domingo, 21 de octubre de 2012

LA CASA DE RESFA No 14: Poemas de la vida, Carlos Mario Garcés Toro...



LA CASA DE RESFA
 
Poemas de la vida

 

 

ALBERTO LONDOÑO EL GERENTE DE LA EMPRESA TABACALERA

 

 

Era uno de los clientes más selectos del negocio:

alto, delgado, vestido con costosos trajes.

 

Llegaba siempre en la noche acompañado de un grupo de músicos

que cantaban y complacían a quien él señalara.

 

Llegada la hora de marcharse,

se iba con las muchachas escogidas al motel Las Margaritas en Robledo.

 

Lo que él bien les pagaba

debían invertirlo en medicinas paliatorias.

 

Su enorme pene

les quedaba doliendo en toda el alma.

 

Cuando llegó por el periódico la noticia de su muerte,

pensé muchas cosas, pensé:

 

Qué pequeñas alimañas entran por la boca de su glande

y beben de la linfa rosada que segregan sus glándulas,

y roen su prepucio,

y las ratas a mordiscos se reparten

lo que fuera el estandarte de su placer:

su gran colmillo de elefante.

 


 

FRANK EL ETERNO SOLTERÓN
 
 
Se refiere el viejo refrán
a quien no nació para casado.
Yo pretendí cambiar la inmutable ley de la sabiduría popular,
creyendo que después de mucho recorrer el mundo,
regresaría para posesionarme de la empresa de tejidos
que al cabo del tiempo heredaría de mis mezquinos padres.
 
Por eso ya viejo, solterón y con dinero,
venía todas las noches a la casa de Resfa
en busca de las más lindas y complacientes mujeres.
 
La víspera de casarme
con la hija menor de mi asociada,
la más querida, una preciosa niña millonaria,
quise darme de soltero una buena despedida.
 
Pero al bajar la escalera
mi pie borracho resbaló en el último peldaño,
y de bruces contra la puerta
me rompí el cuello como estaba previsto.
 

 

MI PRIMO EL FOTÓGRAFO

 
 

Todas sus fotografías se resumen en una:

inmortalizar a las más bellas de la casa en un sugestivo escorzo,

la dorada espalda deslumbrando sus ojos,

para que la imagen pudiera tomar

lo sensual y bello de las formas,

como velloso durazno hendido levemente,

y deslizarse por las suaves ondulaciones

hasta detenerse cerca al pliegue, al jeme doblado

de los labios carnosos y cerrados.

Entre las estilizadas piernas

la irresistible belleza.

 

Cuando el orgulloso primo fijó en su estudio las fotos,

(una esplendorosa colección de más de treinta años),

al pie de cada una se podía leer un nombre:

Amparo, Gloria, Virginia, Elena, Carmenza...

 


 

EMMA
 
Las pústulas reventaban con sus costras y su materia pestilente,
que parecía lava volcánica en erupción por mi pelado y amarillento cuero cabelludo,
por mis brazos, por mi vientre, por las plantas sangrantes de mis pies.
 
La medicina ignoraba mi enfermedad,
y como no tenía dinero ni familia que me reconociera,
terminé tirada en el corredor de una vieja casa abandonada,
muriéndome con mis llagas hediondas
donde las moscas venían a poner sus huevos.
Las muchachas de la casa entre semana me traían alimento,
y me daban noticias que ya no me importaban.
 
No faltó quién dijera que fue castigo divino,
por haber dormido con tantos hombres.
 
¿Sufría yo el mismo mal de Job?
¿Fue acaso Job un fornicador?
 
Alguien que no recuerdo me dio una Biblia de pasta azul,
y en ella leí la vida del más grande leproso,
hasta llegar a comprender que Dios
nos dará en la otra vida lo que nos quita en ésta.
 
Pensando así me enterraron.

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