domingo, 4 de diciembre de 2016

Que maestra es la muerte cuando pasa! _ Gerardo S.

Cordial saludo.
Compartimos este texto que nos llegó de  Gerardo Sánchez, vía email a elgavieroperiodcioliterario@gmail.com

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Con profundo respeto y mágico dolor, en archivo adjunto les comparto mis anotaciones sobre una gran lección!

Gerardo S.

Que maestra es la muerte cuando pasa!


Hay señales individuales que nos llegan desde el universo todos los días y hay señales colectivas como la gran tragedia de los hermanos Chapecoenses en nuestro suelo, que para decir de una vez , es una trágica señal de aprendizaje colectiva,  que en lo social para todos los del Si y los del No y en especial para nosotros los futbolistas y dentro de ellos los verdes , los rojos, los azules y los amarillos etc,etc !.


Para algunos es una verdad que el futbol es una gran maquinaria de distracción mundial de consumo, que nos encierra y nos avasalla. Aunque en medio del alborozo y el llanto,  según sean los resultados de nuestro equipo, desbordamos esas pasiones ilimitadamente. Nadie para,  la fuerza de una afición narcotizada que ondeando bandera ,  en el sin sentido de la euforia efímera, que termina con el pitazo final de un partido de futbol, destruyendo una ciudad, y dejando cada vez más lejos la cultura ancestral ya lejana de recordar, esa insufladora  de principios queridos para vivir en armónica celebración por la vida. Cada vez esa fuerza indomable de las aficiones revienta más y más cabezales,  y pareciera que se acrecentara  burbujeante el odio entre las barras, para salir abruptamente después de los partidos   a terminar por destruir todo a su paso sin importar ni respetar  humanidad alguna, por el solo hecho de un golazo de James o de Falcao, que más dá, o porque el árbitro hijueputa se le robo un gol a Yepes etc, etc! Algo drástico tiene que hacerse para parar estas manifestaciones guerreristas entre todos los aficionados al futbol!


Del mismo modo en el tema social, cuando venimos los Colombianos de más de 100 años en guerra y no tenemos ni idea que es la paz, no la conocemos ni la conocieron nuestros padres, pues se ocurren algunas preguntas como : Será posible llegar a alguna parte si no sabemos para dónde vamos? Será posible conseguir ese estado cuando las coordenadas de cada uno son  distintas? Será que como en la famosa historia bíblica de la torre de babel,  de la misma manera nos encontramos todos cada vez más confundidos y lo peor que cada ser humano lo vemos tratando de imponer su verdad y su ego al frente de cada sustentación,  a veces atestada de venganza  y menosprecio por la verdad del otro? Y esto lo asevero cuando en este tema de la paz todos decimos tener la razón porque nuestra buena intención es alcanzarla? Y entonces porque estamos peleando?  Porque ese odio si al fin todos estamos buscando la paz? Muy sencillo, porque cada uno la entiende y la pide desde ópticas y sentires diferentes, estamos trabados, locos, narcotizados también como en el futbol!


Entonces lo de las señales colectivas, lo de la desaparición trágica de 71 personas,  71 hermanos ahora si! (no enemigos, ni contrincantes), nos compete directamente a nosotros,  como pueblo embelesado y dormido, con el narcótico nefasto de una pócima letal,  que cada campeonato nos entrega,  en vísperas de la navidad, dueña del ruido,  la pólvora, el vicio y el desenfreno! Es la cultura de la guerra, y de la escandalosa algarabía de una falsa y pírrica felicidad, que se termina con la noche.


Nadie pararía esto pareciera! Pero llegó la muerte y nos visitó con su azarosa guadaña de tristeza y llanto. Entonces surge una pregunta desde adentro, de mi interno, ¿Será que solo la muerte cuando se aparece, nos pone a reconsiderar sobre la vida? Y que cuando llega, va convirtiendo ese gran dolor en algo mágico,  como es lo de  sentir  la expansión del amor entre hermanos y el abrazo solidario nos embarga y se acaba la infernal competencia,  madre de la división y de la guerra? Será por eso que no me gusta para nada la palabra “división del futbol Colombiano”? El enemigo en la cancha? Es un partido a muerte? O el balazo, o cañonazo del cobrador? O lo fusiló de un zapatazo? Tiro de esquina, área de candela, ley de ventaja, pena máxima etc, que es esto? No es el lenguaje viperino que es la misma apología de la guerra, de la pelea a muerte? Basta oír a un grupo de comentaristas radiales, “maestros  todos”,  invitando a la batalla entre los equipos y la afición manipulada,  con los preámbulos fatales y grotescos de un acontecimiento mortal, tal como los del coliseo romano en tiempos de Nerón.


Y en el país, agobiado por la desazón política que producen las eternas peleas entre los del NO (ó de la guerra),  y los del SI (ó de la paz), que se baten en tenaz lucha politiquera,  como hambrientos coyotes pegados de la hilacha, en cada lado de los Acuerdos de la Habana;  en los campos como siempre,  siguen cayendo atravesados por balas invisibles pero letales,  los pobres campesinos, representantes del olvido, de la escasez y la injusticia Colombiana!


Pero tenía que llegar y llegó la dolorosa lección! Este dramático momento de aprendizaje colectivo , el que hemos vivido con esta tragedia, en la que nuestros hermanos de Brasil y Bolivia, jóvenes que vinieron  a dejar el corazón en la cancha lo sembraron al morir en nuestras verdes montañas, y como refulgentes rayos de luz, de conciencia, nos enlazan con sus cuerpos en una danza solidaria y mágica, donde la expresión amorosa de todos los habitantes de esta villa deportiva se despierta para confundirse entre las lágrimas de los que han partido y el llanto dulce de una nueva familia suramericana que renace, con tanta fuerza, con tanta gana que nos sentimos todos ya, como hijos de la tierra sin fronteras, como una nueva familia expandida y grande!


