jueves, 4 de noviembre de 2021

El X-504 que yo conocí y su influencia en mi formación Carlos Mario Garcés Toro

 Hacia comienzos de 1987 conocí a Jaime Jaramillo Escobar (X-504), quien dirigía el taller de poesía de la Biblioteca Pública Piloto, de Medellín. Unas semanas atrás había leído en el suplemento literario de El Colombiano la convocatoria al taller de poesía, el cual tenía entre algunos de sus requisitos enviar los interesados varios poemas de su autoría, ya que el cupo era limitado, por lo cual se haría una selección de los participantes. Un domingo, a eso de las ocho de la noche, sonó el teléfono, y del otro lado de la línea escuché, por primera vez en mi vida, la voz bien timbrada, qué digo, el vozarrón de X-504, quien me felicitaba y me decía que le habían gustado mucho mis poemas, y que, por lo tanto, yo había sido escogido para ser un integrante del taller. Razón por la cual me comunicaba que nuestra primera reunión sería el miércoles venidero, a las seis de la tarde (solo años después, creo que, por razones de orden público, el taller sería trasladado a los sábados en la mañana). Sobra decir que aquella noche no pude contener algunas lágrimas, que vadearon mis mejillas, con sabor a sal, alegría y emoción.

Quién diría que aquel hombre, rodeado de un extraño halo, de un misterio, de un silencio, como de ermita, más el taller donde se oficiaba el amistoso y controvertido dialogo, y los libros y autores que de ahí en adelante comenzaría a leer, cambiarían la rosa de los vientos que me llevaría a otros lugares y encuentros menos limitados. Yo, hijo de proxenetas, que vivía en aquel burdel, que solo había estudiado hasta cuarto de bachillerato, que solo había leído novelas sin peso y poetas de marca menor, que me encerraba en uno de los cuartos de atrás de la casa a escribir, sin fundamento, sin estructura y sin una visión del mundo, en la máquina que me había traído mi abuela Resfa de un viaje que había hecho a Panamá.

La noche de nuestro primer encuentro en el taller llegué muy temprano a la biblioteca, por lo que decidí dar una vuelta por los alrededores, y al regresar ya estaba un poco tarde, por lo que el taller ya había empezado. Debo reconocer que yo no había leído nada de Jaime y mucho menos sabía qué era eso de El Nadaísmo. Entre dudas y sobresaltos entré al lugar, con la timidez de un muchacho de apenas veinticinco años que, por primera vez, sale del burdel donde vive con un rumbo distinto, y entra a un taller de poesía en una biblioteca que no le es familiar, y conoce por primera vez a un poeta verdadero.

Jaime, usted me preguntó mi nombre, y al escucharlo se puso de pie y, sonriendo, me abrazó como si me conociera de mucho tiempo atrás. Después me invitó a sentarme junto a los otros asistentes. Entonces usted nos explicó algunas cosas sobre el taller. Y a continuación sacó de su famoso maletín negro unas copias de poemas que repartió a cada uno de los asistentes. Y comenzó a leer con esa voz, con esa tesitura, con esa forma tan suya y única de leer poesía, que me hizo sentir que aquello era otro mundo, otro mundo distinto al que yo conocía y en el que estaba acostumbrado a vivir. Poco antes de terminar aquella primera sesión usted me entregó los poemas que yo le había enviado. Estaban corregidos con lápiz rojo. Había muchos, pero muchísimos errores de ortografía y puntuación. Pero usted pareció hacerme un guiño, y quiso darme a comprender lo que mucho después comprendería: no es lo mismo redactar que escribir. Si redactar fuera escribir, los gramáticos serían los mejores escritores. Escribir es otra cosa. Escribir es tener imaginación, intuición, emoción, sensibilidad, magia, como reclamaba Vicente Huidobro cuando escribió: «Yo no busco la gramática cerebral, yo busco la gramática de magia». Aunque es innegable que un buen escritor debe fundirlas a ambas.

