De VERANO BRISAS
Salgar 1938
BARCOS
DE VELA
Son
barcos
que
pulsan
la fuerza
del viento
por
todos los mares
del pícaro mundo
con varios juanetes
y
sobrejuanetes,
con
mágicas gavias, mayor y cangreja,
con muchos obenques
y
largos trinquetes con sus trinquetillas,
con
rígidas vergas, con sus botalones,
palos
de mesana con sobremesana,
con
velas de foque
y
de contrafoque.
Con
tanto velamen de distinto nombre, de diverso corte,
fórmase
un barullo de los mil demonios
como
en la balandra
que
navega dentro de mi rojo mar.
PARA
ENFRENTAR LA TORMENTA
Cuando
la energía del cielo
descargue
su locura eléctrica.
Cuando
la ebriedad de una lluvia sin fronteras
y
truenos implacables
desaloje
el silencio.
Cuando
llamas azules y nubes como sombras
amenacen
la tierra,
las
aves expectantes,
aléjate
de objetos elevados,
no
te quedes en el agua.
Arroja
el metal y tus zapatos,
si
tienen suelas con clavos.
Acuclíllate,
y
mete la cabeza entre las piernas
si
estás a la intemperie.
Si
te encuentras bajo techo
no
enciendas la radio ni llames por teléfono.
Refúgiate
en el centro de la habitación más baja,
lejos
de la chimenea.
Y
no olvides
que
este bello espectáculo de la naturaleza
protagonizado
por
millones de saetas incendiarias
es
apenas un tímido reflejo
de
esa otra tormenta que nos mata.
NO
ESCRIBIRÉ TU NOMBRE
Jamás
escribí tu nombre, nunca lo escribiré
al
respaldo de las bancas de los buses y parques,
de
las sillas de los teatros,
tras
la puerta de retretes públicos o privados,
sobre
las mesas de las cafeterías,
servilletas
y manteles de los restaurantes,
en
el manubrio de la bicicleta,
o
en la parte superior de los espejos,
contra
las paredes y muros de la ciudad,
sobre
el cemento fresco de las calles,
entre
las páginas de un libro de filosofía,
o
en el lomo de los diccionarios,
en
el cuaderno de notas de la universidad,
en
la pasta del directorio telefónico,
o
en la guía de mi agenda personal.
Tampoco
en la corteza de los árboles,
y
menos aún en la menuda arena
de
la pequeña isla con que una vez soñáramos.
Para
qué escribirlo en un lugar del mundo,
si
está grabado en todo lo que existe.
JORNADA
DE PESCA
Suelo
levantarme a las cuatro del amanecer,
tomar
mis aperos y embarcarme
cuando
el alba se asoma sobre las crestas del mar.
Parto
solo
por ser hombre de poca compañía.
Me
adentro en el espejo infinito
mientras
crece el tamaño de mi panga.
A
medida que me alejo de la costa
mi
barca se hace más grande.
Mi
barco ya es un buque se bambolea
en
las olas que pegan contra el casco.
Bajo
cubierta
se
nutren y estremecen las máquinas procesadoras
que
comparten su escenario de locura.
Mi
buque tiene 95 metros de eslora
y
su manga
lo
exigido por los más avezados constructores.
Émulos
de Alemania occidental,
los
Estados Unidos y la Unión Soviética,
que
vienen de Groenlandia y Labrador,
procesan,
según su cuaderno de bitácora,
casi
tanto como nosotros(*) ¡180 toneladas por día!
Después
de la selección inicial,
la
pesca accesoria debe limpiarse a mano.
Algunos
cantan. Otros gritan y bromean,
o
cambian gestos obscenos con sus compañeros.
A
las 7:35 suena el sistema de altavoces:
“¡A
izar! ¡A izar! ¡Halen a cubierta!”
Dicen
los muchachos que ciertos peces, muriendo,
parten
con sus dientes los mangos de los remos.
Redes
con alas y cabos estabilizadores
se
columpian entre garfios y cables
más
largos que la embarcación.
Si
el contramaestre desempeña su oficio sin destreza,
produce
atascamientos y pérdidas humanas.
Cuando
desciende el barómetro,
fuerzas
amenazadoras, hasta de 40 nudos,
avanzan
hacia nosotros. Suena la sirena.
La
aguja del manómetro vacila y cae a cero.
Las
ráfagas aumentan y debe suspenderse la faena.