Tuvimos que sentir la muerte dentro del alma nuestra,  para reaccionar y frenar ese descarrilado tren de la euforia sin sentido,  que nos está matando el alma colectiva! Gracias pueblo hermano de Chapeco, nunca te olvidaremos, por la valiosa semilla de paz que acabas de sembrar en nuestro suelo latinoamericano! La necesitamos tanto, tanto! No solo en el deporte para que no sea más un brutal campo de batalla, sino en toda Latinoamérica para dejar que entre nuestra paz esquiva y anhelada! Este abrazo agridulce que hoy nos damos, partió nuestra historia de divisiones y distancias, transformándolo en una sola camiseta, con la que ojalá mañana podamos vivir como jugando en la cancha de hermandad maravillosa de la tierra!!
Con profundo respeto y mágico dolor


G.S.

2 dic /16, Medellín

martes, 15 de noviembre de 2016

Fernando Cuartas Acosta

 


 
Mi nombre es Fernando Cuartas Acosta. Nacido, si tal condición puede ser inscrita como el lugar donde se recorrieron las primeras calles y se tuvieron los primeros amores, en el municipio de Bello. Hace unas cuatro décadas y unos tres suspiros más. De una familia con siete hermanos una madre educadora y un padre, que ya salió para otra dimensión distinta a esta tierra, que era la cordialidad y las relaciones humanas con todo el vecindario. De ahí la lúdica, las trenzas comunicativas, el deseo de vivenciar los barrios, una poética de calles y laberínticas expresiones de ciudad.

He vivido25años con un proyecto editorial y revista llamada PUNTO SEGUIDO, al lado de John Sossa y su grupo de colaboradores. Miembro fundador de publicación y del trabajo divulgativo LABERINTO LUNARIO, de la Universidad Nacional. Cofundaddor del colectivo LUNA POPEMA ENCUENTRO, de la Universidad Nacional. Colaborador con grupos de cuenteros, con el taller de poesía TALLER DE LUNA, de la Universidad Nacional. Ha publicado en el Diario del Caribe, en el suplemento del Colombiano, en Vanguardia Liberal. Textos aparecen en la antología de POETAS EN ABRIL, de Luz Eugenia Sierra. La revista DUNGANON publico un plaquet con textos de Jonn Sossa, Jesús Rubén Pasos, Carlos Bedoya, Raúl Henao y Fernando Cuartas, dicha revista es de Suecia.

En la revista francesa OJO DE AGUIJON, aparece una antología de poemas. (Revista francesa 1989)
Asesor cultural y actuante con comunidades en proyectos de literatura infantil y juvenil.Con la casa de la cultura de Bello, con la casa de la cultura de Abejorral, Supía, Jardín, Santo Domingo, entre otras.
Proyectos lúdicos con el Jardín Botánico, con Barbosa, con Comunidades barriales, que ha permitido un buen recorrido de ciudad.

Trabaja actualmente en la Fonoteca de la Universidad Nacional, y desde hace varias décadas se desempeña dentro de la Biblioteca de dicha Universidad. Mantiene un programa radial (TALLER DE LUNA) en la emisora U.N. Radio.

fuente:http://www.viztaz.com.co/litera/autores/bc/cuartasaco.html

lunes, 7 de noviembre de 2016

Yo me muero después de que lo maten_ Jarameo Jairo Arango Mesa

Réquiem aeternam dona ei Domine. Et lux perpetua luceat ei. Requiescat in pace.

Yo me muero después de que lo maten.

Dijo el abuelo y se sentó en la mecedora de mimbre, cruzó sus piernas y en ellas colocó sus manos, giró su cabeza hacia a la derecha y, su sombrero negro se ladeó levemente; tenía emboquillado un tabaquillo “114” y en sus ojos ocultaba una tristeza insondable que colgó en el silencio de aquel instante. Aquella imagen, la de un hombre bondadoso de manos recias y fuertes, que en los días de guarda, siempre llevaba zapatillas negras charoladas, sombrero negro, un pantalón negro y una camisa blanca de cuello y puños almidonados, se quedó incrustada en lo mas profundos de mi memoria.

Ese día, día de diciembre, un domingo de verano, a las dos de la tarde me acuerdo muy bien, por el canto desentonado del cucú de la sala, de  cómo exploré con mis manos de niña su bolsillo derecho y allí encontré los dulces, él siempre los traía después de ir y venir del servicio religioso, yo era entonces su niña guapa: si estaba trabajando con caliza yo le pasaba el recipiente con el agua, si  clavaba  yo sostenía la caja de clavos, si recorría la madera con sus dientes de metal, yo recogía el aserrín y si estaba midiendo yo le pasaba la escuadra, el metro o el nivel.

 La tarde de aquel día no se vio, no la recuerdo, solo se quedaron las primeras horas de la noche cuando el sol se disipó en el horizonte y las sombras se recostaron sobre los tejados de las casas, y las lámparas del alumbrado publico,  difusas y esquivas, empezaron alumbrar poco a poco las calles, los frontones de colores y las paredes blancas de las casas, el silencio acordonaba por aquel entonces las noches del barrio, solo escuchaba mis pensamientos y  las palabras sueltas de mis sueños despiertos, y de vez en cuando, muy lejos, el lamento de una traición en ritmo de milonga, que cuando la escucho, al pasar por cualquiera de las cantinas de mi barrio, me trae este recuerdo que se me ha pegado a la memoria  como una sombra perdida de mi pasado.

