domingo, 25 de enero de 2015

Huella Estampida, Obra poética 2012-1980 de Omar Castillo


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Se publicó en Medellín, por Ambrosía Editores, en su colección Ciudad escrita, el libro:Huella estampida, obra poética 2012-1980 del poeta Omar Castillo. En el libro, edición impresa de 1.000 ejemplares, se reúne la obra poética publicada por el autor en más de 30 años de intensa creación. Y, como nos dice Óscar Castro García en la nota de contracarátula:


“Omar Castillo ha dedicado gran parte de su vida a la poesía. Puede afirmarse que ésta es su documento de identidad.

Es la suya una poesía de la oquedad, de las cavernas, de las ciudades, y de los orígenes de la humanidad, del fuego y de la palabra misma. Es el canto que busca el momento inicial, cósmico, mítico.

Otros asuntos también recorren la poesía de Omar Castillo: la ciudad con su tráfago, sus especies, sus delirios, sus encantos. El hombre en ella, como un extraño, títere en un laberinto de puentes, calles, edificios y soledades, anonimatos y encuentros fugaces. 

La soledad es el precio de la ciudad. El viaje, el modo de ser. El comercio, el mayor delito. El caos, el hábitat. Y, por encima, hay quienes algún lucro sacan del desorden, de la violencia, del consumo y de la miseria. Quedan algunos refugios: el mundo interior, el encuentro erótico, la infancia, el bar, la poesía, y la eterna lucha entre la permanencia y la fugacidad, la rutina y la eternidad, lo efímero y el recuerdo, el enigma y su desciframiento.

Y en el recuerdo cobran vida también estos poemas entrañables, las pocas grandes obras de quienes ya partieron, los amores sencillos y esplendorosos con que los dioses nos premiaron en la tierra, la compañía de los amigos, los paisajes de nuestra geografía, los rostros de la gente anónima, algunas calles, ciertos momentos en parques o tabernas, los amaneceres, los atardeceres lluviosos o calurosos… Y, de nuevo, esta poesía de Omar Castillo, que acentúa siempre el sabor agridulce de la vida, el mismo que advertimos con inquietud cada que despertamos, o en nuestro más profundo sueño”.
Óscar Castro García


(Fragmentos tomados de su ensayo: Omar Castillo: Una vida, un oficio y un poema.)
A continuación ofrecemos el texto de presentación con el que se abre el libro, escrito por el director editorial de Ambrosía Editores:
Carlos Alberto Álvarez Muñetón



PRESENTACIÓN
Este texto sale de una mirada sobre algunos de los poemas de Omar Castillo reunidos en Huella estampida, obra poética 2012-1980. Y desde ahí, desde esa escritura leída quieren compartir con el lector la emoción que despiertan en mí.

Omar Castillo es la palabra disuelta que rezuma nuevos vigores y resemantiza conceptos ya manidos, ya vueltos frases de cajón, como:

y no todo lo que brilla se hace realidad
sobre una valla que arenga la costumbre,
como tampoco es verdad que no hay
nada nuevo bajo una lámpara o el sol

Él nos devuelve a la tradición, pero con la clara intención de romper con ella, y de decirnos que hay otra manera de ver y de decir aquello que el tiempo ha conservado en teoría y práctica.

Cada línea de Omar Castillo es bisturí que rasga, es decir, corta y destruye los esquemas psicosociales, rasga las costumbres y la piel de las “criaturas hospedadas en las vallas / consumiendo el eslogan de sus días y noches”. Su poesía, que obliga a una nueva lectura tanto en la forma como en el contenido, requiere un lector pausado y cuidadoso, e intertextual, capaz de captar y copar la música y los sentidos que colman su decir.


En cada poema suyo las actualizaciones y las contextualizaciones aparecen, parecen, fáciles: “tanto va el botón al ojal / hasta que se rompe la camisa”. Sabemos que ya hemos escuchado eso o algo parecido en otro momento, y, sin embargo, nos toca quedarnos allí un momento, para dilucidar sus nuevos significados.