Tras
montañas de agua, en desafío permanente,
vemos
otro pesquero, igualmente en apuros.
Destapo
la botella y doy un trago a mis hombres.
Son
las dos de la tarde en el océano,
cielo
despejado, mar en calma.
Todos
contentos. Hay mucho barco a la vista:
británicos,
polacos, portugueses, españoles.
Es
abrumadora la presencia rusa,
también
la japonesa.
Con
los prismáticos capturo tanta información
que
cualquier capitán la envidiaría.
En
los barcos franceses todo es bello.
Me
dispongo a regresar. Quiero volver a casa.
Mi
buque se reduce, la temperatura es cálida.
A
las cuatro menos cinco afianzo rumbo a la costa.
Mi
barco sigue achicándose, se divisan las colinas.
Ya
es una lancha perdida en el recuerdo.
La
tierra está muy cerca,
los
perros corretean, jugando con el agua.
Un
pequeño atún, reseco por el sol,
es
todo mi botín.
Allá
en el horizonte un buque fábrica se aleja,
como
fantasma en busca de la noche.
*Dijo que había partido solo.
BARCOS NEGREROS
Hace más de 400 años
los barcos negreros empezaban a zarpar
de los puertos de África hacia América del Sur,
con los que más tarde serían
medio millón de seres, aproximadamente.
Tuve la oportunidad de conocer
en uno de mis frecuentes viajes
el fuerte de San Jorge Elmina,
construido por los portugueses
sobre las costas de Ghana.
y asegurar
que en el húmedo ambiente de las celdas,
donde los prisioneros esperaban
antes de ser embarcados en pataches,
podía respirarse sin esfuerzo
todo el infierno de Dante.
Hombres, mujeres y niños,
empacados de seis en seis,
tras una escala en Canarias,
continuaban el viaje entre cadenas,
grillos y argollas a su terrible destino.
Desde lo profundo de las carabelas
su angustia no alcanzaba a estremecer la luna.
Hasta el sol los tenía abandonados.
Una cazuela de harina con un poco de agua
cada 24 horas
era todo su alimento.
Cuando algunas heridas, causadas por azotes,
comenzaban a ulcerarse,
recibían como tópico sólo sulfato de cobre.
Ese vaho de muerte se mezclaba
con plegarias junto a la tripulación.
–Sabíamos que la esclavitud había sido infernal,
pero nunca imaginamos que lo hubiera sido tanto–
dijo Granman Gazon,
jefe de los cimarrones o palenqueros diukas.
diukas: actualmente
marca comercial de vestuario.
EL HOMBRE QUE VIVIÓ EN EL MAR
Aquella
noche el viejo Saunderson
no
tuvo en quién desalojar su furia
mientras
el viento del Este,
taciturno,
traía
de la vasta inmensidad
el
ronco sonido de las marejadas.
Todo
era deslumbrante para el ansioso joven:
la
charla de los tripulantes,
el alquitrán y la estopa,
el crujido de las jarcias,
el graznar de las gaviotas.
Con el romántico nombre de “Freelove”,
su primer buque
fue un destartalado carbonero, pesado y bullicioso.
Nueva Zelanda, Hawai, Australia,
Estrecho de Bering, Terranova,
Buena Esperanza, Nueva Caledonia,
Tahití…
Casi todo el Pacífico y parte del Atlántico,
entre muchos otros lugares,
dieron testimonio de su tenacidad
como viajero incansable, matemático y astrónomo.
Refutó la existencia de míticos países
y supuestos pasadizos
indicados en los mapas de la época.
Los astros se unieron a su rumbo
cuando Venus cruzó el disco del sol
el 3 de junio de 1769,
suceso irrepetible en lo restante del siglo.
Aprendió a conocer el carácter de los hombres,
y el trabajo encalleció su cuerpo,
pro no su corazón.
Practicó la honradez,
las buenas maneras y los altos ideales.
Como grumete su vida fue muy dura.
Luego pasó a ser marinero,
después contramaestre,
finalmente, capitán.
Años más tarde, cuando arreció la tormenta,
destruyendo mástiles y haciendo trizas las velas,
los nativos comprendieron que su “dios” era mortal.
Su cúter fue robado para sacarle los clavos,
en tanto el brujo de la tribu
declaraba el distrito como un extenso tabú.
En medio de estampidos de cañones
y atrapado entre lanzas y flechazos,
el gran navegante sucumbió.