La asistencia constante al taller trajo consigo la familiaridad con los demás compañeros y con usted. Poco a poco me atreví a presentarle mis poemas, hasta que, ocurrió que una noche, usted sacó de su maletín, que era extenso a usted, las copias de los textos que leeríamos aquella noche. Y, oh, sorpresa, allí había cuatro poemas de mi autoría: Los tres viejitos, Peregrinos, Judas y La muchacha de la vieja esquina, que usted leyó con emoción y elogios. Ese mismo año, gracias a su intermediación, se publicaron algunos de estos poemas en la revista Piedra de sol, que dirigía el escritor Hernando García Mejía. De ahí en adelante, nos hicimos amigos. Empecé a visitarlo con mucha frecuencia a su casa de Belén. Esa casa en donde colgaban los bebederos en el balcón y venían a beber los azulejos, siriries, tórtolas y colibríes que se suspendían en el aire con su vuelo cambiante de colores.

En su casa se hizo costumbre que nos reuniéramos algunos días de la semana con otros escritores, especialmente con Verano Brisas, a leer sobre la historia universal, o ver una película, o escuchar música. En su casa usted hizo los arreglos para que yo me conociera con Héctor Ignacio Rodríguez: el amigo y poeta, autor de ese bellísimo libro Menos poemas y más besos, y quien murió prematuramente a los treinta y tres años. Solo ahora, y transcurrido tanto tiempo, he venido a comprender el porqué de ese afán suyo aquel domingo en que llevó a un fotógrafo, después de que salimos a la zona verde de la unidad a buscar ramas con las cuales hacer una corona que simulara ser de laurel y coronar a Héctor Ignacio como un gran poeta. Las fotos han quedado, y de ellas ya se escapan los colores, pero he comprendido, finalmente, que usted tenía como el don de la premonición, que usted tenía una intuición que nos lleva leguas de ventaja en este país, cercenado, cegado, cauterizado, de premonición, intuición y bajo la égida de los infames. En esa casa, una noche, usted tuvo la generosidad de pasarme al teléfono con el gran poeta y crítico Andrés Holguín: el mismo que escribió: «Poesía, aquel melódico río, que refleja el arcano de todas las cosas, opio hecho de la misma realidad», y quien se desbordó en elogios y comentarios sobre mi poema Judas.

A su casa, donde tantas veces llamé por teléfono a altas horas de la noche, «todo turro» y alcoholizado, siempre siempre hago énfasis en que siempre encontré una voz amiga, desinteresada y presta a escucharme con paciencia amorosa y sin pretender nunca abordarme desde la orilla de un consejo, sino permitiendo que cada situación o motivo llevara lenta a un despertar de los sentidos. No voy a decir que el taller, o usted, me cambió con su ejemplo de asceta, pero sí puedo decir que algo se operó en mi interior. Una fuerza se abrió en sus esclusas y vino a servirme como motor de empuje para que todos los días, sagradamente, leyera en la Piloto los autores que iba conociendo en el taller. Terminé el bachillerato e hice la carrera de Licenciado en Historia y Filosofía, lo que me sirvió para ganarme la vida con la docencia, durante ya largos años. ¿Quién lo diría? Que «el hijo de las putas», como me llamaba la mamá de mi padre, hoy lleva más de treinta años de estar «limpio» y libre del monstruo del alcohol y las drogas.

Porque, Jaime, qué impacto me produjo tu poesía y leer el poema El mundo de las maravillas en donde escribiste: «Pero ninguna droga pudo darme la belleza, la lozanía, la majestad, el aroma, la magia de una simple rosa rosada en su rosal (…)». Hoy me pego todos los días mi «porrazo» de lectura; y me embriago de vida, literatura y poesía, en cuyo tablero quiero morir.

