miércoles, 21 de diciembre de 2022

María Mercedes Carranza ...


Poetisa y periodista colombiana nacida en Bogotá el 24 de mayo de 1945 y fallecida el 11 de julio de 2003. Hija del poeta y diplomático Eduardo Carranza y de Rosa Coronado, viajó desde temprana edad a Europa en compañía de su padre, donde se establecieron en España y Francia. De esta manera, María Mercedes Carranza tuvo la oportunidad de conocer e interactuar con algunos de los poetas más reconocidos de la época; entre ellos, Panero, Rosales, Ridruejo y Luis Felipe Vivanco. Concluyó sus estudios en la Universidad de los Andes, donde obtuvo una licenciatura en Filosofía y Letras.

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Ejerció el periodismo trabajando para periódicos como El Siglo de Bogotá y El Pueblo de Cali, donde dirigió las páginas literarias Vanguardia y Estravagario, esta última con su esposo, el escritor Fernando Garavito. Durante trece años fue jefe de redacción de la revista Nueva Frontera. Durante los años que precedieron su muerte estuvo a cargo de la sección de crítica literaria de la revista Semana.
En el ámbito político, María Mercedes Carranza apoyó la campaña a la presidencia de Luis Carlos Galán por medio del movimiento Nuevo Liberalismo y fue parte de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 representando el movimiento Alianza Democrática M-19. En al año 1986 asumió la dirección de la Casa de Poesía Silva, en la que trabajó hasta el día de su muerte.

Al revisar sus constelaciones familiares es inevitable no elaborar conjeturas sobre la predestinación de convertirse en una artista e intelectual. Hija del reconocido poeta y diplomático Eduardo Carranza y su tía abuela materna fue la escritora Elisa Mújica.

Su padre representó una figura presente desde pequeña y hasta la edad adulta: mientras sus otros hijos estaban en un internado en España, María Mercedes estaba ahí, en casa. Ella creció, los lazos afectivos entre el padre y la hija también.

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A un nivel más personal, la triste situación del país la afectó directamente cuando su hermano Ramiro Carranza fue secuestrado por las FARC. Por esta razón, hasta poco antes de su muerte lideró una campaña por la paz que buscaba la liberación de los secuestrados.

Después de sufrir una larga depresión, María Mercedes Carranza se quitó la vida el 11 de julio de 2003 en su apartamento de Bogotá al tomar una sobredosis de píldoras antidepresivas. Tenía 58 años de edad cuando falleció. Un año después de su muerte, la Casa de Poesía junto con el Ministerio de Cultura y la Editorial Alfaguara, publicaron un libro editado por su hija Melibea Garavito Carranza, que contiene cinco poemas inéditos de Carranza.

Fue autora de Vainas y otros poemas (1972), Tengo miedo (1983), Maneras de desamor (1993), Hola, soledad (1987), El canto de las moscas (1997). Dirigió la Casa de Poesía Silva entre el 24 de mayo de 1986 y el 11 julio de 2003. Desde el centro cultural gestionó eventos masivos con los que logró posicionar a la poesía en la agenda cultural nacional. Entre los eventos estuvieron La poesía tiene la palabra en 1987 en Bogotá, Medellín, Cali y Cartagena; Alzados en Almas en 2000 y Descanse en paz la guerra en 2003. María Mercedes Carranza fue una de las máximas exponentes de la poesía en Colombia.

Bogotá 1982, un poema de María Mercedes Carranza

Nadie mira a nadie de frente,
de norte a sur la desconfianza, el recelo
entre sonrisas y cuidadas cortesías.
Turbios el aire y el miedo
en todos los zaguanes y ascensores, en las camas.
Una lluvia floja cae
como diluvio: ciudad de mundo
que no conocerá la alegría.
Olores blandos que recuerdos parecen
tras tantos años que en el aire están.
Ciudad a medio hacer, siempre a punto de parecerse a algo
como una muchacha que comienza a menstruar,
precaria, sin belleza alguna.
Patios decimonónicos con geranios
donde ancianas señoras todavía sirven chocolate;
patios de inquilinato
en los que habitan calcinados la mugre y el dolor.
En las calles empinadas y siempre crepusculares,
luz opaca como filtrada por sementinas láminas de alabastro,
ocurren escenas tan familiares como la muerte y el amor;
estas calles son el laberinto donde he de andar y desandar
todos los pasos que al final serán mi vida.
Grises las paredes, los árboles
y de los habitantes el aire de la frente a los pies.
A lo lejos el verde existe, un verde metálico y sereno,
un verde Patinir de laguna o río,
y tras los cerros tal vez puede verse el sol.
La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida;
nos unen el cansancio y el tedio de la convivencia
pero también la costumbre irremplazable y el viento.



Fuente : https://www.uniandinos.org.co/enterate/maria-mercedes-carranza-poeta-colombiana

 

martes, 24 de mayo de 2022

Vindicación de Luis Tejada – Pablo Montoya

 

Vindicación de Luis Tejada 

Pablo Montoya

El cronista Luis Tejada.
El cronista Luis Tejada.