La poesía de Omar Castillo no es azarosa. Es la visión vuelta pensamiento, es la transmutación a la que obliga, a la que lleva, una observación penetrante y lúcida del diario vivir, del común acontecer que es: “no sumiso, no entregado a la costumbre”. Siempre atento.

Omar Castillo, como el viento en su poesía: “in daga el vi en to las perforaciones”, los resquicios, los lugares comunes que se nos pasan por alto. Su mirada es daga penetrante, sutil, oportuna, actualizadora.

Con Omar Castillo nos damos cuenta que estamos: “óptimos para el consumo laboral”, que caminamos por esta ciudad y por la vida como autómatas, como si contáramos los pasos y siempre preguntándonos: “¿Será que algún día será el siguiente?” La búsqueda rutinaria del pan de cada día no se detiene y la poesía de Omar Castillo nos muestra que lo hace a pasos dantescos: “trabaja para trabaja para trabaja para”, y no se para, y nos separa, ¡y no!, separa.


Ciegos continuamos la marcha, seguimos el juego que muele segundos, minutos, horas, días, meses, años, sueños, vidas, y aunque Omar Castillo retorne a ese otro juego de la infancia para preguntarnos: “¿Es verdad que tú te quieres salir / es verdad que tú te quieres salir de aquí?”, nada detiene esta máquina despiadada: ni los vivos ni los muertos, que pasan con pena y con gloria, ¿Gloria?, al inevitable lugar de encuentro, de encierro, de condena. Algunos no queremos dejar la vida, pero sí su malestar.


Escapar no es fácil: “Quisiera cerrar esta ventana pero la ciudad /ociosamente me reclama y vomita”. Nos envuelven necesidades que no son tales y vanos e inútiles espejismos nos arrastran por el deterioro del sin sentido, dejándonos llenos de ambiciones hueras, sin un por qué ni un para qué.


Omar Castillo sabe que en el retorno al origen está la esencia; y que la palabra primera es a la vez reveladora y encubridora del ser: “porque al fin, una palabra no es propiedad y, / lo es tanto”. A veces uno lamenta que no le hubieran alertado sobre la conciencia y los riesgos de las palabras, de su poder evocador y creador, de las implicaciones de su uso o no; y para colmo de lucidez, llega Omar Castillo con su estilete y nos ajusta, nos pasa la cuenta:


Cuando se ha pagado el costo de la educación
impartida como una marca candente en la palabra primera
que memorizamos,
palabra que va creciendo en obediencia y que es visible
en nuestra piel, sin importar cuantas
prendas llevemos encima;
Palabra que nos sacrifica en la conversación,
cuando penetra con sus significados hasta la empuñadura
del habla
y hace posible la cicatriz del sentido o su ausencia


Y en otro de sus poemas nos dice: “Inclusive las palabras con que nos pronunciamos, nos exigen hacer saber de quién son propiedad y fuente”.

Es doloroso sentirse como uno de: “los pollos dando vueltas en el asador”, presa confusa y difusa: rutino-rodante. Incluso los poderosos: “cumplen su rol / de pollitos en el asador de los acontecimientos, desde donde entonan pío pío pío, / pidiendo de la masa el maíz y el cuido”, nadie se escapa, todos estamos atrapados en la misma máquina, en el mismo espacio tiempo, con más o con menos.

De allí que, con versos sacados de algunos de sus poemas, nos diga: “Juego una frase, cambio una frase, de todos / modos me sobran y me faltan frases”; “¿Quién de estos caminos conserva la primera imagen? / ¿Qué huidizos pasos nos dejan quedamente en el aire fisuras de adiós? / ¿Cómo saber si las moras arrojadas pudieron haber sido más saboreadas por mí?”, vemos como el exceso y la escasez nos afectan por igual: decirlo o hacerlo todo, decirlo o hacerlo a medias o no hacer, o callar. Luego la reflexión: “Que conste, no existen palabras soeces, / y en el caldo del habla los gritos, los quejidos / o las bellas formas se cuecen por igual”, claro, clarísimo, pero después de leerlo la vida es una sola, con sus variantes: “La totalidad en el fragmento / dios va dios viene / ¿quién lo tiene?”.