Parafraseando, Jaime, la carta que le enviaste a Gómez Jattin, un extraordinario poeta, por cierto, que, en su trasegar, se detuvo como el corifeo frente a la panorámica del mundo y solo vio el reino de la locura, con la carcoma de la miseria en todo, con la desintegración del cuerpo y de los sentidos en un puñado miserable de cenizas, con la trampa del deseo en el alma y el cuerpo, lo que convierte todo en una farsa. Pero que a pesar de eso cantó en los bordes del infierno, contemplando las flores. Sin embargo, Jaime, el verdadero ciclón, la fuerza de los mares, el movimiento de las placas poéticas; el fuelle de lo vital, pasional, amoroso, original, creativo, irónico (tu ironía, que es una facultad superior de la inteligencia, va a la par con la de Luciano de Samósata y el Conde de Lautréamont), lo trajiste tú con tu obra que corre paralela a otra obra de 1967: La novela Cien años de soledad, de García Márquez, y Los poemas de la ofensa, de tu autoría, Jaime. Donde ofendes para bien a la tibia poesía colombiana que se hallaba en el sopor y la dormidera de los conventillos, torres de marfil, en el clasicismo de los gramáticos, en el romanticismo y modernismo trasnochado, en las nubes y florecitas de los piedracielistas, en la sola forma de los parnasianos; de los serénateros y versificadores y artesanos de la palabra que contaban sílabas mientras golpeaban el hierro contra el yunque. Cuatro obras marcan una ruptura en la poesía colombiana del siglo XX. Tres de ellas publicadas en 1925: Libro de crónicas, de Luis Tejada Cano; Tergiversaciones, de León de Greiff, y Suenan timbres, de Luis Vidales. Pero creo que con Los poemas de la ofensa se marca un giro mayor, ya que entroncan no solo con la raíz del pueblo, sino también con lo simbólico que deviene de Los evangelios apócrifos y de una parte codificada de William Blake, Walt Wittman e Isidoro Ducasse. No sé si su canto está dirigido a la Ballena blanca o a la Ballena negra, o la Diosa negra o a la Diosa Blanca. Eso lo explicarán los exégetas o hermeneutas.

Jaime era un fabulador que tenía un poder físico y hasta metafísico para las palabras. Tenía un oído poético perfecto. Tenía no solo talento, sino que era un genio. Un genio original, creativo, trascendente y hasta espiritual. Uno de los hombres más inteligentes que yo he conocido. Uno de los hombres de mayor carpintería literaria y poética del país. Que, en términos hipotéticos, si no hubiera escrito ni un solo poema, era un poema en sí mismo por el amor a la poesía y su conjugación hacia lo bello y maravilloso. Era un poema hombre lleno de misterio, hermetismo, silencio, crítica, canto y un profundo fervor por la poesía, de la cual, como el catador de vino, o el perfumista que cata las más profundas fragancias, así, él aguzaba el oído, que le daba la certeza de distinguir, en el océano farragoso, qué era genuino y qué no, en el inmenso cerro de poemas que a diario le tocaba cribar.

Varias veces lo acompañé a comprar la lotería a la esquina de su casa, en Belén. Yo creo que compraba la lotería para burlarse del lotero, de mí y de la vida. Me lo imaginaba riéndose solo en la sala de su casa con esa risa de niño travieso que lo acompañaba desde la infancia, y haciendo gala de sus otros dos sentidos: El absurdo y la magia.

Debo confesar, Jaime, que usted es uno de los mejores poetas de este país en toda su historia. También debo confesar, no con el fin de alcanzar legitimidad ni desagravios (ya no tengo por usted rabia ni molestia como cuando a mi regreso de una corta estadía en la costa caribe, le presenté dos libros de mi autoría, en los cuales yo me creía Saint Jonh Perse; y usted, en su honda percepción, no encontró valor alguno en ellos, haciéndome un bien para una autocrítica futura. Aunque debo reconocer que en aquella ocasión salí de su casa lanzándole maledicencias e improperios). Su muerte me punzó y talló todo el perímetro de mi ser. Pero que, a pesar de este hecho no asimilado aún, sucede una cuestión no menos extraña, y parecería otra de sus ironías: Jaime no ha muerto, porque la poesía genuina nunca muere.

Aviso funerario

La poesía colombiana no ha muerto,
vive en Jaime Jaramillo Escobar, X-504.

lunes, 1 de noviembre de 2021

¿Qué queda de Ciro Mendía? Por Alvaro Noreña Jimenez

 

Sus libros que ya no se encuentran ni en las librerías antiguas. De pronto en manos de algún librero coleccionista. O en La Anticuaria de Medellín. Ni sus obras inéditas , ni sus fotografías con amigas y amigos, ni sus cartas, ni sus cuadros que traía a colación en las visitas que le hacían en forma esporádica periodistas, poetas y amigas:

Ciro Mendía: «Esa fotografía en la pared es una de las últimas de Verlaine, está en sus ‘palacios de invierno‘, y tiene una historia interesante: un diplomático de Colombia en París  se la regaló al poeta Eduardo Castillo, éste para comprar  morfina la vendió a Barba Jacob, Barba se la regaló a León de Greiff y León a mí... quién sabe a manos de quién irá a parar»




 

¿Quién es Eduardo Castillo?

