miércoles, 24 de octubre de 2012

Poesía No 1 Juan Rivas

 

CANCIÓN GATUNA

 

Gemidos de amor

agazapados en el techo

de la infinita noche.

Una gata caliente me embruja

seduce mis oídos

en sus quejas, gime de amor

y rojos demonios parecen

saltar entre las tejas.

Los hombres como los gatos

hacemos el amor

para matar soledades.

 

 

GANGA
 
Los poetas, como almacenes
Tristes
tenemos un completo surtido
de fantasmas…
de fantasmas
de fantasmas
“de fantasmas”
(Uuuuuuuuuuuuu)
La ciudad tan grande
y yo buscándote.

 

ESCENA

 

El petirrojo pasa

con su vuelo besa el papel

y nos roba una sonrisa.

Un hombre misterioso

toma el papel

lo tira al viento

y miles de flores

bombardean el aire.

 

El mago del poema

ha llegado inadvertido.

 

 

ITINERARIO
 
Antes del beso, un sueño
después del adiós
aridez de piel
sordo sonido de domingo
bajo la tarde que se aleja

 

martes, 23 de octubre de 2012

De gato sobre el techo y otros hallazgos : Juan Rivas.


De gato sobre el techo y otros hallazgos.


Por :
 
José Mario Sánchez Henao

 

 

La calle/ mi cómplice taimada / me ha enseñado sus trucos de asfalto / para hacerte trampas vida. Este es uno de los poemas que hacen parte de Gatos sobre el techo, el primer libro de Juan Rivas que en realidad circuló poco en nuestro medio, pues hace algunos años ediciones Desde Abajo, en la colección poetas sin oficio  limitó su circulación a unos cien ejemplares en toda la ciudad de Medellín, con la promesa de aumentar el número en días  cercanos, pero no lo cumplió.

 

Hoy el poeta, prepara un segundo libro,  en este número, compartimos una muestra significativa de su obra. No hay en ella nada fortuito, lo que le da un  lugar en la poesía colombiana actual de renombre, esta es  una obra que sabe llegarnos, el poeta nos “canta y nos celebra”, lo mueven sus emociones desprevenidas y su deseo de plasmarlas lo mas claro y certero posible. Pero, Vayamos al grano.

 



 

 

 


BOHEMIA


                                                                   (en noche de lluvia)

 

 

Fantasmas de tiempo viejo

que se agazapan al muro

 

mientras la angustia

llena con flores secas

mi cerebro.

 

Un trueno asoma, se aboca el miedo

pesadilla que suena de negra noche.

Noche entera de ti

arrancada de los sueños

violentos de averno

 

Noche negra llena de ti

Llena de ti

Llena de ti

Llena de ti

Loquita esquinera

compañera de mi miedo.

 

Noche rayada de puñal

con melodía de cangrejo

inercia y abandono.

 

Sigues atravesando mi calle

muchas veces con tus flores

SECAS.

 

Y sigues recordando como HUIDOBRO

que el  “poeta es pequeño Dios”

consolado de cervezas y

añoranzas.

 

  

 

 

JUGANDO A SER DIOSES

 
 
 
Para señalar  la página sublime
de un libro
lo hacemos con una mariposa
muerta
o una pluma que dejó de volar.
 
El índice de nuestros sueños
trae las señales de   la  muerte.
Somos pequeños tiranos jugando
a ser Dios,
y en la  punta del  zapato
quedó la cucaracha.
 
No hay culpables o inocentes
solo un discurso de disculpa
y una fosa común
como  legado del presidente poeta.
“ La poesía ya no cree en los poetas”.
 
 

lunes, 22 de octubre de 2012

LA CASA DE RESFA No 15: Poemas de la vida, Carlos Mario Garcés Toro...


 
LA CASA DE RESFA
 
Poemas de la vida

 

LA CASA
 
 
Algunos se marcharon.
Se fue Humberto (el hijo mayor), el mujeriego.
Willian (el tercero), que borracho asaltaba los negocios a punta de revólver.
Tambar que nos llevó en su carro a conocer el mar y amaba en secreto a la patrona.
Crespos la ladrona, muerta por un cliente en el intento de robarlo.
Marta Chiquita, la que atendía en la sala y tiraba vicio.
Rubén el Gato (el marido de doña Resfa), con el que jugábamos cartas.
Horacio (el hermano de ella), al que llamaban el Perro,
y que apostaba a quien tuviera el miembro más grande.
Darío Lenis (el marido de la tía Rocío), que coronó varios viajes a los Estados Unidos,
y nos contaba historias de gángsteres inventadas por él mismo,
donde el héroe era siempre su alter ego.
Teresa la Negra, que vendía fritos y carnes,
y les hacía los mandados a los clientes con una sonrisa blanca y alegre.
Hoy todos duermen en el Cementerio Universal.
 