Y sigue el poeta con sus palabras auscultando los filos de la realidad:

Aquella noche pensaba
(digo, era un taladro en mi cuerpo),
Que todo no es más que una erizada
tarántula en la inmensa mano del tiempo,
Ajena a nuestros intentos y sufrimientos.
Auscultando márgenes del tiempo establecido como una huella sumisa:
Se alejan cruzando ventanas
que ningún viento reintegra
 
la mano de las cosas da
su insinuación final
 
vieja flauta que el viento desecha
arruga en la frente del hombre
 
se alejan cruzando ventanas
 
los años.

Y este otro intertexto que nos trae de manera exquisita a Heráclito: “No se imprime en el mismo sitio dos veces la huella”; y para un cierre perfecto: “No siempre los cabos están atados o sueltos como es usual, como es normal”.

Y en medio de todo el escenario de la vida, aparecen los juegos de la infancia sonando como una canción que no termina: “Sana que sana culito de rana / si no sana hoy sanará mañana”“Una cabrita ética pelética peluda tuvo tres hijitos / éticos peléticos peludos, verdad que sí, verdad que no”“Cuando marucha se fue a darle vuelta al yucal / me dijo que eran pa’ mí todas las que iba arrancar // oye marucha dame conejo yo te lo cojo y ahí te lo dejo”“Es verdad que tú te quieres salir de aquí”, sí, de allí, de la infancia, también nos quisimos salir, porque no siempre fue placentera, como sucede con la vida.

La poesía de Omar Castillo también es un curso de lectura intensivo y a profundidad:“La memoria en cualquier instante / Revienta y nos deja leer”, si tenemos los sentidos abiertos:
Olores a comidas
Avisos fijados en las paredes
Buzones de correo
Señales de tráfico
Bolsas de basura
Escombros todos hacen señas e indican
Un sentido o su ausencia
El poeta no deja escapar ningún instante, todos le dicen, y él nos lo transmite:
Ella lleva el café a las mesas
acompañado por un vaso de agua,
mientras, los usuarios aglutinan
primeras frases que, en la mañana,
acomodan y desacomodan la realidad,
el principio o el fin de la existencia,
y otros catan silencio;
 
los poetas suelen ostentar el misterio,
los intersticios del asombro,
ella solo lleva el café a las mesas.
En sus poemas también hay tiempo para la sátira:
Por aquella época el mundo
se encontraba sumido
en la más aberrante de sus mañanas;
 
Es cuando Europa y Estados Unidos
deciden tecnificar su repartición
colonial,
momento en el que incrementan
y amparan las normas
para los derechos humanos;
 
Es así como establecen un primer
un segundo y un tercer mundo;
 
Desde entonces todos somos felices.
Y tiempo para la resistencia:
Y es propia nuestra región natal
No podrán hacernos daño;
Sólo poseen la fuerza;
No podrán dañarnos;
Sólo consumen la pulpa
No a la semilla
De la cual poco o nada saben;
No podrán hacernos
Con sus luces Nada distinto
Aun se esfuercen a una explosión
O sus ecos;
Lo único que pueden es matarnos;
Y eso no significa;
Un cuerpo se desintegra
En el universo
Y no es de dios su esfinge
 
No les será posible
Es nuestra región natal.
Y tiempo para el afecto:
He sido amado
He vivido instantes suficientes
Para contrarrestar las malas pasadas
 
He sido amado
Las imágenes que moviliza
Mi vida son testimonio de ello
 
He sido amado
Hoja de la cual el viento es simple azar
Y el árbol circunstancia
 
He sido amado
Avenida infranqueable
Raptada por el sol mediodía
 
Astilla incrustada al ojo
He sido amado
Y viceversa.