 



Eduardo Castillo. Poeta colombiano, nacido en Zipaquirá el 5 de febrero de 1889, hijo de Alejandro Castillo y Clementina Gálves. Fue el mayor de cinco hermanos, autodidacta, llegó a dominar varios idiomas como el portugués, francés, inglés e italiano y a traducir a grandes escritores clásicos. Perteneció a los poetas líricos de la generación centenarista que lo tiene como uno de sus mayores representantes junto con Porfirio Barba Jacob y José Eustasio Rivera. Dejó escritos textos sobre Edgar Allan Poe, José Asunción Silva, Estefan Mallardi, Amado Nervo, Anatole France y Rubén Darío, entre otros. Tradujo a Oscar Wilde, Baudelaire, D’Annuncio y Verlaine. Fue secretario privado por 14 años del poeta Guillermo Valencia con quien lo unían lazos familiares. Desde su más temprana juventud llevó una vida de bohemia. Fue colaborador del Nuevo tiempo y de la revista Cromos por más de 20 años. En compañía de Ángel María Céspedes publicó su libro El Duelo Lírico en 1918. Fue nombrado académico de la lengua por la Real Academia Española en 1930. Dentro de sus obras están: El Árbol que Canta, Los Siete Carrizos, Tinta Perdida y Cuentos Inéditos. Falleció en 1938 en Bogotá, a los 49 años víctima de la morfina.

Nota biográfica de Eduardo Castillo tomada para el libro N.º 127 «Memoria lírica», una antología del poeta zipaquereño, Eduardo Castillo, cuyo cuidado y selección estuvo a cargo de Lolita Carrillo Escobar y Jaime Carrillo Ortiz, para la colección «Un libro por centavos», iniciativa de la Decanatura Cultural, de la Universidad Externado de Colombia,


martes, 19 de octubre de 2021

Nobel de Literatura 2021 para novelista tanzano Abdulrazak Gurnah

 El Nobel de Literatura 2021 es para el novelista tanzano, basado en Reino Unido, Abdulrazak Gurnah, "por su comprensdión inflexible y compasiva de los efectos del colonialismo."


Nacido en Zanzíbar en 1948, Gurnah se instaló en Inglaterra a finales de los años sesenta.

Nacido en Zanzíbar en 1948, Gurnah se instaló en Inglaterra a finales de los años sesenta.

Abdulrazak Gurnah, novelista tanzano basado en Reino Unido, recibió el Nobel de Literatura 2021 "por su comprensión inflexible y compasiva de los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes", anunció la Academia Sueca, que otorga el premio, con un valor de 10 millones de coronas suecas (1,14 millones de dólares).

Gurnah es el quinto escritor africano galardonado con el Nobel, después de Wole Soyinka (Nigeria, en 1986), Naguib Mahfuz (Egipto, 1988), y los sudafricanos Nadine Gordimer (1991) y John Maxwell Coetzee (2003), ambos de Sudáfrica.

Nacido en Zanzíbar en 1948, Gurnah se instaló en Inglaterra a finales de los años sesenta y es autor de novelas como "Memory of Departure", "Pilgrims Way", "Dottie", "Paradise", "Admiring Silence" o "By the Sea". 


Comenzó a escribir a los 21 años en el exilio inglés, y aunque el suajili era su primer idioma, el inglés se convirtió en su herramienta literaria. Ha dicho que en Zanzíbar su acceso a la literatura en suajili era prácticamente nulo y que sus primeros escritos no podían contarse estrictamente como literatura.

Hasta su reciente jubilación fue profesor de Literatura Inglesa y postcolonial en la Universidad de Kent, en Canterbury. El tema de la perturbación del refugiado, según la academia sueca, recorre toda su obra, en la que Gurnah "rompe conscientemente con las convenciones, cambiando la perspectiva colonial para resaltar la de las poblaciones indígenas". 

Más allá del dinero y el prestigio del premio, el Nobel de literatura genera una gran cantidad de atención para el autor ganador, a menudo estimulando las ventas de libros y presentando a los ganadores menos conocidos a un público internacional más amplio.