Por: Pablo Montoya

Bajo y magro. De labios gruesos, ojos de un oscuro melancólico y un bigote que es apenas una línea de sombra. Así lo dibujó Ricardo Rendón. Y el caricaturista le puso, además, un pelo negro e hirsuto y un vestido ajustado y pantanero. Tejada nació en Barbosa, en 1898, cuando Antioquia era una provincia en la que conservadores retardatarios crecían como flores silvestres. Fue precoz en la inteligencia literaria y prolijo en la escritura de la crónica. En esto último gozó de un privilegio que solo él tiene en Colombia: fue el precursor y al mismo tiempo el más alto ejemplo de un tipo de literatura en donde la brevedad y la contundencia del lenguaje son cruciales. Su vida fue corta e intensa y estuvo colmada por la felicidad de las letras, la bohemia y los viajes. Se la pasó de un lado a otro, por Antioquia, la costa Atlántica y el altiplano cundiboyacense. Y, entre tanto, poseído por un frenesí increíble, escribió 655 textos que representan uno de los momentos más deliciosos y plenos de la literatura colombiana. Prueba de ello son su magistral dominio de la exactitud verbal, la lucidez de su visión y la sabia ironía que atraviesan el horizonte de sus consideraciones. Sus padres, educados bajo los principios del liberalismo radical, hicieron que Tejada fuera un ave rara, dueña de una fresca rebeldía, en un ámbito en el que predominaban la sumisión y la beatería. Pero mientras los progenitores realizaban desde sus pedagogías campañas contra el licor y otros vicios semejantes, el hijo los practicaba con inobjetable placer.

Desde muy temprano, Tejada se inmiscuyó en lo que fue lo más importante de las dos primeras décadas del siglo XX que le correspondieron: la incipiente modernización de un país que parece estar destinado a la barbarie bucólica de sus selvas, sus montañas y sus llanos. Como Montaigne, defendía la virtudes anárquicas del ocio. Como Lafargue, alababa las glorias prodigadas por la pereza. Y hacer estos elogios en su tiempo era ir en peligrosa contravía. Le encantaban las muchachas, y si eran hermosas e inteligentes todavía más, y decía que solo escribía para el solaz de ellas. Leía por simple esparcimiento y no por el afán de conseguir alguna erudición. Detestó siempre el arrasador anhelo de sus coetáneos antioqueños por conseguir dinero a como diera lugar. Creía que la estolidez del país y su atraso vergonzoso se debía a sus dirigentes políticos, a sus ricos pedestres y al papel que la Iglesia católica ocupaba en todo ello. Como pocos en su entorno, defendió a los marginados y pensó que no había otra utopía posible para la humanidad que la del comunismo. En sus crónicas hay alabanzas a Lenin, a los poetas rusos de la revolución Bolchevique, a las luchas proletarias. Tejada desapareció muy ligero y no tuvo el tiempo suficiente para que su entusiasmo se tiñera de sospechas. De haber vivido un poco más –murió en Girardot, en 1924, de una voraz mezcla de tuberculosis, sífilis y cáncer–, se hubiera dado cuenta del destino siniestro, de la monstruosidad totalitaria, que le esperaba al comunismo soviético y a todos los que vendrían después.

Su visión del mundo, acaso por su juventud, acaso porque entendía que esa era la base de la condición humana, era contradictoria. Hoy elogiaba el aeroplano, la locomotora, la bala del revólver. Mañana despotricaba contra el progreso y sus formas de controlar la higiene pública. Tejada prefería besar con la boca sucia de microbios y no con la pulcritud dada por la crema dental. Como crítico de la sociedad fue también un crítico de la cultura. Sus crónicas de esta índole son de una inteligencia plausible. No vaciló en decir, por ejemplo, que para que Colombia saliera de su bruma literaria, las nuevas generaciones debían estallar en mil pedazos la gramática y derribar los pódium ocupados por sus cultores. Para él no había otro camino que lanzar la literatura, si esta quería renovarse, por las sendas de lo desconocido, la audacia y la revuelta. En ese entonces, en que Colombia iba pasando de su falaz arcadia campesina a la pesadilla de sus urbes masificadas, los altares eran Marco Fidel Suárez y Guillermo Valencia. Contra ellos, el joven Tejada, desde las tribunas de sus crónicas, arrojó granadas refrescantes. Y el sentido de sus críticas sigue siendo vigente en una Colombia azotada por el facilismo literario de las plumas periodísticas, por una novelística atravesada de todo tipo de criminales y un realismo mágico tristemente oficializado.  Ahora que he leído sus crónicas, no me cabe duda de que es uno de los grandes de nuestra literatura. Aunque su grandeza no es majestuosa, ni aparatosa, ni gloriosa. Su obra goza del tinte de lo secreto, de lo cotidianamente inolvidable, de la amable tibieza que deja lo íntimo y lo pequeño. Sin embargo, Tejada es todavía un desconocido entre nosotros. Con su cuerpo desgarbado, descansando en el sillón, en su mano larga un libro, el humo de su pipa revoloteando por la atmósfera –así lo pintó una vez más Ricardo Rendón–, Tejada sigue a la espera de sus lectores. Pero si estos no aparecen, él levantará los hombros con desdén y seguirá durmiendo, plácido, entre las volutas del humo.

Pablo Montoya

Fuente: https://literariedad.co/2015/03/22/vindicacion-de-luis-tejada-pablo-montoya/

miércoles, 13 de abril de 2022

Ni Putin ni Zelenski Apología de la paz - Faber Cuervo

 F C

Economista –Universidad de Antioquia-.


Provocaron tanto hasta que lo lograron. Poderosos gobiernos de Occidente acosaron, acusaron y acorralaron al Oso Siberiano. Lo enfurecieron, ahora esgrime sus zarpas. Lo empujaron hacia la guerra. Ahí la tienen de nuevo, como si ella fuera una necesidad de la humanidad. Como si hiciera falta otra diversión en los canales televisivos: más morbo, pánico, discursos de odio. La verdad es que sí necesitan la guerra para mover la economía, para ajustar el orden mundial, para vender armas y sumar alianzas.