Otros se marcharon:
Adriana, Pilo y Héctor (el que confirmaba a las muchachas recién llegadas),
viven hoy en los Estados Unidos.
 
María, Alicia y Rocío hicieron su conversión al cristianismo.
 
Pulga Arrecha deambula pobre y vieja
por las calles del centro de Medellín.
 
En el Parque de Bolívar se arrastra,
y mendiga con los alcohólicos la flaca Esperanza,
ella que cursó una carrera de ingeniería.
 
En algunos bares y cantinas de mala muerte
aún sobreviven los últimos rostros de aquella desgracia.
 
Los demás, ¿dónde estarán?
 
Están
en algún lugar de esta puta vida,
en algún lugar de esta puta muerte,
con la doliente compañía de sus recuerdos.

domingo, 21 de octubre de 2012

LA CASA DE RESFA No 14: Poemas de la vida, Carlos Mario Garcés Toro...



LA CASA DE RESFA
 
Poemas de la vida

 

 

ALBERTO LONDOÑO EL GERENTE DE LA EMPRESA TABACALERA

 

 

Era uno de los clientes más selectos del negocio:

alto, delgado, vestido con costosos trajes.

 

Llegaba siempre en la noche acompañado de un grupo de músicos

que cantaban y complacían a quien él señalara.

 

Llegada la hora de marcharse,

se iba con las muchachas escogidas al motel Las Margaritas en Robledo.

 

Lo que él bien les pagaba

debían invertirlo en medicinas paliatorias.

 

Su enorme pene

les quedaba doliendo en toda el alma.

 

Cuando llegó por el periódico la noticia de su muerte,

pensé muchas cosas, pensé:

 

Qué pequeñas alimañas entran por la boca de su glande

y beben de la linfa rosada que segregan sus glándulas,

y roen su prepucio,

y las ratas a mordiscos se reparten

lo que fuera el estandarte de su placer:

su gran colmillo de elefante.

 


 

FRANK EL ETERNO SOLTERÓN
 
 
Se refiere el viejo refrán
a quien no nació para casado.
Yo pretendí cambiar la inmutable ley de la sabiduría popular,
creyendo que después de mucho recorrer el mundo,
regresaría para posesionarme de la empresa de tejidos
que al cabo del tiempo heredaría de mis mezquinos padres.
 
Por eso ya viejo, solterón y con dinero,
venía todas las noches a la casa de Resfa
en busca de las más lindas y complacientes mujeres.
 
La víspera de casarme
con la hija menor de mi asociada,
la más querida, una preciosa niña millonaria,
quise darme de soltero una buena despedida.
 
Pero al bajar la escalera
mi pie borracho resbaló en el último peldaño,
y de bruces contra la puerta
me rompí el cuello como estaba previsto.
 

 

MI PRIMO EL FOTÓGRAFO

 
 

Todas sus fotografías se resumen en una:

inmortalizar a las más bellas de la casa en un sugestivo escorzo,

la dorada espalda deslumbrando sus ojos,

para que la imagen pudiera tomar

lo sensual y bello de las formas,

como velloso durazno hendido levemente,

y deslizarse por las suaves ondulaciones

hasta detenerse cerca al pliegue, al jeme doblado

de los labios carnosos y cerrados.

Entre las estilizadas piernas

la irresistible belleza.

 

Cuando el orgulloso primo fijó en su estudio las fotos,

(una esplendorosa colección de más de treinta años),

al pie de cada una se podía leer un nombre:

Amparo, Gloria, Virginia, Elena, Carmenza...

 


 

EMMA
 
Las pústulas reventaban con sus costras y su materia pestilente,
que parecía lava volcánica en erupción por mi pelado y amarillento cuero cabelludo,
por mis brazos, por mi vientre, por las plantas sangrantes de mis pies.
 
La medicina ignoraba mi enfermedad,
y como no tenía dinero ni familia que me reconociera,
terminé tirada en el corredor de una vieja casa abandonada,
muriéndome con mis llagas hediondas
donde las moscas venían a poner sus huevos.
Las muchachas de la casa entre semana me traían alimento,
y me daban noticias que ya no me importaban.
 
No faltó quién dijera que fue castigo divino,
por haber dormido con tantos hombres.
 
¿Sufría yo el mismo mal de Job?
¿Fue acaso Job un fornicador?
 
Alguien que no recuerdo me dio una Biblia de pasta azul,
y en ella leí la vida del más grande leproso,
hasta llegar a comprender que Dios
nos dará en la otra vida lo que nos quita en ésta.
 
Pensando así me enterraron.

sábado, 20 de octubre de 2012

LA CASA DE RESFA No 13: Poemas de la vida, Carlos Mario Garcés Toro...