Libros del premio Nobel de Literatura 2021 Abdulrazak Gurnah

Libros del premio Nobel de Literatura 2021 Abdulrazak Gurnah

Promesa de mayor diversidad geográfica

Círculos literarios en Estocolmo y alrededor del mundo especularon intensamente este 2021 sobre el anuncio. Los 18 miembros de la Academia Sueca son conocidos por sus métodos sigilosos, dignos de una novela de espías, para evitar que se filtren pistas, usando códigos para los autores y portadas falsas para esconder lo que están leyendo.

Con un palmarés copado mayoritariamente de hombres occidentales en sus 120 años de existencia y pese a su reciente compromiso de hacer más diverso el prestigioso laurel, el perfil del típico premiado es fácil de definir: masculino, de un país occidental, generalmente de Europa, a veces un poco oscuro, y que escribe o ha sido traducido a un idioma que puede ser leído por la Academia.

De los 117 laureados en literatura desde que el premio se instauró en 1901, 95 han sido europeos o norteamericanos, equivalente a 80% del total. Francia acumula 15 galardonados, más que cualquier otro país. Además, 101 hombres lo han ganado, frente a solo 16 mujeres.

La Academia insiste en que sus laureados son escogidos por sus méritos literarios y que no toma en cuenta la nacionalidad. Pero tras el escándalo #MeToo que sacudió a la Academia y obligó a aplazar el premio de 2018 durante un año, el organismo dijo que ajustaría sus criterios para tener mayor diversidad geográfica y de género. "Antes teníamos una perspectiva más eurocéntrica de la literatura, ahora estamos mirando a todo el mundo", dijo en 2019 el jefe del comité Nobel, Anders Olsson.

Meta parcialmente cumplida

Desde entonces, la Academia ha cumplido parcialmente su promesa. Dos mujeres fueron laureadas, la novelista polaca Olga Tokarczuk en 2018, otorgado con un año de atraso, y la poeta estadounidense Louise Gluck en 2020.

Pero en el medio de ellas, el premio de 2019 fue para el austriaco Peter Handke, una opción polémica por su apoyo al expresidente serbio Slobodan Milosevic, quien enfrentaba cargos por genocidio cuando murió en 2006.

La promesa de una mayor diversidad geográfica hasta ahora no se ha cumplido mucho. El novelista chino Mo Yan había sido el último galardonado no europeo o estadounidense, en 2012. Mientras, los críticos insisten en que hay una bandada de escritores talentosos no occidentales de donde escoger.

La Academia suele recibir 200 o 300 nominaciones para finales de enero, que se reducen a cinco para el verano boreal. Los cinco miembros del comité Nobel de la Academia estudian la obra de esos cinco autores antes de someter su elección al pleno de la Academia, que elige un ganador antes del anuncio de octubre. Sus deliberaciones permanecen en secreto por 50 años.

La temporada Nobel continúa el viernes en Oslo con el anuncio del premio de la paz, seguido el lunes con el de economía.

rml (afp, efe, twitter)

Fuente: https://www.dw.com/es/nobel-de-literatura-2021-para-novelista-tanzano-abdulrazak-gurnah/a-59435785

lunes, 13 de septiembre de 2021

Buen Viaje ... Amigo, Maestro... JJEscobar X 504



 

Ultima Lectura de JJEscobar X 504...

 

TALLER DE POESÍA 2021 09 04

BIBLIOTECA PÚBLICA PILOTO DE MEDELLÍN

 

CARL SANDBURG

(1878-1967)

 

GLOBOS DE A CINCO CENTIMOS

Pietro lleva veinte globos rojos y azules en una cuerda.

Flotan y bailan tirando del brazo de Pietro.

Un níquel cada uno es por lo que se venden.

 

Niños que los desean le van pisando a Pietro los talones.

 

Los vende todos y se va andando por las calles solo.

 

NEW HAMPSHIRE OTRA

Recuerdo oscuras aguas de invierno,

recuerdo esbeltos abetos blancos,

recuerdo soñolientas colinas en el crepúsculo,

recuerdo haber cruzado en tren a todo lo largo de New Hampshire.

Recuerdo una estación llamada «Halcion», y un frenero gritando a los pasajeros
         Halción, Halción.

Recuerdo haber oído decir a los sacadores de oro que apenas sacaban suficiente
         para el anillo de matrimonio.