Los sobrevivientes arrojaron sus restos
al sitio por él denominado
“las oscuras profundidades de mi hogar”.
CUANDO VAYAS A ESTAMBUL
Corría el año de 1453
cuando el sultán Mehmet II arrebató a los cristianos
la ciudad de Constantinopla,
y ordenó destruir, poco después, el Gran Bazar,
hoy famoso en todo el mundo.
Sus enormes puertas y la eterna sonrisa
rodando a flor de labio
en boca de ladinos comerciantes,
capturan al turista
desde las 9 de la mañana hasta las 10 de la noche.
Se puede adquirir un cencerro de bronce
de 15 kilos y medio
ganado en un combate entre camelos
hace 150 años,
lo mismo que una pipa diminuta
para fumadores excéntricos.
También un brazalete de turquesas,
un collar de rubíes,
o unos pantalones de mezclilla.
Amuletos de oro y bandejas de plata,
cuadros al óleo y jarrones de cristal,
son otras de las cosas que almacenan sus tiendas
donde cada transacción es una historia.
Casi todos los artículos son oriundos del país,
como la bella espuma de mar
hallada en las praderas de aluvión
en Anatolia (“Tierra del amanecer”.)
Poca importancia tienen las falsificaciones
entre tantas maravillas.
Cuando vayas a Estambul, tú que puedes hacerlo,
recuerda visitar el más grande mercado bajo techo
y dar gracias al conquistador
que puso motivos indelebles en el mágico libro de
los años.
SINTRA
Mi espíritu aún no se ha embriagado
con tus castillos moros repletos de alminares,
torrecillas y cúpulas, como lo hiciera Byron.
Tus verdes escalones, enmohecidos por el tiempo,
no han recreado mis pasos,
ni mis ojos ansiosos de belleza.
En mis libros y en la imaginación
eres juguete extraviado de la recia Lusitania.
Cuánto diera por estar en la Sala de los Cisnes,
escudriñando techos,
paseando en coche por tus calles,
o escrutando manuscritos en la Biblioteca Municipal.
Cuando Francis Cook,
súbdito inglés de riqueza legendaria,
construyó sus jardines para enjoyar Monserrate,
se limitó a cumplir con lo que tenía qué hacer.
Todo a tu alrededor es digno de reyes, poetas y
pintores.
A sólo 30 kilómetros de Lisboa,
emerges nítidamente como perla contra el sol.
Tu clima es agradable y la lluvia generosa.
La vieja panadería, cerca del ayuntamiento,
me torna un tanto nostálgico,
vendiendo sus tortillas por más de siete siglos.
Ostentas, sin lugar a dudas, una cultura milenaria.
Lo confirman, según documentos de 1758,
sus doce cofradías,
los siete conventos y las 44 ermitas.
Lord Byron te nombraba como “Mi gloriosa Edén”.
La humedad de tus altos y nudosos árboles,
destilando suaves gotas de agua,
no es más que un homenaje a tu frescura.
Quisiera, oh Sintra, continuar mis descripciones
y devorar pronto, si no muero,
todas las distancias que alejan tus encantos.
POR TERRITORIOS DE ALÁ
Cuando el sol, cada mañana,
riega sus delicados tonos
sobre las dunas y montes de Hedjaz,
tierra de exóticos paisajes entre el Éufrates y el
Nilo,
|solitario imagino desde América
las modernas cintas de asfalto que,
partiendo de Medina,
por las rutas de antiguas caravanas,
conducen a Damasco.
En el candente desierto
vislumbro aldeas, oasis y arroyadas,
impregnando con su atmósfera
monolíticos restos preislámicos;
imponentes sepulcros nabateos,
de duros triglifos y pilastras
que invitan al asombro hasta perderse en las rocas.
Indómito pueblo de Ismael:
qué bueno es hacer parte de tu historia
con los demás descendientes de Abraham.
MAHATMA
No se olvida tu silueta flaca y cubierta
por un simple taparrabo.
“Agitador en pañales”, te dijeron
los parlamentarios británicos.
Para Churchill fuiste apenas
un sedicioso faquir
cuando humillaste sus tropas
en la Marcha de la Sal, aquel 21 de mayo,
no por la fuerza de las armas,
sino por tu doctrina de “ahimsa”.
Bebiste en el Nuevo Testamento y declaraste
que sus palabras te mordían el corazón.
No tuviste soldados a tu mando,
ni autoridad formal alguna,
pero moviste los cimientos del Imperio
con tu ayuno y tu palabra inaudible.