Volodímir Zelenski y Vladimir Putin, presidentes de Ucrania y Rusia, son los protagonistas de esta novela con un reparto extenso. Un ex comediante muy coqueto con la Unión Europea y la OTAN. Y un practicante de artes marciales, conservador y muy crítico con los errores políticos de sus antecesores. Ambos son descendientes de los pueblos eslavos orientales, de una tradición cultural rica en historia, arte, literatura, arquitectura, música: la fenecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas –URSS-. Por lo tanto, herederos del primer país donde se ensayó otro sistema económico político que pretendió sustituir al capitalismo. Zelenski, dirige a Ucrania, un país hermoso, con ciudades de magnifica arquitectura, cuya capital Kiev es más antigua que Moscú, la capital de la Federación Rusa. El territorio de Ucrania tiene mucha historia, cultura y arte. País generoso con los inmigrantes; muchos profesionales extranjeros trabajan allí; alberga estudiantes de distintos continentes. Es potencia agrícola. Dispone de energía nuclear.  


No aplaudimos ni al agresor, ni al agredido en este conflicto, tampoco las acciones que atizan más la guerra Rusia - Ucrania. No les importa la vida de sus pueblos. Condenamos los ataques de Rusia porque mueren civiles y militares de ambos países. Deben detenerse los ataques, sentarse todos los involucrados, entre ellos los actores secundarios (gobiernos de EEUU y Europa), para aclarar qué quiere cada uno, e impedir un escalamiento hacia una Guerra Mundial. Putin justifica su agresión con razones de defensa y seguridad. Los EEUU y sus aliados de la OTAN dicen que es un ataque no provocado. La verdad que empieza a conocer el mundo es que esa invasión sí fue provocada. 


Bases militares de EEUU y La OTAN vienen cercando a Rusia en sus fronteras. Bases de EEUU son desplegadas en Asia Meridional, en el sudeste asiático, en el litoral Pacífico, en Latinoamérica. 750 bases a miles de kilómetros de EEUU… ¿fines defensivos? Y el periodismo occidental grita: “Putin es una amenaza para el mundo”. Pero nada dice de aquellas bases que intimidan países y continentes. Es que también existen invasiones de primera, segunda y tercera categoría. Las de tercera son invisibles para Occidente (Vietnam, Yugoeslavia, Afganistán, Irak, libia, siria); mientras que las de primera (Ucrania) hacen elevar el grito a los cielos. Y se devela que la atención a los refugiados depende de su color de piel, y del Ingreso Per Cápita de sus países de origen. Los ucranianos son recibidos con todas las garantías por Polonia, Hungría y Rumania, países que tienen guardas fronterizos que impiden la entrada de inmigrantes africanos y asiáticos, acosados por la miseria y el hambre.   


El presidente de Ucrania prestó su país para jugar a los intereses expansionistas de Occidente, sabiendo el riesgo que corría dado el compromiso de la OTAN de no involucrarse en los países limítrofes con Rusia. Ucrania estaba en el camino de adherirse a la Unión Europea y la OTAN, lo cual pondría los misiles de la alianza occidental a cinco minutos de Moscú, amenazando la integridad de la Federación Rusa. Zelinski también permitió la violación de los derechos humanos, la persecución y matanza de la comunidad ruso parlante, habitantes de la región del Donbas en el suroeste del país. Su cercanía a Europa y hostilidad hacia Rusia, permitió que fuera utilizado para crear esta guerra entre hermanos. Ucrania era una de las repúblicas soviéticas disgregadas en 1991. Ahora, hundido su país en una carnicería y destrucción, posa de héroe, y los dirigentes de Europa lo ponen como ejemplo a seguir. 


Zelinski arma a la población civil; pide aviones, tanques y armas para “defender” a su país; y solicita el ingreso inmediato a la Unión Europea; también pide dejar de importar crudo de Rusia y endurecer las sanciones económicas contra este país. Es decir, echa más leña a ese fogón que humea en el bello país ucraniano. Sigue el libreto de la guerra en la que venía empeñado con sus socios occidentales. No le importa sacrificar a su pueblo, no le importa que ese conflicto escale a una guerra orbital. El comportamiento de este presidente no puede ser ejemplo, máxime que la contención de Rusia a tantas provocaciones durante más de 20 años, era la crónica de una guerra anunciada. Europa no ha valorado a Rusia, país que se ha comportado más como un socio económico europeo proveedor de hidrocarburos, y no como una amenaza para su seguridad. 


Hoy no habría guerra en Ucrania si este país hubiera cumplido el Protocolo de Minsk -2014-, en el que se comprometía a no perseguir a la comunidad parlante rusa de la región del Donbas. Si no hubiera masacrado ciudadanos de Luhansk y Donetsk. Si el gobierno de Ucrania junto con el de EEUU hubieran votado contra la resolución antinazi promovida por la ONU en 2021. No habría guerra si EEUU y su instrumento la OTAN, hubiesen cumplido con los acuerdos post caída de la antigua URSS, en que se comprometían a no avanzar sus bases militares hacia el este de Europa. No la habría si hubieran escuchado los reclamos de Rusia durante décadas. No la habría si EEUU no hubiera minado a Europa con armas nucleares que amenazan la paz mundial. No la habría si la OTAN fuera una organización defensiva y no expansiva para intimidar supuestos enemigos, invadir países, matar sus presidentes, saquear sus recursos naturales. No la habría si la humanidad estuviera mejor informada, si los medios de comunicación no callaran ante las atrocidades y crímenes de una OTAN imperialista. 


Italia y Alemania envían armas a Ucrania. No han aprendido de su propia historia.  Vivieron en su territorio dos conflagraciones pavorosas. ¿Por qué se dejan arrastrar a nuevas aventuras bélicas? ¿Cómo permiten ser instrumentos de una superpotencia que los usa para desestabilizar, invadir y robar países? Si Europa es la cuna de valores como la fraternidad, la igualdad y la libertad. Dicen ayudar al pueblo de Ucrania; sin embargo, lo arrojan a la hoguera. No han dejado su mentalidad colonialista. Apoyaron invasiones a pueblos indefensos a los que la “Comunidad Internacional” ignoró. Pueblos de tercera que tenían materias primas. Ahora, despotrican de los bombardeos de Rusia sobre Ucrania; nunca condenaron los bombardeos sobre Irak, Libia, Siria, y los palestinos. ¿En qué ha evolucionado la humanidad? ¿Para qué sirven las Naciones Unidas? Si seguimos aplaudiendo la aniquilación de la vida que es sagrada. Si matamos la esperanza, la inocencia. ¿En qué se diferencia el presente instrumentalizador de hoy con respecto al pasado colonialista?