Recuerdo un apuesto muchacho diciéndome que su padre recibe cartas con solo
         la dirección Robert Frost, New Hampshire.

Recuerdo un viejo irlandés diciéndome: <<Tiene cara de violín y todo el que lo ve
         tiene que amarlo».

Tengo un recuerdo, dos recuerdos, diez recuerdos; tengo un pequeño envoltorio
         de recuerdos en un pañuelo.

 

Una estrella temprana acunada en la luna

un rio oscuro con un puñado de estrellas aprisionadas.

Las luces de un automóvil subiendo una colina,
un tiro de caballos arrastrando un trineo cargado de leña,

un muchacho en esquís enderezándose tras un sopapo.

Recuerdos de uno en uno y uno en uno, cruzando en tren a través de New Hampshire:
         tengo un pequeño envoltorio de recuerdos en un pañuelo.

 

CARRERAS Y HITS

Yo recuerdo a los peloteros de Chillicothe peleando contra los peloteros de Rock  
         Island en un partido de diecisiete innings que acabo por la oscuridad
y las espaldas de los peloteros de Chillicothe eran como un humo rojo contra
         el crepúsculo y las espaldas de los peloteros de Rock Island eran como un
         humo amarillo contra el crepúsculo.

Y la voz del juez se enronquecía contando bolas y strikes y outs y la garganta del
         juez se debatía entre el polvo por un canto.

 

PELIRROJA, CAJERA DE RESTAURANTE

Echa hacia axis tu pelo, muchacha pelirroja.

Deja estallar tu risa y muestra las dos altivas pecas de tu barbilla.

Hay en alguna parte un hombre que anda buscando una muchacha pelirroja que
         tal vez un día se asomara a tus ojos en busca de una cajera de restaurante y
         hallará una enamorada, tal vez.

Dando vueltas y vueltas andan millares de hombres a la caza de una muchacha pelirroja
         con dos pecas en su barbilla.

Los he visto cazando, cazando.

Echa hacia atrás tu pelo, deja estallar tu risa.

 

SOPA

Vi a un hombre celebre bebiendo sopa.

Digo que se llevaba un caldo espeso

a la boca con una cuchara—

Su nombre salió en los diarios ese día

escrito en grandes titulares negros

y miles de personas hablaban de el—

 

Cuando lo vi

estaba sentado agachando la cabeza sobre un plato

llevandose la sopa a la boca con una cuchara.

 

EL VENDEDOR DE PESCADO

Conozco a un judío vendedor de pescado allá abajo en Maxwell Street con un vocerron
         como el viento del norte soplando sobre los maizales en enero.

Levanta los arenques delante de sus presuntos compradores con un jubilo igual al del baile de la Pavlova.

Su cara es la de un hombre infinitamente feliz de vender pescado, infinitamente

feliz que Dios haya creado pescados y compradores a los que poder gritar su mercancia desde un carrito de mano.

 

BILBEA

(DE UNA TABLETA BABILONICA DEL CUARTO MILENTO A. C.)

 

Bilbea, estuve el sábado en la noche en Babilonia.

No te vi ni por asomo en ningún sitio.

Fui al lugar de siempre y estaban las otras, pero no Bilbea.

 

¿Te has ido a otra casa? ¿O a otra ciudad?

¿Por qué no escribes?

Lo he sentido. Me volví a casa medio enfermo.

 

Dime coma te va.

Mándame alguna clase de carta.

Y cuídate.

EXPRESO

Voy en un tren expreso, uno de los trenes más macanudos de la nación.

Disparados a través de la pradera entre la neblina azul y el aire oscuro van quince carros de puro acero llevando un millar de personas.

(Todos los carros hierro viejo y sarro y todos los hombres y las mujeres que ríen en los carros comedores y dormitorios serán cenizas).

Le pregunto a un hombre en el salón de fumar para donde va y me responde: «Omaha».

 

OMAHA

Graneros rojos y vaquillas rojas puntúan los verdes círculos de grama en torno de Omaha, los granjeros arrastran tanques de crema y carretadas de quesos.

Chiqueros de pizarra más allá del rio en Council Bluffs y pequeñas cabañas cuelgan de un hilo sobre la falda de los cerros por detrás de Omaha.