Y para finalizar, nada mejor que la mordacidad de estos versos tomados de su poema Not in service:
Señor, le habrán hecho notar
Que para los trajines de hoy
Los versos son innecesarios

Algunos se lo tomarán muy en serio, pero les aclaro que no solo son necesarios sino indispensables. Los versos de Omar Castillo tocan la vida entera y ayudan a que nos volvamos más sensibles: más humanos. De ahí que cuando lo nombro poeta hiperestésico no pretenda otra cosa que recordar la sensibilidad excesiva y dolorosa desde donde es creada toda poesía.
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Fuente: http://www.margutte.com/?p=5773&lang=es

viernes, 16 de enero de 2015

Poeta: Verano Brisas...



Verano Brisas
RESEÑA PERSONAL.

Participante y coordinador de talleres literarios para niños, jóvenes y ancianos en la Universidad de Antioquia, Biblioteca Pública Piloto y Colegio Marymount, de Medellín. Jurado nacional en varios concursos de cuento infantil y jurado en el primer Concurso de Poesía DIAN, en el Nivel Central, de Bogotá.  Fundador del taller “Los Amigos de las Letras”, para mayores de 60 años.

Ha publicado “Cantos de Verano” (poesía), y han aparecido poemas suyos en “Taller de Escritores 10 Años”(antología), “Poetas en Antioquia” (antología) y en diarios y revistas del país.  Mención especial en el concurso “Autores de Hoy”, convocado por el Concejo de Medellín, con el libro “El Panteón Incompleto”.  Finalista en el Concurso de Cuento “Ciudad de Barrancabermeja 1997”, con el texto “Una Entrevista para Alfredo”.  Tercer premio de poesía en el XXXIV Certamen Literario Internacional “Odón Betanzos Palacios”, convocado por el Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos de Nueva York, con el libro “La Calle de las Complacencias”.

Tiene varios libros inéditos, en prosa y poesía.


P O E M A S    D E    V E R A N O







TESTAMENTO

He quemado mi vida en las llamas del amor
entre las piernas de putas y de vírgenes,
he vivido las grandes aventuras
que el corazón impone
con fervor y audacia inimitables;
he cogido con mis manos el Sol
y me tragué la Luna en noches estelares.
Hoy, ya lejos de la aurora y cerca del ocaso,
sigo alegre y vital por el sendero
que inexorablemente
ha de llevarme de regreso al polvo.
Pero no importa:
realicé lo que me dio la gana
y no guardo ningún remordimiento.
Mis cenizas y mi amor
junto con mis escasos versos
los dejo al mar, a los peces, a la brisa
y, por supuesto, sin reparo o engaño,
a quienes aun contra su fe me amaron.



POEMA ESCATOLÓGICO

Me gustaría orinar el cielo desde la mitad del mar
para fertilizar las estrellas
y darte las flores más bonitas que produzca el firmamento.

Me gustaría eso y mucho más
(talvez parezca obsceno)
porque te amo tanto y tanto quiero darte
que no sé ya que ofrendar
en los extraños y amorosos días venideros,
ante el tibio contacto de tus manos,
al pie de la montaña consagrada
por las muchas caricias y los besos
que invocan a los dioses tutelares
en la dulce oración de la promesa
y en la no menos dulce del silencio.

¿Comprendes ahora, amor profundo,
la razón por la que tanto insisto,
desde la mitad del mar,
en lanzar mi dardo de orines hacia el cielo?