Los gobiernos del mundo apoyan a Ucrania o a Rusia. Lo hacen por cálculo político y económico, no por defender la vida de los pueblos. La paz no es tan rentable como la guerra. Occidente capitalista, desbordada en codicia, le ha apostado a la rentabilidad de la guerra, al acaparamiento de recursos naturales, al cambio climático, a la imposición de mercados y venta de armas en países destruidos. Esa lógica opera en los bloques que se disputan la supremacía económica. El capitalismo imperante va de guerra en guerra destruyendo los tejidos sociales de los pueblos. El régimen mundial de competencia y rapacidad construyen sigilosamente tentaciones para la confrontación. La guerra siempre estará a punto de saltar en el borde de cualquier noche. Las luchas imperiales están más vivas que hace 2.000 años. La debacle duerme en las entrañas del sistema capitalista. La unión no existe en ningún continente. Europa no es la Unión Europea sino la Desintegración Europea. Sólo la une el intercambio comercial, el turismo cultural, la alianza militar (OTAN). Con el conflicto en Ucrania varios de sus políticos empiezan a reaccionar y a culparse los unos a los otros por dejarse dominar de EEUU. 


Si Rusia logra sus objetivos en Ucrania, nace un nuevo orden mundial en forma de reequilibrio geopolítico. Ya los EEUU y la OTAN no podrán seguir su voracidad hacia el Oriente. EEUU tendrá una contención en su manía de fabricar guerras en territorios lejanos, evitando que ocurran en su propio suelo. Les quedara más difícil crear guerras para vender armas, y una vez logrado que se maten entre otros, entrar para “salvar” esos países. Pocos creerán la acusación eterna de que Rusia es el agresor. Rusia es otro país capitalista, gran competidor de los países capitalistas de Occidente. Cuando era comunista hizo un gran sacrificio que salvó a la humanidad de una pesadilla. Fueron los rusos los que doblegaron a Hitler. Esa hazaña costó la vida de 20 millones de soviéticos. Putin dice que no quiere repetir el error de dejarle coger ventaja a un nuevo Hitler. Indudablemente, la motivación principal del actual asalto ruso sería adelantarse a una amenaza que implica la instalación de bases de la OTAN en Ucrania; pero, no se descartan otros planes como la salida del presidente Zelenski, la anexión de territorio, el control de centrales nucleares.


La democracia, la libertad y la paz son los pilares de la estabilidad de las naciones. Sin ellas el mundo no camina con alegría. Cualquier atropello a ellas vulnera la tranquilidad regional y mundial. Quienes más han actuado contra la guerra son las personas, las víctimas y las organizaciones civiles que han denunciado oportunamente todos los acontecimientos que empujan a la guerra. Desde que existen armas nucleares, el mundo ha estado a un clik en un botón para convertirse en polvo radioactivo. Y estos botones están a la mano de una única ideología que controla todo el orbe: la codicia capitalista. La representa EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia, China, India, Paquistán, Irán, Corea del Norte. Los más poderosos de estos países son imperialistas. Biden representa el capitalismo corporativo multinacional, Putin el capitalismo oligarca ruso. En el mundo no existe ni comunismo ni socialismo. Sólo hay capitalismo.


El problema central de la humanidad va más allá de trilladas discusiones entre izquierda y derecha, entre capitalismo y comunismo (que no existe). El desafío consiste en cómo evitar que cualquier gobernante con poder nuclear le dé por hundir el botón. Aquí es donde aparecen los movimientos antiguerra. Se adelantan a cualquier suceso que pueda motivar al escalamiento del conflicto. Los pacifistas saben que cualquiera de ellos puede hundir el botón. Pero también saben que quienes más empujan en esa dirección son los EEUU, quien ha logrado integrar a 30 países en la OTAN, los controla y los arrastra a cometer provocaciones, invasiones, crímenes, saqueos de riquezas. 


El mundo está lleno de hipocresía, ingenuidad, cobardía, complacencia, falsos pacifistas, injusticias, engaño, desinformación. El mundo indolente y desconocedor de la historia también es culpable de que estemos a puertas de una conflagración mundial. Pero la verdad empieza a emerger en las entrañas de los poderosos. El parlamentario alemán Petr Bystron acaba de decir a sus colegas en el Deutscher Bundestag que “Es la OTAN la que se acercó a las fronteras de Rusia, y ¿cuál es el precio de ello? Ahora, hombres y jóvenes mueren, ucranianos y rusos. Y en el plano geopolítico empujaron a Rusia a los brazos de China. Rusia siempre fue un gobierno europeo. Los rusos lo advirtieron hace 15 años en este lugar, en el Bundestag alemán. En el 2007, Putin ofreció una arquitectura común de la seguridad en Europa, pero ustedes dijeron no. Ustedes ignoraron todas las advertencias, y el resultado de esto es una guerra en Europa y ustedes también son culpables”. En términos similares, se manifestó el candidato a la presidencia de Francia, Jean Luc Melenchon. Dijo que “desde el 2014 vengo repitiendo una y otra vez que Rusia no se dejará humillar durante mucho tiempo si seguimos empujando a la OTAN en sus fronteras, que es un peligro que nunca aceptarán. La postura política que me propongo encarnar si soy presidente de la República Francesa es el no alineamiento porque creo que es la condición para la paz. La OTAN es el campo de los derrotados, de los que no cumplen su palabra, que abandonan a la gente en el camino, ¡no se puede confiar en ellos!”. Se comprende la preocupación del político alemán, de que Rusia se vaya con China, porque eso significa que se separa la integración fluida de las economías europeas con Rusia. ¿Cómo no calcularon esto los gobiernos de la UE? ¿Cómo se dejan arrastrar a algo que era previsible y se podía neutralizar? El conflicto no sólo afecta económicamente a Rusia, a Europa también, y vaya de qué forma.