 

Un empalme de acero ata a los familiares de Iowa y de Nebraska sobre el amarillento Missouri, de grandes cascos.

 

Omaha, la pendenciera, sustenta tropas,

come y jura con la cara sucia.

Omaha trabaja en dar al mundo un desayuno.

 

¿QUIEN?

Quien puede hacer un poema de las profundidades del cansancio

y hacérselo entender a los que nunca han visto las profundidades?
         Los que ordenan lo que quieren

          cuando lo quieren:

          podrán comprender a los miles de abajo

que vuelven a casa donde su esposa y sus hijos, de noche

y noche tras noche, hasta aquí demasiado valientes e indómitos,
         para decir: «Todo me duele»?

         como no puede un poema ocuparse del costo de producción

         y dejar fuera la definida miseria que paga

un precio permanente en salud destrozada y temprana vejez?
         ¿Cuándo se pondrán ingenieros y poetas?

          de acuerdo en un programa?

Sera un día frio? ¿Sera una hora especial?
         ¿Habrá algún tonto entonces?

          ¿Y si es así, quien?

         ¿Yque dice la Biblia Cristiana?

¿el Corán mahornetano y Confucio y los sintoístas?
         ¿Y las Encíclicas de los Papas?

         ¿Habrá algún tonto entonces?

          Y si es así, ¿quién?

 

WALLACE STEVENS

(1879-1955)

 

SOLILOQUIO FINAL DEL AMANTE INTERIOR

Luz primera luz de la tarde, como en un cuarto

en el que descansamos y, casi por nada, pensamos

que en el mundo imaginado es el último bien.

 

Este es, por tanto, el más intenso rendezvous.

En este pensamiento es que nos recogemos,

fuera de todas las indiferencias, en una sola cosa:

 

Dentro de una sola cosa, un solo chal

bien envueltos en él, pues somos pobres, un calor,

una luz, sin poder, la milagrosa influencia.

 

Ahora aquí, nos olvidamos el uno al otro y de nosotros.

Sentimos la oscuridad de un orden, un total,
un conocer, lo que arreglo la cita,

dentro de su vital circunscripción, en nuestra mente.

Decimos Dios y la imaginación son uno.
Cuan arriba la candela más alta ilumina lo oscuro...

 

Y fuera de esta luz, de esta mente central,

hacemos nuestra casa en el aire nocturno,

en que estar los dos juntos es suficiente.

 

ANECDOTA DE LOS HOMBRES POR MILLARES

El alma, dijo, se compone

del mundo entero.

 

Hay hombres del Este, dijo, que son el Este. Dijo

que son del este

Hay hombres de una provincia

que son esa provincia.

Hay hombres de un valle

que son ese valle.

 

Hay hombres cuyas palabras

son los sonidos naturales

de sus lugares

como el cacareo de los tucanes

en el lugar de los tucanes.

 

La mandolina es el instrumento

de un lugar.

¿ Hay mandolinas en las montañas del Oeste?

¿ Hay mandolinas en las lunas del Norte?

El traje de una mujer de Lhasa,

en su lugar,

es un elemento invisible de ese lugar

hecho visible.

 

H. L. MENCKEN

(1880-1956)

 

LA CAPITAL DE UNA GRAN REPUBLICA

El Cuarto Secretario de la Delegación del Paraguay

El empleado principal de la Comisión de la Cámara de Representantes
         para Artes Industriales y Exposiciones

El secretario del secretario del Secretario de Trabajo

El hermano del ex-Diputado del tercer distrito de Idaho

El mensajero del bodeguero de la bodega del Senado

El portero de la oficina de la Comisión de la Cámara
         para la disposición de papeles inútiles

El primer corresponsal del BANNER de Toomsboro Ga.,
         en la galería de la prensa en el Senado

La estenógrafa del primer asistente entomólogo del Bureau de Industrias Animales

El tercer asistente del principal computador de la Oficina del Almanaque Naval

El Vice Fiscal General encargado de la investigación de fraudes postales
         en los estados centrales del Sur

La ex-esposa del ex-secretario del ex-miembro de la Comisión Comercial Interestatal

El hermano de la esposa del Encargado de Negocios de Checoslovaquia
El agente de prensa del Capellán de la Cámara