Un resplandor.
Una explosión.  
Segundo resplandor.
Segunda explosión.

Fueron dos tiros de máuser, luego, con los años me enteré.

_Mataron a Gabriel _Pronunció con vos seca y grabe el abuelo.

El abuelo estaba en su mecedora de mimbre; entonces, agachó la cabeza sobre su pecho y ocultó el rostro debajo del sombrero negro.

Las tres hermanas, mis tías, en camisones blancos, desmaquilladas y despeinadas, salieron corriendo de la habitación donde se encontraba el gabinete de los espejos, habían escuchado la voz recia del abuelo y se enrumbaron en dirección  a la calle donde sonaron los dos tiros, y detrás de ellas la abuela con su traje blanco, su delantal de cocina y el trapo para secar los platos.

_ Señora, no lo toque_ ordenó un hombre armado

_ Este fue un vicioso de la marihuana y el bazuco- dijo el segundo hombre armado

_ Le llegó el turno señora, estamos en limpieza social_ Concluyó el tercer hombre armado

__ ¿Qué no lo Toque? Acaso es un perro sin familia. Este es mi hijo Gabriel y si lo acaricio, ustedes verán que van hacer con tantos muertos.

Fue tanta la decisión en la voz de la abuela, que los encapuchados armados se encogieron en su silencio mientras se retiraban de aquel lugar.

_ ¡Uno decide lo que va ser en su vida, él no le hacia mal a nadie!_ Les gritó  la abuela con vos fuerte y descompuesta, cargada de dolor.

_ ¡Uno decide lo que va ser con su vida, él no le hacia mal a nadie!_ Gritó de nuevo  la abuela.

Mi tía, la mayor llegó con una sabana blanca y entre las cuatro colocaron en ella el cuerpo sin vida de mi tío Gabriel, luego, empuñaron los cuatro extremos de aquel manto, y empezaron un desfile fúnebre alucinante hacia la casa. Sus figuras se trasformaron en cuerpos sin cabezas, la luz rebotaba solo en  sus vestidos blancos y el tío Gabriel venía con su cara  serena, como si estuviera dormido.

El abuelo, inalterable, seguía en un estado de resignación, inmóvil, todavía con las piernas cruzadas y sus manos amarradas con sus dedos a la rodilla montada, sus zapatos, pantalón y sombrero contrastaban con el blanco impecable de su camisa; me acuerdo muy bien de aquella figura, que con el tiempo se me fue convirtiendo en un cuadro que llegó a simbolizar para mi la entereza y el coraje

_! Hay Gabrielito, tanto que te decía: ¡un día de estos te van a matar! _ aulló la Mayor

_ ¡Uno se muere de lo que le de la gana¡ ¡De lo que le de la gana!_ chilló la menor  con su voz aguda y disonante

_! A uno no se le mata así no mas, culpándolo de malo, cuando no se le  hace mal a nadie ¡_ y a continuación_ ¡Mundo desgraciado este del bien y del mal! _ vociferó la del medio.

Aquel cortejo fúnebre: de sábana blanca, de ropas blancas y de manos salpicadas con la sangre de Gabriel, descendió hacia la casa con un llanto alterado, acompañado de gritos y palabras incoherentes, y de rostros, que con sus gestos entregaban ese dolor que se estremece con la ausencia.

_Mataron a Gabriel_ Dijo la primera sombra

_Mataron al mono _ Exclamo la segunda sombra

__Mataron a Gabrielito_ Grito la beata

__ Escóndase mijo que mataron a ricitos de oro y de pronto empieza otra balacera_ Dijo una madre

_ ¡Mataron a Gabriel! ¡Mataron a Gabriel!  ¡Mataron a Gabriel! _ corearon varias voces como un eco saltando de ventana en ventana y de puerta en puerta.

Muchos escuchaban, se quedaron callados dando oídos a algo que no parecía ser sino un eco enroscado dentro de otro eco y que producía una especie de fárrago de voces, un retumbo escapado y atajado.

Cuando llegaron los de la policía y los de la funeraria, se llevaron a Gabriel para la azotea; a continuación, llegó un ataúd morado con ventanilla de vidrio trasparente, después empezaron a colocar las coronas de flores, con cintas negras y letras amarillas con el nombre de Gabriel Crisóstomo Zapata Iriarte: 1965 -2006. Luego entraron los velones, largos y gruesos, con moños negros, y por ultimo, una imitación de la cruz y el santo sudario, los extremos de aquel manto caían como dos brazos vencidos. A eso de las  nueve de la noche bajaron el cajón y lo colocaron sobre la mesa del comedor que lucia su mejor mantel; entonces concluí que en él estaba Gabriel, y cuando pude encaramarme en un taburete: vi su cara coloreada, sus labios pintados, sus risos monos alisados, sus ojos cerrados con unas pestañas que no eran las suyas y por ultimo vi su cara rolliza, que parecía hinchada, casi no lo reconozco.

Poco a poco fueron llegando, primero los vecinos y luego la familia que venía de los pueblos vecinos: primos, tíos, hermanos, sobrinos  y mucha gente mas que traían las imágenes del recuerdo, en especial aquellas cuando él calzaba los guayos del equipo del barrio; eso fue antes de empezar su cambalache por otra vida sin apuros, con la ayuda de la mariguana, que lo acompañó hasta ese momento donde el hilo de la vida le fue cortado. Fueron veinte años de andar y hablar pausado, siempre con zapatos y pantalones blancos y sus camisas floridas de mangas anchas y desabrochadas en los dos primeros botones. Sus amigos mas cercanos siempre lo llamaron el “Camaján”. Entre la música que más le gustaba había una que se sabía de memoria y que muchas veces tarareaba cuando sus ojos se tornaban rojos, era el tango titulado: “Sangre Maleva”:


La Boca, Avellaneda, Barracas, Puente Alsina,
el bajo de Belgrano y en el mismo arrabal
fue siempre respetado el zurdo Cruz Medina,
por ser un buen amigo, muy noble y servicial.
Fue hombre entre los hombres, fue taita entre matones,
pasó su vida breve allá en el arrabal
donde se oyó de noche la ronda de botones
y en un café del barrio solloza un bandoneón.” *2


De pronto, una de las auxiliares de la sacristía de la parroquia, empezó a enunciar frases que aún retumban sin sentido en mis oídos.