La gran mayoría de habitantes de Occidente sólo condenan al “demoníaco” Putin. Saludan las sanciones económicas, morales, deportivas, y las resoluciones de las Naciones Unidas. Llaman a apoyar militarmente a Ucrania. O sea, se hace apología de la guerra. El periodismo usa adjetivos calificativos, no contextualiza, alaba el heroísmo de Zelenski, el envío de armas, la formación de defensas civiles, las sanciones financieras a Rusia. Se demuestra una vez más, el fracaso de la razón, la subvaloración del periodismo preventivo. Se azuza la guerra, unos a favor de Occidente, otros a favor de Rusia. La propaganda de los Miedos de Comunicación convirtió el periodismo en mercenarismo mediático, que alienta a los consumidores a alinearse con Zelenski y aislar a Putin. No hay que alinearse con ninguno. La alineación debe ser con la vida, la paz y la prosperidad de Ucrania y Rusia. El apoyo debe ser tanto a los ucranianos como a los rusos que se oponen a la guerra y se declaran en desobediencia civil. Los pueblos del mundo deberían apostar hacia un mundo sin OTAN, sin bases militares intimidantes, sin amenazas expansionistas de ningún país, sin chantajes de los ricos hacia los pobres, sin hambre, sin racismos ni xenofobias, en democracia y libertad. Ni ocupantes invasores, ni ejércitos agrediendo a su propio pueblo. Nada para la guerra, todo para la vida digna. “No hay naciones. Sólo hay humanidad. Y si no llegamos a entender eso pronto, no habrá naciones, porque no habrá humanidad”, dijo alguna vez Isaac Asimov, ese gran escritor de ciencia ficción. 


Envigado –Colombia-.

Marzo 6 de 2022


Recordar... Escritores nacidos en el mes de Abril , el mismo día y compartir una de sus obras ...

 Abril... 


1- Milan Kundera (La insoportable levedad del ser), Fernando del Paso (Noticias del imperio), Nikolái Gógol (Almas muertas), Hiromi Kawakami (El cielo es azul, la tierra blanca)


2- Émile Zola (La bestia humana), Hans Christian Andersen (La sirenita y otros cuentos)


3- George Herbert (El templo)


4- Marguerite Duras (Hiroshima con amor), Stanley G. Weinbaum (Una odisea marciana)


5- Robert Bloch (Psicosis)


6- Dan Andersson (Svarta Ballader)


7- Gabriela Mistral (Desolación) Premio Nobel de Literatura 1945


8- Emil Cioran (Del inconveniente de haber nacido), John Fante (Pregúntale al polvo)


9- Charles Baudelaire (Las flores del mal)


10- Paul Theroux, Stephan Heym


11- Sándor Márai (Divorcio en Buda)


12- Tom Clancy (Peligro inminente)


13- Samuel Beckett (Esperando a Godot) Premio Nobel de Literatura 1969, Jean-Marie Gustave Le Clézio (Desierto) Premio Nobel de Literatura 2008, Seamus Heaney (Muerte de un naturalista) Premio Nobel de Literatura 1995


14- Erich von Däniken (Recuerdos del futuro)


15- Henry James (Otra vuelta de tuerca),  Tomas Tranströmer (Góndola fúnebre) Premio Nobel de Literatura 2011


16- Anatole France (La isla de los pingüinos) Premio Nobel de Literatura 1921


17- Thorton Wilder (El octavo día)


18- Joy Gresham (Anya)


19- Riccardo Bacchelli (El molino en el Po)


20- Arto Paasilinna (El año de la liebre)


21- Charlotte Brontë (Jane Eyre)


22- Vladimir Nabokov (Lolita), Guillermo Cabrera Infante (Tres tristes tigres), Ana María Shua (La muerte como efecto secundario), Henry Fielding (Tom Jones)


23- Maurice Druon (Serie de Los reyes malditos), Halldór Laxness (Bajo el glaciar) Premio Nobel de Literatura 1955


24- Carl Spitteler (Primavera olímpica) Premio Nobel de Literatura 1919


25- Leopoldo Alas "Clarín" (La regenta)


26- Roberto Arlt (Los siete locos), William Shakespeare (Hamlet), Vicente Aleixandre (La destrucción o el amor) Premio Nobel de Literatura 1977, A.E. van Vogt (Los fabricantes de armas)


27- Rafael Guillén (Maeda)


28- Terry Pratchett (Dioses menores), Roberto Bolaño (Los detectives salvajes), Harper Lee (Matar a un ruiseñor)


29- Alejandra Pizarnik (Extracción de la piedra de la locura)


30- Jaroslav Hasek (El buen soldado Svejk), Larry Niven (Mundo anillo)

Fuente: Fuente: https://lecturasindispensables.blogspot.com/2016/11/escritores-que-nacieron-tu-mismo-dia.html

domingo, 13 de marzo de 2022

Tremendo baño de agua se echaron con el premio Nobel 2022, por Abunda Lagula, de Tanzania.

 Ciudadanos y Ciudadanas 

Tremendo baño de agua se echaron con el premio Nobel 2022, comparto ese discurso:


Pronunciado por Abunda Lagula, de Tanzania, al recibir el Nobel de literatura.