VIAJES Y FORMAS DE BELCEBÚ


En los viejos barcos que cruzan los océanos
desde tiempo inmemorial,
y más precisamente,
en los sueños delirantes de los esclavos,
en las faltriqueras de algunos marineros,
en los cofres cerrados de ávidos piratas,
en las valijas repletas de los inquisidores
que viajan listos para estrenar su látigo
o el potro de tormento de las tecnologías,
viaja también
orondo como un don Juan hermoso
de pronto camuflado,
Belcebú el tolerante, señor de los infiernos,
el que cruza los mares para cazar incrédulos
como cruzan los patos su corral y su estanque,
y con su magia negra burlarse de los blancos.

Yo lo he visto en las noches, alegre como un enano,
con sus cuernos de cabro y su chivera hirsuta
montando las doncellas que acorrala en las costas
o en los claros selváticos que invitan al sabbat,
volando como un pájaro sobre los matorrales,
comiendo como un gigante,
o incendiando las tierras que horadan sus pezuñas.
A veces es un gentleman que agrada a las señoras
y un amigo sin tacha para el cornudo esposo,
lo mismo que un juguete para niños de brazos
que miran inocentes sus cachos y su cola.

En ciertas ocasiones es como un gato negro,
como un perro sin patas, como liebre sin orejas.
Y así por todas partes, desde África hasta Europa,
desde el Norte hasta el Sur, por Asia y por América,
viaja como un grumete o fino capitán,
siempre cantando y riendo, libre como un don Nadie,
ya que en todos los tiempos fue un bravo navegante
que supo inflar sus velas con pedos perfumados
en las noches de luna y en días invernales.
Así es don Belcebú, señor de los infiernos,
el grande y omnisciente caballero del mundo.



SIN TÍTULO

Amo tu vida azarosa,
tu convulsionada belleza,
tu mirada de virgen prostituta,
tus movimientos lascivos e inocentes,
tus abismos y cumbres escabrosos.
Amo tu pasado inconfesable,
tu palabra incendiaria y tu risa de diablesa,
la torva y proclive inclinación
de tus más elementales pensamientos.
Amo en ti lo de adentro y lo de afuera,
la constante desvergüenza de tus mentiras melosas,
de tus poses obscenas.

Amo toda esa danzante y prostibularia
mezcla de maldad y pureza
que derramas sobre mí
cuando llegas de pronto, inesperadamente,
a cubrir con tu ternura, ambigua y espontánea,
la nunca fatigada soledad de mi vida.


EVA

Eva, la de los ojos marinos
la de cuerpo insular y sonrisa bucanera,
la de verbo oceánico y espíritu guerrero;
la que en un cuento pirata, legendario y nostálgico
como el recuerdo de un amor perdido,
desplegó las velas de mi fantasía
por las aguas bullentes de la imaginación.

¡Eva! ¡Eva!  Mi corazón corsario
vuelve a soltar amarras por tu voz de espuma,
por tu abordaje ignoto, por tu batalla inmensa.
En las cofas de mis barcos desolados
he podido revivir edades de oro
al escuchar de tus labios las canciones
que tanto presentí sobre las olas
en esas noches de luna y de silencio
cuando busqué fantásticas historias
y una calma imposible a mis tormentas.

¡Eva! ¡Eva!
Sigue cantando tu canción profunda,
y bese el mar los secretos pasadizos
que circundan tu enigmática belleza,
donde zarpan veleros enjarciados
(polvo de estrellas en tu hermoso pelo)
con las hebras sin fin de tus palabras.



A LAS PUTAS

Hace muchos años
una puta a quien amé con toda el alma
me enseñó que la lengua hay que lavarla
para que el mal aliento no haga estragos,
la saliva sea más apetecible
y los labios más sensuales al besar.
Era joven, y yo también lo era;
pero su experiencia en el amor
sobrepasaba en mucho mi pobre ingenuidad.

Hoy recuerdo, sumido en la nostalgia,
que fuimos dos amantes
con esa fuerza ciega  de los que tienen todo
aunque de nada saben.
Su cuerpo licencioso era una seda ardiente
guardiana de sus grutas húmedas y tersas,
y aquel dulzor salobre de ostra con melao.