“_ ¡Ave María purísima! _ la auxiliar

_ ¡Sin pecado concebida! _ el primer coro

_ En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amen_ el segundo coro

_ Este Novenario lo ofrecemos por el eterno descanso del alma de nuestro hermano Gabriel en los brazos del Señor Jesús_ la auxiliar

  _ Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos... _Todos juntos.

  _ Señor, Tú nos lo habías dado para que fuera nuestra compañía y nuestro consuelo y ahora lo has llevado a tu lado. Te lo devolvemos sin quejas y aunque nuestros corazones estén desgarrados por el dolor, nos complace aceptar tu santa voluntad. Tú nos lo diste, Tú te lo llevas._ la auxiliar

Amén. _Los dos coros

_Piadoso Jesús, Señor y Dios nuestro concédele a nuestro  hermano Gabriel el perdón de sus pecados y dale el descanso eterno. _la auxiliar.

_Amén.” _los dos coros

Mi tía la del medio, que estaba estudiando en la universidad, siempre me decía que eso del pecado era pura imaginación, que eso eran cuentos de los ricos para someter a los pobres. Y  hoy, con mis años de mujer madura creo entender aquellos reproches.

El abuelo seguía sentado en su silla de mimbre, en silencio y con su sombrero tapándole la cara. Todos se le acercaron y le expresaron un sentido pésame, él no contestó, él fue un hombre de pocas palabras. Las mujeres hicieron una genuflexión ante su presencia de patriarca, se santiguaron y se retiraron en silencio hacia la sala de los rezos.

Yo quería enterarme de todo lo que estaba pasando en la casa, era mi primer  muerto , y no entendía porque las mujeres estaban tristes, si el tío Gabriel tenia cara de contento,  y pensé que él se alegraba por aquella reunión  de tanta gente, que no hacia si no hablar de él; de lo buena gente que era: que servicial, que caritativo, que acomedido, que no le quitaba un peso a nadie, que siempre estaba donde había un enfermo o el dolor ajeno, que cuidaba a lo viejos que se quedaban solos, en fin, tantas cosas se hablaron y hablaron que perdí el hilo de aquel reguero de bondades.

Los hombres se habían retirado a la azotea, algunos recordaban el quiebre de su pie izquierdo para manejar el balón, otros miraban detenidamente el firmamento fumándose su cigarrillo Piel Roja y lanzando fumarolas al viento, otros bebían de una botella de licor y  no logré escuchar las palabras que pronunciaban, entre ellos estaba mi primo Jorge Mesa, que no podía ocultar en su semblante una rabia que le apretaba el rostro y lo hacía lagrimar.

_ ¡Hay Gabrielito la falta que me vas hacer! – exclamo mi tía la mayor, lanzó un suspiro y se desmayó.

Esta si fue la mejor: un _ ¡Huy¡ _en coro y cinco mujeres corriendo a socorrerla antes de que tocara tierra, pero siempre se pegó su batacazo contra el piso. La tomaron de los brazos y la cintura y se la llevaron para la alcoba de los abuelos; con agüita hervida azucarada y emulsión de hierbabuena, la fueron volviendo a la vida. _ ¡Que sobresalto!_  yo creí que los muertos en la familia se nos iban a venir de seguido.

La noche se fue deslizando, traía y llevaba aquel bisbiseo de voces, que como  un zumbo de abejones se fue gastando con las horas que se majaban lentamente. Las mujeres se turnaron, unas a dormir y a rezar las otras. La aurora se fue mostrando en el horizonte, yo me había acostado al lado de mi abuelo, nadie se percató de mi ausencia, yo quería estar a su lado aquella noche, lo raro fue que desde que pronunció la frase _ Mataron a Gabriel_ no quiso hablar con nadie, ni conmigo. El sol entró alborotando el día, entonces repartieron chocolate caliente con pan de leche enroscado; mi tía la de medio le llevó el chocolate caliente al abuelo que no había probado bocado desde el día anterior.

_ Apá… tómese su chocolate que enseguida viene el párroco a celebrar la misa y después nos vamos para el cementerio_ Lo dijo con una voz cariñosa que aún recuerdo

 _ Vea, Apá… despierte para que se bañe y se cambie de ropa_ El abuelo seguía inmóvil, con su sombrero negro tapándole la cara, no contestó, entonces mi tía le levantó el sombrero y lanzo un _ ¡hay!  _que recorrió la casa y toda la calle donde vivíamos, el grito y al suelo… se desmayó. El primero que llegó fue mi primo Jorge Mesa, vio el rostro pálido  del abuelo y comprendió que hacia mucho rato había muerto. Cuando llegaron mis tías y varios de los que participaban del velorio, entonces, el primo tapó nuevamente la cara del abuelo con su sombrero negro.