Por: Marcelo Colussi

  20/02/2022 [Mundo].


Acepto su blanco premio sólo a condición que ustedes reconozcan en público que con un Premio Nobel dado a un negrito no se está resarciendo la infamia histórica


Recreación de lo que podría haber sido un discurso que evoca a los pronunciados por los grandes revolucionarios africanos del siglo XX.


Como no sé mucho de formalidades –ni pretendo saberlo– saludo y agradezco por igual a todas y todos los presentes. Es para mí un honor estar hoy aquí, delante de tanta gente distinguida, sabiendo que el mundo entero está viendo esta ceremonia. Espero, por tanto, no defraudar a nadie con estas humildes y breves palabras que, por fuerza, debo pronunciar. Si defraudo, espero que no sea demasiado. Y en el peor de los casos, si defraudo demasiado, espero sepan perdonarme. Por último, el Premio está ya otorgado, y eso demostraría que fue un error concedérmelo, como yo efectivamente pienso.


No sé si en verdad me merezco tan alto galardón. En lo personal, creo que no. Me da a pensar, incluso, que efectivamente fue una equivocación. Yo, como tantas veces lo he dicho, no soy un escritor; muchos menos, un escritor genial que se merezca esta distinción.


Quiero empezar mi discurso excusándome si no puedo expresarme con toda la soltura y belleza que se esperaría lo haga un Premio Nobel de Literatura. Sucede que mi lengua materna no es el inglés, sino el suahili, idioma que hablé toda mi vida con mucha mayor propiedad, desde mi aldea natal en la selva hasta el día de hoy. Si he escrito en la lengua de Shakespeare –con todo el perdón de los clásicos puristas británicos– eso se debe a la herencia que la Reina de los Mares nos legara, a partir de la intromisión que tuvo en nuestro continente.


¿Ustedes se imaginan a la Reina de Inglaterra o al Presidente de la Cámara de los Lores hablando suahili? Yo, realmente, no. ¿Y por qué yo tengo que hablar en inglés? ¿Por qué hoy tengo que llevar este –perdónenme por el epíteto– estúpido traje negro y este –para mi gusto al menos– ridículo moño? ¿Usaría el Primer Ministro británico nuestros trajes típicos para alguna de nuestras ceremonias?


De todos modos, no quiero insistir con esta cuestión de las presentaciones: hablo en inglés, pobremente quizá, y uso un traje que me resulta incómodo. Pero no deseo extenderme en este aspecto sino excusarme, en segundo término, por mi falta de información. No podría, ni remotamente, lucirme con una parafernalia de datos sobre la historia y la situación actual de mi país: Jamhuri ya Muungano wa Tanzania –mi raza, mi continente– como lo hiciera en una ceremonia similar mi –me provoca cierto nerviosismo pronunciar la palabra– “colega”, el también galardonado con este premio, el latinoamericano García Márquez.


En ocasión de recibir su premio, aquí mismo, hace ya años, asombró a todos con una pieza oratoria tan llena de datos, tan rica en información, que creo le podría valer, ella misma, otro premio. No, yo no dispongo de todo ese saber. Sé que vengo de un lugar pobre, uno de los lugares más pobres del planeta, con más hambre que otra cosa, pero no podría abundar en precisiones al respecto. Ahí están los informes de Naciones Unidas para eso.


Créanme: no soy escritor, no me tengo por tal. Fui en mis años juveniles, igual que otro colega, también ganador del Nobel –Saramago, el vate portugués– cerrajero. Si fuera un lírico, un exquisito maestro de las letras como lo es él, podría decir que ese juvenil oficio me permitió, años después, abrir los cerrojos del espíritu humano. Pero no, los defraudo. Creo que sigo siendo, de alma, más cerrajero –y mecánico de automóviles, y maestro rural, como también lo he sido– que escritor.


Llegué a la literatura casi fortuitamente, nunca me preparé para eso. No estudié formalmente nunca nada ligado a las bellas artes, no asistí a taller literario alguno. Lamento decepcionarlos si esperaban otra cosa. Empecé a escribir casi como una necesidad visceral: no podía quedarme callado ante las calamidades que a diario veía en mi país, la miseria, la injusticia. Era tan horripilante todo eso –y sigue siéndolo, sin dudas– que me pareció necesario dejar constancia ante la historia de tanta monstruosidad. ¿Por qué los negros sufrimos tanto? Como no tenía cámara fotográfica ni teléfono celular para tomar fotos, y mucho menos como no podía plasmarlo en una película, pensé que tenía que escribir sobre esa realidad. De haber tenido habilidades plásticas, se los aseguro, hubiera pintado; de más está decir que no las tengo.


Como ven, entonces, no soy un inspirado por las Musas. ¿Los sigo defraudando? Simplemente me limité a poner en un papel –les aclaro que jamás he usado una computadora para escribir– lo que sentía sobre lo que veía a diario. ¿Ustedes saben lo que es comer cada dos días… con buena suerte, claro? No pretendo en absoluto ser melodramático y contarles las infamias más grandes que se puedan imaginar buscando conmoverlos y hacerles derramar una lágrima. Creo que eso es una inmoral pornografía de la miseria. Si quieren conmoverse, visiten los lugares de donde yo vengo, y que me inspiraron a escribir aquello por lo que hoy me premian.


Insisto: no sé si soy merecedor de esta tan distinguida presea. No soy un escritor bello –no estoy hablando de “mi” belleza; me considero más bien feo, de verdad. No soy un estilista, un sutil y delicado rapsoda, un mago de las palabras. Hay muchísimos que así han entendido la literatura– y yo también, en definitiva, creo que eso es el arte literario. Pero yo no soy de esos. Soy más bien rústico, torpe incluso. No pinto bellezas; hablo, simplemente, de la sufrida vida de mi gente, de mi sufrida vida.


