desarrollo mental, la carencia de recursos artificiales y el con- tacto inmediato y continuo con la naturaleza, lo inducían a la caza y a la pesca como medios de ejercitar su actividad, y a la danza, como medio de entretenimiento social y afectivo; más tarde aparecieron los juegos sedentarios, como las cartas, ajedrez, etc., propios para distraer las veladas de invierno o los ocios de la ciudad. Finalmente, de años atrás vienen extendiéndose los juegos deportivos reglamentados y que llevan en casi todas las lenguas el nombre inglés de origen:  foot-ball, tennis, baseball, boxeo, cricket, alpinismo, polo, etc.

Tratemos de establecer ahora algunas analogías y diferencias entre las dos actividades de que hemos venido tratando y la del juego. El juego, como el trabajo, es posible sin la iniciativa que requieren las actividades favoritas; tiene de común con la actividad económica y con la predilecta el ser ejercicio de facultades; pero en tanto que el género de trabajo puede no coincidir con las aficiones o preferencias del trabajador, el del juego y el de la actividad favorita son y deben ser de libre elección para cada individuo y se ejercitan con atención espontánea; el juego, sin embargo, se diferencia de la actividad favorita en que de ésta resulta algo o se trata de crear algo, mientras que del juego no resulta sino el agrado o placer de las facultades en actividad, y si hay triunfo es en contra de obstáculos buscados exprofeso, no hallados o confrontados en el curso de una obra.

Cuando el individuo posee capacidades excepcionales para un juego dado, al que por lo mismo se dedica con fervor y aun apasionadamente, el juego tiende a convertirse en actividad predilecta. También se observa que jugadores distinguidos se tornan en profesionales, pasando del juego al empeño favorito y de éste al trabajo en el mismo género de deporte. Inversamente, se observa que algunas personas trabajan por mero deporte, porque le hace falta emplear de ese modo sus facultades, aunque por otra clase de consideraciones no han menester trabajar y aún desearían suspender esa ocupación.

Hay una forma de actividad favorita que tiende a convertirse en simple ejercicio de facultades sin la menor ventaja social, tanto en el género de las actividades manuales como en el de las intelectuales. El hobby literario, por ejemplo, puede resultar un verdadero juego intelectual sin más consecuencias que el agrado del agente, sin ventaja alguna para la sociedad.

Finalmente, anotaremos que los juegos deportivos no dejan de tener sus influencias sobre el trabajo. A más de ser muy adecuados para el cultivo de la salud y la resistencia física, y de la benéfica influencia sobre el temperamento del individuo, obsérvese que los deportes son medios irreemplazables para educarlo en disciplinas que el trabajo presupone y requiere, tales como la fuerza de voluntad, el hábito de exactitud y precisión, la aptitud para subordinarse y coordinarse, el juicio rápido y certero seguido de la acción instantánea consiguiente bajo sanciones inmediatas, el hábito de obrar en  team o acción conjunta en que el uno suple las deficiencias del otro y todos subordinan su triunfo personal al del grupo en perfecta cooperación, etc. Además, quienes se preocupen por investigar las condiciones en que el trabajo da más alto rendimiento no pueden limitar su campo al período del trabajo diario, sino que deben extenderlo a circunstancias que influyen directa o indirectamente en su productividad, como el alojamiento, el descanso y el sueño, lo mismo que el empleo que el trabajador haga de las horas restantes de su vigilia; y es claro que los deportes le brindan al trabajador un cambio de actividad física y mental que efectuará una recuperación más o menos completa de fuerzas y de atención para el trabajo.

A este respecto conviene observar que hay tanta analogía entre las tres actividades que venimos comparando, que bien puede atribuírsele al juego el origen del trabajo, y no a la esclavitud, como lo atribuyen algunos. Es racional suponer que, de pescar, a cazar y subyugar animales, el hombre pasara a aprovecharlos para sus necesidades, en cuanto escasearon los frutos espontáneos.  La esclavitud vendría más tarde, al refinarse la satisfacción de necesidades orgánicas y de defensa o agresión, empleando las víctimas de la derrota (como una concesión, en lugar de sacrificarlas) en las fabricaciones y trabajos semejantes; al menos es más lógico suponer que el esclavo reemplazó al amo en los trabajos más duros, dejándole a éste más tiempo para sus juegos, que aceptar que antes de haber esclavos no existiese trabajo alguno. En todo caso, la teoría del origen del trabajo como natural secuencia del juego es más fecunda y de proyecciones más ilimitadas que la otra. Es más fecundo, en efecto, suponer que el juego sirvió de introducción al trabajo, y que por eso el hombre tiende a transformarlo en juego, que derivar de la esclavitud las formas superiores de trabajo hacia las cuales tiende la humanidad.

 

* Game en inglés, aunque la idea del autor queda mejor expresada por el verbo inglés to play, que se emplea ya se trate de juegos de cartas, de deportes, ejecuciones musicales o representaciones teatrales, etc.

 

 

 

 

DETONANTE PARA LA PRODUCCIÓN

NARRATIVA O POÉTICA

 

 

FIGURA LITERARIA

 

LA PROSOPOPEYA

 

La prosopopeya o personificación es una figura que consiste en atribuirle el don de la palabra a plantas, animales o a objetos inanimados como una silla, un cuadro, un libro, etc.

 

MONÓLOGO DE LA URRACA

Carlos Mario Garcés Toro

 

                                        Parada una urraca

                                        en la rama de un abeto

                                        pensaba y se decía:

                                        -Vida buena la mía

                                        que no tengo que pensar

                                        en que comeré mañana

                                        como si lo hace el de la granja

                                        que agitado acumula

                                        y en su ancha cama se ahoga

                                        por no encontrar llenura

                                        su apetito voraz,

                                        y sin acordarse que un día

                                        vendrá la parca

                                        y sin decirle nada

                                        se lo llevará.