_   El abuelo esta muerto_ lo dijo lentamente, hincó una de sus rodillas sobre el piso y besó las manos de aquel patriarca que había cumplido con su palabra hasta el día de su muerte _ ¡Yo me muero después de que lo maten! _

El sobresalto fue mayúsculo, las honras fúnebres se prolongaron hasta el día siguiente, la ventanilla del tío, fue sellada, seguramente ya se veía su cuerpo fermentado; entonces, aquel remolino de sucesos  y el ajetreo de los presentes casi se convierte en el acabose. El Tío Gabriel pasó a ser un ser de segundo plano, y arrancaron de nuevo con el sartal de oraciones por el alma del abuelo que era la que quedaba viva y que tenía que rendir cuentas al Eterno, asunto que me confundió y me llevó a creer que todo aquello era un disparate, pues el  abuelo no tenia que rendirle cuentas a nadie, si no se las rindió a ninguno en vida, entonces en el silencio no suenan las palabras, y además el abuelo ya no tenía pensamientos, según decía mi tía la del medio.

El caso fue: dos noches de trasnocho, dos muertos, dos misas, dos rezos y un entierro en dos fosas separadas. Los trajes negros se lucieron en aquellos nueve días dedicados a rezar por el alma de los muertos, aquellas noches se prolongaron cuando se rezaron dos novenas por día, una seguida de la otra, primero por mi tío y después por el abuelo, de acuerdo al orden de los hechos.

Todo fue volviendo a la rutina después del espectáculo de las novenas, de los tintos, de las aguas aromáticas, de los pancitos de leche enroscados y alguno que otro lamento incontrolable.  La única que no dijo ni mu fue la abuela, su silencio, su mirada altiva y firme nos fue acomodando en esta realidad de vivir y morir.

Los días fueron llegando y se fueron marchando, todo se convertía en pasado y el presente fue aflojando las amarras de los acontecimientos que se avecinaban para la familia; el futuro es un sueño decía mi primo, pero yo me pregunto si no tiene que ver mucho con el pasado donde uno se ha formado, apuntalado en un presente lleno de ideas consecuentes con las acciones que uno realiza._ ¡Opa!... _se me fue la mano…

De mi primo y mi tía del medio no se sabe nada  hasta el día de hoy, algunos dicen que están en uno de los grupos alzados en armas o desaparecido por los “Para” o en algunas fosas comunes o perdidos en las profundidades de uno de tantos ríos donde descasan los cuerpos de los desaparecidos.

Jarameo 

domingo, 30 de octubre de 2016

Biografia de Jorge Luis Borges

(Buenos Aires, 1899 - Ginebra, Suiza, 1986) Escritor argentino considerado una de las grandes figuras de la literatura en lengua española del siglo XX. Cultivador de variados géneros, que a menudo fusionó deliberadamente, Jorge Luis Borges ocupa un puesto excepcional en la historia de la literatura por sus relatos breves. Aunque las ficciones de Borges recorren el conocimiento humano, en ellas está casi ausente la condición humana de carne y hueso; su mundo narrativo proviene de su biblioteca personal, de su lectura de los libros, y a ese mundo libresco e intelectual lo equilibran los argumentos bellamente construidos, simétricos y especulares, así como una prosa de aparente desnudez, pero cargada de sentido y de enorme capacidad de sugerencia.

Jorge Luis Borges
Recurriendo a inversiones y tergiversaciones, Borges llevó la ficción al rango de fantasía filosófica y degradó la metafísica y la teología a mera ficción. Los temas y motivos de sus textos son recurrentes y obsesivos: el tiempo (circular, ilusorio o inconcebible), los espejos, los libros imaginarios, los laberintos o la búsqueda del nombre de los nombres. Lo fantástico en sus ficciones siempre se vincula con una alegoría mental, mediante una imaginación razonada muy cercana a lo metafísico. Ficciones (1944), El Aleph (1949) y El Hacedor (1960) constituyen sus tres colecciones de relatos de mayor proyección. A pesar de que su obra va dirigida a un público comprometido con la aventura literaria, su fama es universal y es definido como el maestro de la ficción contemporánea. Sólo su ideario político pudo impedir que le fuera concedido el Nobel de Literatura.

Biografía

Jorge Luis Borges procedía de una familia de próceres que contribuyeron a la independencia del país. Un antepasado suyo, el coronel Isidro Suárez, había guiado a sus tropas a la victoria en la mítica batalla de Junín; su abuelo Francisco Borges también había alcanzado el rango de coronel. Pero fue su padre, Jorge Borges Haslam, quien rompiendo con la tradición familiar se empleó como profesor de psicología e inglés. Estaba casado con la delicada Leonor Acevedo Suárez, y con ella y el resto de su familia abandonó la casa de los abuelos donde había nacido Jorge Luis y se trasladó al barrio de Palermo, a la calle Serrano 2135, donde creció el aprendiz de escritor teniendo como compañera de juegos a su hermana Norah.
En aquella casa ajardinada aprendió Borges a leer inglés con su abuela Fanny Haslam y, como se refleja en tantos versos, los recuerdos de aquella dorada infancia lo acompañarían durante toda su vida. Con apenas seis años confesó a sus padres su vocación de escritor, e inspirándose en un pasaje del Quijote redactó su primera fábula cuando corría el año 1907: la tituló La visera fatal. A los diez años comenzó ya a publicar, pero esta vez no una composición propia, sino una brillante traducción al castellano de El príncipe feliz de Oscar Wilde.
En el mismo año en que se inició la Primera Guerra Mundial, la familia Borges recorrió los inminentes escenarios bélicos europeos, guiados esta vez no por un admirable coronel, sino por un ex profesor de psicología e inglés, ciego y pobre, que se había visto obligado a renunciar a su trabajo y que arrastró a los suyos a París, a Milán y a Venecia hasta radicarse definitivamente en la neutral Ginebra cuando estalló el conflicto.
Borges era entonces un adolescente que devoraba incansablemente la obra de los escritores franceses, desde los clásicos como Voltaire o Víctor Hugo hasta los simbolistas, y que descubría maravillado el expresionismo alemán, por lo que se decidió a aprender el idioma descifrando por su cuenta la inquietante novela de Gustav Meyrink El golem.