Fue así como entendí que hay más ternura y vida
en putas declaradas que en vírgenes de loza;
que aquéllas son el nervio profundo del océano
y éstas (pobres tontas), si acaso, pueden ser
algún yerbajo estéril prendido en la ribera.

Entonces, para siempre, mi corazón pirata
soñando con las putas se enamoró del mar.


LA HUMANIDAD

(A Raúl Gómez Jattin, en su tumba)
La Humanidad es más que puta:
A los muertos
los recuerda, los cultiva, los explota...
A los vivos
los persigue, los aplasta, los destroza.
Los hunde... los hunde...



LA APARICIÓN DE JOSÉ

Yo andaba por el desierto, junto a la playa
(y esto no es un sueño),
cuando apareció María, cálida como un sol,
tierna como la brisa marina,
temblorosa y lejana como una estrella.

Sus ojos brillaban con un fulgor travieso
repletos de inmensidad, en el cielo plomizo
de mis pocas esperanzas y alegrías.

El mar en calma, con sus olas tranquilas
besaba los extremos de su desnudez.

- ¡María! - grité, con toda la ansiedad
de un adolescente extraviado
mientras ella miraba, atónita y desconfiada,
los pasos inseguros de mi acercamiento
como si fuese un fantasma surgido de las arenas
bajo la noche embrujada,
dispuesto a despojarla con manos gaseosas
de su nocturna belleza.

Apenas había llegado junto a su forma morena
cuando escuché de su boca nutrida de imprecaciones
la voz, ronca y vacía como violín sin cuerdas,
que sentenciaba imponente contra mis pobres oídos:
-¡Anda, tú, demonio de los demonios!
¡No soy ninguna María!  ¡Yo soy el negro José!


A S E S I N O S

El arma tenía silenciador
porque los asesinos,
como todos los cobardes,
la mataron a mansalva.
A la fija, con alevosía,
sin que mediara palabra
le dispararon por la espalda,
desde lejos,
a ella, la más tierna,
la más bella,
la consentida de mis afectos,
la que a sus 14 años buscaba,
como todos los seres soñadores,
una oportunidad en la vida,
para luchar, para surgir,
para dar lo más noble
que guardaba dentro de sí.
A ella, precisamente a ella,
la asesinaron vilmente
porque no resistieron
la inconmensurable transparencia
de su corazón preadolescente.

Los asesinos que la mataron,
y todos los asesinos del mundo,
son unos hijos de puta
por siempre en la eternidad.