Intuyo que se me confiere ahora este premio con un valor simbólico: un negro –¡un negro!– de uno de los países más pobres que hay. ¿No se trata de una compensación, una forma de resarcimiento? Los que han leído mi obra –que por cierto no son muchos– saben que no soy un elegante maestro del lenguaje. ¿Por qué, entonces, este galardón? Lo agradezco, claro, no dejo de estar contento; creo que es importante aceptarlo, justamente porque soy un negro de un país extremadamente pobre. ¿Pero no es un poco tardío el reconocimiento?


Les aseguro que no soy un resentido contra los blancos. Aunque no les interese saberlo –nadie me lo está preguntando– uno de mis mejores amigos en mi país es un blanco. Ustedes, los aquí presentes, la reina de Suecia, toda esta gente importante y acostumbrada a llevar estos trajes que a mí me parecen camisas de fuerza pero que, para ustedes, son algo de lo más cotidiano, todos ustedes no son los responsables directos de nuestras infinitas penurias, como negros y como pobres. ¿O si?


¿Quién es el culpable, entonces? En lo que hoy día es Tanzania se sabe que apareció el primer ser humano de la historia, hace varios millones de años, y de allí se desplazó por todo el planeta. Por lo que, permítaseme decirlo así, los blancos, rubios y de ojos celestes actuales son negros desteñidos. ¿Por qué quedamos tan atrasados? ¿Por qué hemos debido sufrir tantas tropelías? ¿Ustedes se imaginan Europa repartida desde un escritorio, o debajo de un árbol, en una reunión de los jefes africanos? La Conferencia de Berlín no fue un chiste, un invento, una quimera. Ahí repartieron mi continente, mi gente, mis recursos, como niños que reparten un pastel. ¿Lo sabían, verdad? El 26 de febrero de 1885, en Berlín, Alemania, 14 varones representantes de otros tantos países –ninguno africano, valga aclarar–, y presididos por el canciller teutón von Bismarck, sentados frente a un mapa del África jugaron a repartirse el continente.


Ustedes, se los digo con todo corazón, ustedes no son los responsables. Ustedes heredaron esa historia. Ustedes son blancos, ricos, que no saben nada de lo que es el hambre, y que hoy –¡qué bueno que así sea!– pueden tener un poco de conciencia, de vergüenza mejor dicho, y pensar en promover un símbolo como lo que en estos momentos se está consumando en esta sala: reconocer la monstruosidad que sus antepasados cometieron premiando, quizá inmerecidamente, a un negro, con un preciado trofeo internacional.


Yo se los agradezco, muy hondamente, con toda mi alma. Pero vuelvo a decirles lo mismo: quizá no soy merecedor a esto en tanto escritor. Quizá, sí, en tanto negro, en tanto pobre. Hasta ahora he sobrevivido muy magramente, con trabajitos informales o con sueldos del Estado. Ya se imaginan entonces cómo puedo haber sobrevivido. Nunca viví como escritor. Quizá ahora, devenido Premio Nobel, mi suerte cambie. No me atrevería a decir: mi próxima “buena suerte”; simplemente una suerte distinta.


Quizá, como dijo otro colega –ya le perdí el miedo a esta palabra, ya empezó a gustarme–, el igualmente laureado con el Nobel, sobreviviente a los campos de concentración, y símbolo también, el húngaro Kertész, una vez obtenido ese galardón conoció la tercera dictadura, luego de la nazi y la bolchevique: la dictadura del dinero –la menos incómoda, se apresuró a aclarar. Tal vez eso me suceda: ahora llegarán los laureles, los reflectores de la prensa, los amigos que son como sombras: aquellos que lo siguen a uno solamente porque hay sol. Tal vez –yo diría que casi con seguridad así sucederá– me atosiguen con conferencias y presentaciones públicas. ¡Yo, un modesto cerrajero y maestro de escuela! ¿No es un poco desproporcionado todo esto? ¿Qué podría transmitirles yo?


Probablemente ustedes esperaban un brillante intelectual, un experto en cuestiones literarias, un profundo pensador. Pues no. Déjenme decirles que no soy eso; aunque quisiera, no podría serlo –y sigo decepcionándolos. Por otro lado –aclaración importante– no quiero serlo tampoco. Ahora ocupo un cargo medio en el Ministerio de Educación de Tanzania. No sé si realmente hago bien lo que hago, pero al menos creo mucho en lo que llevo a cabo. En mi país alrededor del 30 por ciento de la población no sabe leer ni escribir –eso se ve mucho más aún en las mujeres. Por eso, les decía, desde el Ministerio tenemos tanto que hacer por delante.


Imagínense: en un país de analfabetos, donde llegar a la escuela secundaria ya es muy difícil, y la Universidad es casi un lujo inaudito, ¿a quién le pueden importar unos cuantos cuentos sobre la miseria diaria? Allí la miseria se vive día a día, hora a hora, no es necesario leerla en un libro.


Por todo eso creo que es algo desmedido estar recibiendo el Premio Nobel hoy aquí. Podría no aceptarlo, como en su momento hizo Jean-Paul Sartre. Pero, en realidad, no me parece lo mejor proceder así. Lo acepto, siempre con la idea que no lo merezco, que hay mejores escritores que yo –y lo digo muy sinceramente; yo soy un simple juglar popular que habla de las cosas cotidianas, de la miseria cotidiana. Pero lo acepto justamente por el valor de símbolo que entiendo conlleva. Lo acepto, con una condición: que los aquí presentes tomen todos –yo ya lo tomé– el genuino compromiso de revertir la situación que vive el África.