Borges a los 21 años
Hacia 1918 lee asimismo a autores en lengua española como José Hernández, Leopoldo Lugones y Evaristo Carriego y al año siguiente la familia pasa a residir en España, primero en Barcelona y luego en Mallorca, donde al parecer compuso unos versos, nunca publicados, en los que se exaltaba la revolución soviética y que tituló Salmos rojos.
En Madrid trabará amistad con un notable políglota y traductor español, Rafael Cansinos Assens, a quien extrañamente, a pesar de la enorme diferencia de estilos, proclamó como su maestro. Conoció también a Valle-Inclán, a Juan Ramón Jiménez, a Ortega y Gasset, a Ramón Gómez de la Serna, a Gerardo Diego... Por su influencia, y gracias a sus traducciones, fueron descubiertos en España los poetas expresionistas alemanes, aunque había llegado ya el momento de regresar a la patria convertido, irreversiblemente, en un escritor.

La juventud ultraísta

De regreso en Buenos Aires, en 1921 fundó con otros jóvenes la revista Prismas y, más tarde, la revista Proa; firmó el primer manifiesto ultraísta argentino, y, tras un segundo viaje a Europa, entregó a la imprenta su primer libro de versos: Fervor de Buenos Aires (1923). Seguirán entonces numerosas publicaciones, algunos felices libros de poemas, como Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929), y otros de ensayos, como InquisicionesEl tamaño de mi esperanza y El idioma de los argentinos, que desde entonces se negaría a reeditar.
Durante los años treinta su fama creció en Argentina y su actividad intelectual se vinculó a Victoria Ocampo y Silvina Ocampo; las hermanas Ocampo le presentaron a su vez a Adolfo Bioy Casares, pero su consagración internacional no llegaría hasta muchos años después. De momento ejerce asiduamente la crítica literaria, traduce con minuciosidad a Virginia Woolf, a Henri Michaux y a William Faulkner y publica antologías con sus amigos; frecuenta a su maestro Macedonio Fernández y colabora con Victoria Ocampo en la fundación de la emblemática revista Sur (1931), en torno a la cual se moverá lo mejor de las letras argentinas de entonces (Oliverio GirondoEnrique Anderson Imbert y el mismo Bioy Casares, entre otros).

En 1938 fallece su padre y comienza a trabajar como bibliotecario en las afueras de Buenos Aires; durante las navidades de ese mismo año sufre un grave accidente, provocado por su progresiva falta de visión, que a punto está de costarle la vida. Al agudizarse su ceguera, Borges deberá resignarse a dictar sus cuentos fantásticos y desde entonces requerirá permanentemente de la solicitud de su madre y de su amigos para poder escribir, colaboración que resultará muy fructífera. Así, en 1940, el mismo año en que asiste como testigo a la boda de Silvina Ocampo y Bioy Casares, publica con ellos una espléndida Antología de la literatura fantástica, y al año siguiente una Antología poética argentina.
En 1942, Borges y Bioy se esconden bajo el seudónimo de H. Bustos Domecq y entregan a la imprenta unos graciosos cuentos policiales que titulan Seis problemas para don Isidro Parodi. Sin embargo, su creación narrativa no obtiene por el momento el éxito deseado, e incluso fracasa al presentarse al Premio Nacional de Literatura con sus cuentos recogidos en el volumen El jardín de senderos que se bifurcan (1941), los cuales se incorporarán luego a uno de sus más célebres libros, Ficciones (1944), obra con que se inicia su madurez literaria y el pleno reconocimiento en su país.

Del peronismo a Videla

En 1945 se instaura el peronismo en Argentina, y su madre Leonor y su hermana Norah son detenidas por hacer declaraciones contra el nuevo régimen: habrán de acarrear, como escribió muchos años después Borges, una "prisión valerosa, cuando tantos hombres callábamos", pero lo cierto es que, a causa de haber firmado manifiestos antiperonistas, el gobierno lo apartó al año siguiente de su puesto de bibliotecario y lo nombró inspector de aves y conejos en los mercados, cruel humorada e indeseable honor al que el poeta ciego hubo de renunciar, para pasar, desde entonces, a ganarse la vida como conferenciante.
La policía se mostró asimismo suspicaz cuando la Sociedad Argentina de Escritores lo nombró en 1950 su presidente, habida cuenta de que este organismo se había hecho notorio por su oposición al nuevo régimen. Ello no obsta para que sea precisamente en esta época de tribulaciones cuando publique su libro más difundido y original, El Aleph (1949), ni para que siga trabajando incansablemente en nuevas antologías de cuentos y nuevos volúmenes de ensayos antes de la caída del peronismo en 1955.
En esta diversa tesitura política, el recién constituido gobierno lo designará, a tenor del gran prestigio literario que ha venido alcanzando, director de la Biblioteca Nacional, e ingresará asimismo en la Academia Argentina de las Letras. Enseguida los reconocimientos públicos se suceden: Doctor honoris causa por la Universidad de Cuyo, Premio Nacional de Literatura, Premio Internacional de Literatura Formentor, que comparte con Samuel Beckett, Comendador de las Artes y de las Letras en Francia, Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina, Premio Interamericano Ciudad de Sèo Paulo...
Inesperadamente, en 1967 contrae matrimonio con una antigua amiga de su juventud, Elsa Astete Millán, boda de todos modos menos tardía y sorprendente que la que formalizaría pocos años antes de su muerte, ya octogenario, con María Kodama, su secretaria, compañera y lazarillo: una mujer mucho más joven que él, de origen japonés, a la que nombraría su heredera universal. Pero la relación con Elsa fue no sólo breve, sino desdichada, y en 1970 se separaron para que Borges volviera de nuevo a quedar bajo la abnegada protección de su madre.