 
LA CASA DE RESFA
Poemas de la vida

 

ROBERT EL PORTERO DE LA CASA

 

 

Fue doña Alicia, la hija de doña Resfa

(que junto con su hermana Rocío se convertirían después

en las administradoras del negocio),

la que me trajo a la casa.

Inspiraba respeto en el pórtico

con mis dos metros de estatura.

 

Yo, que fui un gran patinador

de piruetas de fantasía

y carreras de fondo y resistencia.

 

Una noche en que Carlos Tinoco, el marido de doña Alicia,

llegó a la casa borracho,

dispuesto a agredirla a ella y a buscar pendencia,

de un golpe lo arrojé por la escalera

y con una varilla de hierro le abrí una larga herida en la cabeza.

No quedamos muy amigos. Me lo recordaba en ocasiones.

 

Ya me lo habían advertido,

que no fuera avieso con las mujeres,

y sobre todo con mujeres casadas, como Paula,

que recién por mi culpa había dejado a su marido.

 

Esa noche temprano fui al barrio a visitarla,

y en la tienda de la esquina me distraje con un helado.

 

La bala entró caliente por detrás de mi oreja.

El asesino fue Elmer, el marido de Paula.

 

En mi funeral cinco mujeres lloraron

con mis hijos todavía en sus brazos.

 


 

FABIOLA LA COJA
 
 
A las tres de la tarde,
después del baño y los sahumerios para la buena suerte,
me sentaba a peinar mi largo y sedoso cabello castaño
ante el tocador de caoba.
El fino y coqueto lápiz que delineaba mis cejas
ponía encima de la comisura de mi labio carmesí
una pequeña luna negra.
Y deslizando el fragante pomo
sobre el rubor de mis mejillas,
con un ligero beso al espejo
me disponía a empezar mi rutina.
 
Me despojaba del peinador
frente al espejo en que flotaban los cristales de las lámparas.
Quizás no por casualidad, sino por una cita, cuyo pretexto era nominal,
hombres atravesaban el salón de baile. Con su sal, sus humores,
la noche se mezclaba. Con sus risas. Con sus fuertes piernas. Con sus sombreros.
Con el zapateo. Con el amanecer. Cansados, entre nubes soñolientas, amanecía.
 
Miro mi pierna lesionada, maldita pierna
que se arrojó borracha de un taxi
y en la gran sala baila tango persiguiendo a los hombres
con su ritmo descaderado de la vida a la muerte.
 
Vine a la casa de Resfa
tras mucho rodar entre noches desaforadas.
Con Alexa, mi hermano menor,
huimos de la casa paterna una noche llena de ladridos de vacas y mugidos de perros.
Un cura de la parroquia de Andes había abusado de él,
mi hermano que convertido en travesti famoso
años después murió de la nueva enfermedad en los Estados Unidos.
Los dos éramos hermosos como recentales,
hijos de un colérico hacendado
de ojos claros y mejillas rojas,
que se enriqueció con la política
y la ley de trabajo para los campesinos.
 
Yo, que amaba a los jóvenes peones en un recodo de la fuente,
a los agregados en el trapiche que goteaba miel y medía el tiempo,
al mayordomo en la casa, cuando salía mi padre de viaje,
y embriagada en el pueblo algunos tuvieron noticia de mi cuerpo,
yo que fui entregada al placer.
 
Hoy, después de los años,
vivo sola en este apartamento que mi hija reserva para mí.
Jovenzuelos de labios rojos
a quienes retribuyo en dinero
vienen subrepticiamente e impiden
que la luz de los días se apague.
 


 

MARTA PEDREGAL

 
 

Siendo la mujer de Humberto,

entró una noche a la sala de música donde yo estaba.

Era ya tarde,

tenía quince años y no había conocido hembra,

y la casa estaba cerrada.

Me pidió que le ayudara a apagar la luz del salón,

que no la dejaba dormir.

Fui con ella, subí a una mesa y empinándome desconecté la bombilla.

En la oscuridad sentí que su boca

besaba mis piernas y subía por mis muslos hasta el sexo.

Antes de bajar de la mesa me aflojó la ropa

y me condujo como cordero hasta el sofá grande de terciopelo púrpura

donde se despojó de su moral,

con admirable maestría abrió las piernas,

tomó mi sexo y lo colocó imprudentemente en su ávido centro.

Corazón a corazón, sangre a sangre, resuello a resuello,

el salón dio la vuelta, el mundo desapareció,

y mis quince años desaparecieron también.

 

Aquello fue una obra maestra de la artística seducción,

porque para apagar la luz

bastaba el interruptor en la pared.

 


 

EL REGRESO DE MARTA

 
Fuimos amantes por mucho tiempo,
hasta que ella se marchó de la casa.
Un día, después de años de ausencia, regresó.
Le pedí que entráramos inmediatamente en intimidad.
Luego comprendí
que para siempre se había marchado.