Sufriste la cárcel, que no fue
para ti cárcel sino templo.
Casarte a los 13 años no fue escollo
para estudiar derecho en Londres,
tomar clases de baile y practicar oratoria.
Aprendiste la resistencia pacífica leyendo a
Tolstoi,
y demás defensores de la protesta civil.
Elevaste a la categoría de nación
a una colonia que asolada por hambrunas y plagas
vivía bajo la férula de las supersticiones.
Aceptaste a los ateos,
racistas y violentos de todos los pelambres,
porque viste en ellos una gran familia,
incluyendo a los “intocables”.
Asombraste a los occidentales
con tu insólita visión frente a la guerra,
vetando la fabricación de armas.
Sugeriste a los judíos el suicidio colectivo
como repudio al nazismo,
sosteniendo que un acto de tal naturaleza
sería una herencia espiritual tan grande,
que despertaría la conciencia pública
en todos los países.
Aunque muchos dudaron de tus métodos,
nadie pudo dudar de tu entereza.
Finalmente, el 15 de agosto de 1947,
el mundo vio nacer un nuevo Estado.
Tus cenizas dispersas
por los ríos sagrados de la India
pagaron el tributo de la inmortalidad.
Dijo Nehrú:
“Se ha ido la luz de nuestra vida”.
I B M
Quien dice tecnología dice herramienta.
Una escalera, o un chip de memoria de silicio,
lo demuestran igualmente.
Ambos facilitan tareas imposibles de otro modo.
Ella perfecciona herramientas,
aunque se ocupa más de chips que de escaleras.
Su chip de un millón de bits
tiene una capacidad no conseguida
por otra línea de producción.
Ha desarrollado unidades de disco y cinta
que transfieren millones de signos por segundo.
En sus grandes computadoras
el empaque de componentes electrónicos
es el más denso de la industria.
Pero no se trata sólo de eso:
También se establecen nuevos récords
para seguir en vanguardia.
Esos récords contienen un mensaje.
El mensaje de alguien deseoso
El mensaje de alguien deseoso
de hacer un producto inmejorable.
Porque cuenta con caudal humano suficiente
para el difícil arte de la tecnología,
explora ideas con resultados inciertos.
Sigue los dictados de la inspiración
sin olvidar la recompensa
que ofrece lo perfecto a cada paso.
Una compañía que comprende estos asuntos
tiene la capacidad de realizar lo necesario
en el momento oportuno
para usted, su empresa o su país.
Por lo demás, no hay que preocuparse.
A un historial así basta con agregarle un hombre
capaz de ver poesía en un anuncio publicitario,
en los avances cibernéticos
o en una guerra interplanetaria.
CARICATURAS
Cuando el puesto de la esquina
donde compro los periódicos
y fascículos semanales
no tenga mi presencia todas las mañanas,
Olafo el Amargado notará el vacío.
Tarzán Mandrake El Fantasma
Pepita Pancho Tío Barbas
Justo y Franco
Benitín y Eneas
conocerán la noticia
en las fronteras de la ciencia.
Los Picapiedra pararán equipos
para su lector preferido.
Aunque usted no lo crea,
con Daniel el Travieso
guardarán para siempre luto riguroso.
Don Roque, Nieves, Panchita,
llorarán junto al crematorio.
Mafalda
Popeye y el Pato Donald,
Los pitufos, Mickey, Carlitos,
sobre mis cenizas grabarán su adiós,
mientras se aprecia en la barroca página
sólo un difícil crucigrama en blanco.
OLAFO
Qué habría sido de mí sin tu presencia,
qué insípidos los años, los meses y los días,
cuánta soledad si no hubieras compartido
tus excursiones a Italia
con una semana de saqueo en Roma.
y una escala en París
para beber y hacer bellaquerías.
¡Siempre soñaste con arrasar a Europa!
Holanda fue tu víctima inocente,
Irlanda sufrió el golpe de tu maza,
Suiza no escapó de tu barbarie,
a Inglaterra la invadiste muchas veces,
como a tantos otros lugares.
En Asia
llegaste al país de las serpientes
que danzan al silbo de la flauta,
a la tierra donde el clima
conserva la carne y las verduras
aún en el verano,
al pueblo donde las mujeres
saben el secreto de los siete velos,
a las islas donde ofrecen guirnaldas al turista.