Jorge Luis Borges y María Kodama
Los últimos reveses políticos le sobrevinieron con el renovado triunfo electoral del peronismo en Argentina en 1974, dado que sus inveterados enemigos no tuvieron empacho en desposeerlo de su cargo en la Biblioteca Nacional ni en excluirlo de la vida cultural porteña.
Dos años después, ya fuera como consecuencia de su resentimiento o por culpa de una honesta alucinación, Borges, cuya autorizada voz resonaba internacionalmente, saludó con alegría el derrocamiento del partido de Perón por la Junta Militar Argentina, aunque muy probablemente se arrepintió enseguida cuando la implacable represión de Videla comenzó a cobrarse numerosas víctimas y empezaron a proliferar los "desaparecidos" entre los escritores. El propio Borges, en compañía de Ernesto Sábato y otros literatos, se entrevistó ese mismo año de 1976 con el dictador para interesarse por el paradero de sus colegas "desaparecidos".
De todos modos, el mal ya estaba hecho, porque su actitud inicial le había granjeado las más firmes enemistades en Europa, hasta el punto de que un académico sueco, Artur Ludkvist, manifestó públicamente que jamás recaería el Premio Nobel de Literatura sobre Borges por razones políticas. Ahora bien, pese a que los académicos se mantuvieron recalcitrantemente tercos durante la última década de vida del escritor, se alzaron voces, cada vez más numerosas, denunciando que esa actitud desvirtuaba el espíritu del más preciado premio literario.
Para todos estaba claro que nadie con más justicia que Borges lo merecía y que era la Academia Sueca quien se desacreditaba con su postura. La concesión del Premio Cervantes en 1979 compensó en parte este agravio. En cualquier caso, durante sus últimos días Borges recorrió el mundo siendo aclamado por fin como lo que siempre fue: algo tan sencillo e insólito como un "maestro".

La obra de Jorge Luis Borges

Borges es sin duda el escritor argentino con mayor proyección universal. Se hace prácticamente imposible pensar la literatura del siglo XX sin su presencia, y así lo han reconocido no sólo la crítica especializada, sino también las sucesivas generaciones de escritores, que vuelven con insistencia sobre sus páginas como si éstas fueran canteras inextinguibles del arte de escribir.
Borges fue el creador de una cosmovisión muy singular, sostenida sobre un original modo de entender conceptos como los de tiempo, espacio, destino o realidad. Sus narraciones y ensayos se nutren de complejas simbologías y de una poderosa erudición, producto de su frecuentación de las diversas literaturas europeas, en especial la anglosajona (William ShakespeareThomas De QuinceyRudyard KiplingJoseph Conrad son referencias permanentes en su obra), además de su conocimiento de la Biblia, la Cábala judía, las primigenias literaturas europeas, la literatura clásica y la filosofía. Su riguroso formalismo, que se constata en la ordenada y precisa construcción de sus ficciones, le permitió combinar esa gran variedad de elementos sin que ninguno de ellos desentonara.

Los inicios poéticos

Borges había conocido en Madrid a los jóvenes escritores del grupo ultraísta, que se nucleaban en torno al poeta andaluz Rafael Cansinos Assens. A su retorno a la Argentina, a comienzos de la década de 1920, difundió entre sus pares esa nueva concepción de la poesía y las imágenes poéticas, principalmente dentro del grupo de los escritores vanguardistas. El primer libro de poemas de Borges fue Fervor de Buenos Aires (1923), en el que ensayó una visión personal de su ciudad, de evidente cuño vanguardista.
En 1925 dio a conocer Luna de enfrente y, tres años más tarde, Cuaderno San Martín, poemarios en los que aparece con insistencia su mirada sobre las "orillas" urbanas, esos bordes geográficos de Buenos Aires en los que años más tarde ubicará la acción de muchos de sus relatos. Puede decirse que en estos primeros libros Borges funda con su escritura una Buenos Aires mítica, dándole espesor literario a calles y barrios, portales y patios. El poeta parece rondar la ciudad como un cazador en busca de imágenes prototípicas, que luego volcará con maestría en sus versos y prosas.
En 1930 publicó Evaristo Carriego, un título esencial en la producción borgeana. En este ensayo, al tiempo que traza una biografía del poeta popular que da título al libro, se detiene en la invención y narración de diferentes mitologías porteñas, como en la poética descripción del barrio de Palermo. Evaristo Carriego no responde a la estructura tradicional de las presentaciones biográficas, sino que se sirve de la figura del poeta elegido para presentar nuevas e inéditas visiones de lo urbano, como se manifiesta en capítulos tales como "Las inscripciones de los carros" o "Historia del tango".
Hacia 1932 da a conocer Discusión, libro que reúne una serie de ensayos en los que se pone de manifiesto no sólo la agudeza crítica de Borges, sino también su capacidad en el arte de conmover los conceptos tradicionales de la filosofía y la literatura. Además de las páginas dedicadas al análisis de la poesía gauchesca, este volumen integra capítulos que han servido como venero de asuntos de reflexión para los escritores argentinos, tales como "El escritor argentino y la tradición", "El arte narrativo y la magia" o "La supersticiosa ética del lector".
En 1935 aparece Historia universal de la infamia, con textos que el propio autor califica como ejercicios de prosa narrativa y en los que es evidente la influencia de Robert Louis Stevenson y G. K. Chesterton. Este volumen incluye uno de sus cuentos más famosos, "El hombre de la esquina rosada"; le siguieron los ensayos de Historia de la eternidad (1936).