Sí, así como oyen. ¿Los decepciono? ¿No se esperaban esto? Bueno, perdonen, pero creo que no estoy pidiendo nada fuera de lugar. ¿En nombre de qué derecho mi población, mis hermanos, fueron convertidos en esclavos? ¿Con qué derecho nos han saqueado históricamente como lo han hecho las potencias occidentales? ¿Por qué estamos condenados a ser los vencidos, los olvidados, los marginales, los miserables? ¿Por qué tenemos que vivir de las infames limosnas de la caridad internacional, siempre deficientes, siempre a destiempo? ¿Con qué derecho se nos quiere hacer pagar una inmoral, insoportable y nefasta deuda externa que ningún habitante del África ha contraído directamente? ¿Cómo olvidar los siglos de explotación, de ignominia, de degradación que nos tocó soportar, solo por ser negros? ¿Por qué estamos condenados a soportar una enfermedad como el VIH-SIDA, guerras fratricidas que nos inventan desde fuera de nuestras fronteras, saqueo inmisericorde de nuestros recursos?


¿Y si fuera cierto que pedimos que, a partir de ahora, la monarca del Reino Unido de Gran Bretaña y la Irlanda del Norte –y por qué no también sus súbditos– hablen idioma suahili? ¿Y por qué tenemos que aceptar tomar Coca Cola y comer Mc Donald’s? ¿Acaso no tenemos comidas decentes en nuestros pueblos? ¿Con qué derecho se considera que “la cultura” debe tener por símbolo un Partenón griego –como es la representación de la UNESCO– y no, por ejemplo, uno de nuestros bohíos? ¿Quién nos ha hecho creer que los blancos son más “cultos” que los negros? ¿Por qué los negros estamos condenados, si bien nos va, a ser deportistas profesionales? –los gladiadores modernos para el circo contemporáneo. ¿Acaso los negros no podemos ser más que delincuentes cuando habitamos en el mundo de los blancos? ¿Es ese nuestro destino? ¿Inmigrantes ilegales, ladrones, barrios marginales?


Acepto su blanco premio, señoras y señores, sólo a condición que ustedes reconozcan en público, aquí, delante de todas estas cámaras de televisión, que con un Premio Nobel dado a un negrito no se está resarciendo una mierda la infamia histórica, el despojo descomunal y la injusticia infinita que se ha cometido en contra de nuestros pueblos.


Acepto este blanco premio, no diré manchado de sangre, pero sí condicionado por sus asquerosos billetes de bancos occidentales, sólo a condición que quede claro que esto es un inicio –algo payasesco por cierto– de un proceso de reparación que debe llevar años, siglos quizá. ¿Quién nos va a devolver los bosques desaparecidos? ¿Quién, cómo y cuándo va a pedirnos perdón por la esclavitud a que nos forzaron? ¿Creen ustedes, por casualidad, que este premio remedia algo? ¡Ni mierda! Pero lo acepto de todos modos. Muchas gracias.


mcolussi.blogspot.com".

Recordar... Escritores nacidos en el mes de Marzo , el mismo día y compartir una de sus obras ...

 Marzo



1- Ryunosuke Akutagawa (Rashomon), Ralph Ellison (El hombre invisible)


2- Tom Wolfe (La hoguera de las vanidades), Enrique Gaspar ( El anacronópete), John Irving (El mundo según Garp), William Ospina (El país de la canela)


3- William Godwin (Caleb Williams), Arthur Machen (El gran dios pan)


4- James Ellroy (L.A. Confidencial), Khaled Hosseini (Cometas en el cielo), Ryszard Kapuscinski (Ébano)


5- Ray Loriga (Tokyo ya no nos quiere)


6- Gabriel García Márquez (Cien años de soledad) Premio Nobel de Literatura 1982


7- Kobo Abe (La mujer de la arena), Georges Perec (La vida: Instrucciones de uso)


8- Jeffrey Eugenides (Las vírgenes suicidas)


9- Mickey Spillane (Yo, el jurado)


10- Boris Vian (La espuma de los días)


11- Douglas Adams (La guía del autoestopista galáctico)


12- Jack Kerouac (En el camino), Edward Albee (¿Quién teme a Virginia Woolf?)


13- Yorgos Seferis (Mythistórima) Premio Nobel de Literatura 1963


14- Algernon Blackwood (Los sauces)


15- Paul von Heyse (L'Arrabbiata) Premio Nobel de Literatura 1910


16- César Vallejo (Trilce), Sully Prudhomme (La justicia) Premio Nobel de Literatura 1901


17- William Gibson (Neuromante)


18- Stéphane Mallarmé (La tarde de un fauno), John Updike (Corre conejo)


19- Philip Roth (El lamento de Portnoy)


20- Henrik Ibsen (Casa de muñecas)


21- Youssef Rzouga (Zona Cero), Jean Paul (Vida del ruiseño maestrillo Maria Wuz de Auenthal)


22- Gabrielle Roy (El río sin descanso)


23- Alejandro Casona (Los árboles mueren de pie), Roger Martin du Gard (Los Thibault) Premio Nobel de Literatura 1937


24- Dario Fo (Muerte accidental de un anarquista) Premio Nobel de Literatura 1997


25- Flannery O´Connor (Un hombre bueno no es fácil de encontrar)


26- Patrick Süskind (El perfume), Tennessee Williams (Un tranvía llamado deseo)


27- Shusaku Endo (Silencio)


28- Mario Vargas Llosa (Conversación en La Catedral) Premio Nobel de Literatura 2010


29- Santiago Roncagliolo (Abril rojo)


30- Paul Verlaine (Poemas saturnianos), Tom Sharpe (Wilt)


31- Octavio Paz (El laberinto de la soledad) Premio Nobel de Literatura 1990, Enrique Vila-Matas (Bartleby y compañía)

Fuente: https://lecturasindispensables.blogspot.com/2016/11/escritores-que-nacieron-tu-mismo-dia.html