Buscaste las esquinas del planeta
convencido de que el mundo era una mesa
repleta de manjares y de vinos.
Luchaste fiera y decididamente contra el basilisco,
ganando confianza y gratitud
de algunas de sus víctimas,
por la flor del olvido “Aura Lotus”
en Idalandia, país del no retorno,
contra el terrible Horacio,
el más duro de todos los guerreros.
Recuerdo, como si fuera ahora,
esas batallas junto a los castillos,
con catapultas bajo nubes de flechas
que dejaban tu escudo perforado,
las enormes calderas de agua hirviendo
o de aceite
derramadas sobre tus ejércitos.
Jamás olvidaré cuando exponías el pellejo
cuerpo a cuerpo contra temibles matones
aún a riesgo de ser estrangulado,
o romperte alguno de tus huesos.
En tu “velera nave” –como dice La Odisea–
zarpabas con tus valientes muchachos
decididos a todo
mientras no fuese posible lo contrario.
Un sentido de orientación particular
y una sed insaciable de pillaje
guiaron tus constantes aventuras.
por mares, bosques, desiertos,
o azarosos precipicios,
confiado en que el whisky y la cerveza
serían amuletos contra la desgracia.
Tus compinches robaban al vencido
mujeres y otras minucias
mientras con pragmática filosofía
raptabas al cocinero.
Jurabas que la madera flotaría
hasta morir los astros en el cielo,
que el futuro sabría de tus guerras,
honores y conquistas,
por los sedosos brocados,
bebidas y quesos deliciosos,
que forzosamente compartías
con el recaudador de impuestos.
Defendiste la gula y la pachanga
como cualquier otro sinvergüenza.
Cuando la suerte no te acompañaba
presionabas los hechos exigiendo vales
pagaderos en la próxima invasión.
Negaste ternura a tu consorte Helga,
pero fuiste generoso en ofrecerle trabajo.
A Hamlet
joven de baño diario
lectura sin descanso
partidario de hacerse motilar,
no lograste comprenderlo.
Astrid, que a sus 16 años continuaba soltera,
a pesar de tantos pretendientes y la duda
entre ser ama de casa o guerrera,
espero más atención de parte tuya.
Chiripa,
primero como segundo de a bordo,
el idiota más afortunado de la historia,
mano derecha de todos tus aprietos,
jamás explicó por qué era zurdo.
el doctor Zocotroco
autoridad sin réplica
inspirado consejero
creador de la sala de espera
famoso en todo el mundo
por sus aportes a la ciencia médica.
Siripo
inteligente, leal,
portador de las mejores cualidades caninas
en la península escandinava.
Lucio, caballero nacido a media noche,
en la edad del oscurantismo,
gobernante de la Selva Negra.
El viejo barco
sin el cual no habrías sido ni bracero,
en el más humilde de los puertos nórdicos.
Tu joven tripulación
dispuesta a las arengas:
“Uno para todos y todos para uno”,
decías en los momentos cruciales,
siempre que ese UNO fueras tú.
Menos mal que Dios, en su infinita sabiduría,
dio a la pobre Helga ideas para el desquite:
Cuando el sol de verano se posaba
en la montaña de Thor
y la excitación hacía presa de la gente,
ansiosa por observar la proeza
cada 14 de julio,
ella, refregando tus espaldas,
te dejaba más limpio que la brisa,
y más lustroso que los cerdos,
o te hacía dormir a la intemperie,
después de tus enormes francachelas.
Aunque no aprendiste a leer
fueron suficientes
saco, escudo y maza,
hacha, lanza y espada
para tus desvaríos,
sin descartar los cuernos que nunca te faltaron.
Cuando dijiste a Hamlet que
“En tiempo de los apóstoles
había unos bárbaros que se subían a los árboles
para matar los pájaros,
muchos pensaron
que además de analfabeto eras bruto.
Yo nunca estuve de acuerdo.
Con ello demostrabas
tu refinada calidad poética.
Leí acerca de tus ancestros lapón y finés,
de tus fonemas derivados de las runas,
de la pasmosa habilidad
que tenías para el comercio,
lo mismo que otras muchas cualidades
de tu vida y circunstancias.
Dejo sin embargo a la posteridad
la reseña de tus viajes y diabluras
en el recuerdo de aquellos que vivimos
con humor y buena voluntad,
hasta el día en que La Gran Recaudadora
llegue a cobrar con su guadaña
el más temido de todos los impuestos.