Fuente: http://www.epm.net.co/~jbarros/verano3.htm

miércoles, 7 de enero de 2015

Poesía sin miedo. Jaime Jaramillo Escobar



Image“A un joven que escribe poemas hay que tenerle lástima. A un viejo que escribe poemas hay que tenerle miedo”.
En 1968 Jaime Jaramillo Escobar publicó su libro Los poemas de la ofensa, lo hizo bajo el nombre de X504 y como uno de los fundadores del nadaísmo. Ya desde entonces se podía leer a un poeta que no le tenía miedo a nada, ni a los formas de la poesía ni a los temas en sus poemas. Quien quiera leerlo se encontrará con unos versos larguísimos, tanto que toca llamarlos versículos, están escritos con un tono un poco de profeta, un poco de culebrero, pero siempre con la misma irreverencia que le dio la fama de ser el más rudo de los poetas nadaístas.
Poesía sin miedo es una selección de su obra que va desde Los poemas de la ofensa(1968) hasta el presente y recoge parte de sus mejores poemas, aunque es difícil hablar de poemas de Jaime Jaramillo que no sean buenos. Este libro hace parte de la colecciónLetras Vivas de Medellín de la editorial Tragaluz, quienes se han encargado de publicar su obra en bellísimas y cuidadas ediciones como esta.
X504 es un hito y es un mito en la poesía colombiana. Detrás de esa apariencia de buen ciudadano se oculta un escritor sin miedo que asegura que el secreto de su poesía está en que siempre escribe desnudo. Aquí uno de lo poemas que aparecen en este libro:
Palabras mayores
Nos habla la historia –con ella la verdad y el escrúpulo–
De ciertos antiguos textos que habiendo sido enterrados con sus amos
Al ser encontrados y descifrados miles de años después soltaron la lengua delante de los arqueólogos,
Y por tal motivo se juzgó que resucitaban, pues su lengua era fresca y muchos de ellos parecían saber lo que había acontecido en los siglos posteriores a su sellamiento y clausura.
Y aquellos textos estaban vivos porque habían sido enterrados vivos. Esa, la única razón.
Si la palabra resucitó de entre los papiros en que había sido envuelta,
Si esta música resplandeció después de que su partitura estuvo trescientos años en el polvo de los archivos,
Si aquel recuerdo de infancia resurge ahora en su mente,
Es porque sólo lo que se entierra vivo vivirá.
Nada auténtico queda de Anacreonte, y Anacreonte vive en sus textos apócrifos,
Y la palabra de Jesús vive en sus apócrifos porque Jesús habló también lo apócrifo,
Y lo apócrifo como trasunto y sarcófago espera la resurrección.
Y tú, ¿con qué traje piensas resucitar? ¡Tan bueno que es resucitar! Resucitamos cada día para hacer lo mismo del día anterior,
Y sólo el día que no resucitemos habremos empezado a hacer lo que no teníamos costumbre, ¡oh paradoja!
Piedras hallamos en los caminos, cubiertas de musgo y jeroglíficos, que han venido a ser jeroglíficos para nosotros, ¡y cuán vivos están sobre la piedra a la vista de los muertos!
Siempre se ha visto, en las historias edificantes, que son los buenos los que matan a los malos,
Y los buenos nos han dejado monumentos para que les reconozcamos y adoremos su memoria, sin pensar en los muertos sino sólo en su gloria perdurable,
Y ya nos hemos cansado y no queremos adorarlos más.
Sentencias son éstas halladas en tumbas. No otra cosa demuestran sino la incoherencia del pensamiento humano:
“Muerto que habla es sospechoso”, dice la piedra de un explorador en El Cuzco, grabada por alguien que no sabía hacer epitafios.
“Si a los ricos les es difícil entrar en el reino de los cielos, ¡cuánto más difícil será para los pobres!”, se lee en una tableta que el señor principal de mi pueblo hizo colocar a la entrada de su tumba.
“A un joven que escribe poemas hay que tenerle lástima. A un viejo que escribe poemas hay que tenerle miedo”, pidió que se grabara en su losa, si le ponían una, el poeta Estebanillo, bufón del Duque de Amalfi.
“En religión, como en amor, no se trata de creer sino de practicar”, tuvo la osadía de hacer escribir en su sepulcro el famoso y pragmático Bernat Metge, consejero del rey Martín.
Dice el mármol, sobre la puerta de entrada, en un cementerio de Tenosique: “Es preciso que unos a otros se griten la palabra de la resurrección para que el misterio pueda efectuarse”. Escrito en uno de los dos mil idiomas que se hablaban en América en la época de la conquista.
“El que es verdaderamente inocente no tiene miedo. Por eso los leones se dejaron comer de los cristianos”. Graffitti que estuvo algún tiempo en las ruinas del Coliseo, por la época de los hippies.
En una lápida, en el Cementerio de los Pobres, en Medellín: “Todo termina en el mismo punto en donde empieza”.
En el Cementerio de los Ricos, en esa ciudad, el elocuente mármol habla en primera persona y las trompetas, en boca de los ángeles, anuncian una feliz resurrección y una próspera eternidad.

Fuente: http://lecturasdecolina.wordpress.com/2012/06/13/poesia-sin-miedo-jaime-jaramillo-escobar/