La madurez de un narrador

El accidente casi mortal que sufrió a fines de 1938 marcó el antes y el después de su destino: de él saldría con la secuela del avance irreversible de su ceguera y con la decisión de enfrentarse a la creación de ficciones, cuyo primer fruto será el memorable relato El sur, y el libro que iniciará la ininterrumpida sucesión de sus obras maestras: El jardín de senderos que se bifurcan (1941). A partir de ese momento, la vida y la obra de Borges entran en una madurez y en una creciente divulgación en círculos concéntricos, que sólo se interrumpirán con su muerte, casi medio siglo más tarde.
Con ser todo ello significativo para la vida del autor, lo más destacable del proceso es el reconocimiento que Borges hace de sí mismo y de su obra a partir del comienzo de los años cuarenta, y que le impulsa a la creación de ese género a mitad de camino entre la narrativa, el ensayo, la glosa, la sinopsis de libros que nunca serán escritos y la investigación erudita, que definirá mejor que nada su título acaso más representativo, Ficciones, que en 1944 marca el ecuador de la obra de Borges, no sólo por el nivel insuperable que alcanza, sino por la condensación genérica que la caracterizará de allí en adelante.

Jorge Luis Borges
Ciertamente, Ficciones (1944) acabó de consolidar a Borges como uno de los escritores más singulares del momento en lengua castellana. En la primera de sus partes, titulada El jardín de senderos que se bifurcan, reeditó la colección de ocho cuentos que había publicado en 1941; en la segunda parte, Artificios, incluyó seis nuevos relatos, número ampliado a nueve en la edición de 1956.
En las páginas de este libro se despliega toda su maestría imaginativa, plasmada en cuentos como "La biblioteca de Babel", "El jardín de los senderos que se bifurcan" o "La lotería de Babilonia". También pertenece a este volumen "Pierre Menard, autor del Quijote", relato o ensayo (en Borges esos géneros suelen confundirse deliberadamente) en el que reformula con genial audacia el concepto tradicional de influencia literaria, así como su célebre cuento "La muerte y la brújula", en el que la trama policial se conjuga con sutiles apreciaciones derivadas del saber cabalístico, al que Borges dedicó devota atención.

El Aleph (1949), volumen de diecisiete cuentos, vuelve a demostrar su maestría estilística y su ajustada imaginación, que combina elementos de la tradición filosófica y de la literatura fantástica. Además del cuento que da título al libro, se incluyen otros como "Emma Zunz", "Deutsches Requiem", "El Zahir" y "La escritura del Dios". El Hacedor (1960) incluía algunas piezas escritas treinta años antes y sin embargo guardaba una sólida unidad entre todas sus partes, no sólo formal sino también en cuanto a contenidos, siempre alineados en la idea borgeana de que tanto los grandes sistemas de la metafísica como las parábolas y las elucidaciones de la teología son elementos que forman parte del gran mundo de la literatura fantástica.

La consagración internacional

Con la obtención del Premio Internacional de Literatura Formentor, que comparte con Samuel Beckett en 1961, la crítica descubre a Borges a nivel planetario, y las invitaciones, los doctorados honoris causa, los ciclos de conferencias, los premios y las traducciones a las más diversas lenguas se sucedieron en un vértigo incesante, que lo convirtieron en uno de los escritores vivos de mayor prestigio y reconocimiento universal.
El impactante y masivo reconocimiento público de la figura y la obra de Borges debe ser situado como un efecto derivado del llamado Boom de la literatura hispanoamericana. La demanda por parte del público de obras de autores latinoamericanos no se agotó con aquellos que originalmente pertenecían a la generación del Boom (Julio CortázarGabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa), sino que se extendió a un grupo de escritores que, por edad y por preferencias estéticas, no formaban parte de esa órbita.
A pesar de la nutridísima bibliografía de Borges, de pocos escritores como de él se puede afirmar que es, en lo esencial, autor de un solo libro, desdoblado en distintas versiones o aproximaciones, que sus Obras Completas ejemplifican como otros tantos frutos de un mismo árbol, ya que (como él mismo afirmara de Quevedo) más que un escritor, Borges es en verdad "una vasta literatura".
Así, sus obras en prosa posteriores a las mencionadas (Manual de zoología fantástica, 1957; El libro de los seres imaginarios, 1967; El informe de Brodie, 1970; El congreso, 1971; El libro de arena, 1975) incluyen con frecuencia poemas. Durante treinta años no había publicado un solo verso, como para marcar una distancia definitiva con la etapa que denominó "la gran equivocación ultraísta"; y sus entregas poéticas de la madurez, como El otro, el mismo (1964), Para las seis cuerdas (1965), Elogio de la sombra (1969), El oro de los tigres (1972), La rosa profunda (1975) o La moneda de hierro (1976), admiten poemas narrativos, y otros que son auténticas ficciones, como "El Golem", que simplemente han sido redactadas en verso.
La obra de Borges se reparte también en un buen número de volúmenes escritos en colaboración, tanto dedicados a la ficción como al ensayo. Engrosan el caudal de sus escritos una gran cantidad de notas de crítica bibliográfica y comentarios de literatura, aparecidos en diferentes publicaciones periódicas argentinas y extranjeras, además de conferencias y entrevistas en las que desplegó con inteligencia y mordacidad sus puntos de vista. Se trata de una parte de su obra que, casi a la misma altura que sus libros considerados mayores, ha sido objeto recurrente de comentario y estudio por parte de la crítica y de numerosas recopilaciones.
Fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/borges.htm