El portero suplente, en funciones, de la galería de visitantes del Senado

El nuevo Senador por Delaware

El asistente del secretario del empleado principal de la División de Revisión de Cuentas y Erogaciones, Sección de Sellos y Abastos

de la Administración de Correos

El Agregado Comercial de la Legación Americana en Quito

El chofer del cuarto Sub-Administrador General de Correos

El ascensorista suplente, en funciones, del Monumento de Washington

El hermano de la esposa del cufiado del Vice-Presidente

La tía de la hermana de la esposa del encargado de la Jefatura del Protocolo del Departamento de Estado

El vecino del primo del padrastro de la cuñada del párroco del Presidente

La superintendente de las carretilleras del Almacén provisional B7,
         de la Oficina de Astilleros y Muelles de la Marina

El asistente empleado confidencial del empleado principal del principal registrador de la Oficina de Patentes

El ayuda de cámara del Presidente de la Corte Suprema.

 

EL SANTUARIO DE LA MEMORIA

El pueblecito de Kirkwall, en las Islas Orkney, envuelto en una niebla de mediados de invierno, encantador y horizontal como un grabado japonés.
San Francisco y el Golden Gate desde la cima de Twin Peaks.
Gibraltar en un día de primavera, todos tonos pastel, coma el telón de fondo de una comedia musical.

Mi primera visión del trópico, las palmeras surgidas de pronto entre la oscuridad de la madrugada, la tremenda quietud, el olor agridulce,

la inconmensurable extrañeza.

El Trentino una mariana gloriosa, subiendo de Verona al Paso del Brenero.

Alemania Central de Bremen a Múnich, todo en un solo día, con los manzanos en flor.

Copenhague, una noche de farra, con la Polizei por toda la ciudad buscando al norteamericano que arruino el piano.

Cristiana en enero, con la estatua de Ibsen, encapuchada de nieve apareciendo en la semi-oscuridad como un fantasma en un sótano.

La playa de la isla Tybe, con el suave, escalofriante ruido de los cangrejos.

Un niño que jugaba en un descampado de una población abandonada por Dios en el desierto de Wyoming.

El montoncito de piedras en la costa de la isla de Watling (San Salvador),
         que señala el lugar del desembarco de Colon.

Una aburrida noche en un hotel de Búfalo, leyendo la Versión Americana Revisada del Nuevo Testamento.

El día que recibí las pruebas de mi primer libro.

 

WITTER BYNNER

(1881-1968)

 

UN GRANJERO RECUERDA A LINCOLN

<¿Lincoln?—

Bueno, yo estuve en el antiguo Segundo Regimiento de Maine,

el primer regimiento del Estado del Pino que llego a Washington—

Claro que no llegue a sentir el olor de la pólvora;

solo estuvimos allá para guardar la capital—

todos nosotros éramos novatos.

 

Nunca he estado en el teatro en mi vida—

No supe, pues, de qué manera conducirme.

Desde entonces nunca he estado ahí.

Aun puedo ver tan claro como si fuera mi sombrero el palco en que él estaba cuando le dispararon—

Créame, amigo, hubo un gran pánico

¡cuando encontramos que el Presidente estaba como estaba!

Nunca vi un soldado en el mundo que no lo quisiera.

 

Si, amigo. No se olvidaba su figura así no más.

Era un hombre enjuto,

era un viejo granjero.

Todo estaba muy bien, ya lo creo,

aunque no era bien parecido que se diga,

nada de eso.

Cara flaca, de cuello largo,

y el labio grueso como salido.

 

Y era un tipo divertido— siempre bromista;

y no estaba tan encumbrado que los muchachos no pudieran hablarle a la manera de ellos.

Cuando yo estaba de servicio en el Hospital,

el solía venir y me decía: <Estas muy bien aquí».

Animarnos, ve usted.

Y se agachaba y les hablaba a los muchachos—

Y les hablaba con tanta intimidad —tan cariñoso—

Por eso es que le digo que era un hombre del campo.

No le quiero decir que no haya estado bien todo lo de él, me entiende,

nada más que —bueno, yo era un granjero—

Y él era mi vecino, el vecino de todos,

apuesto que pasta a ustedes los jóvenes de ahora les hubiera gustado».

 

 

 

 

 

 

JAMES OPPENHEIM

(1882-1932)

 

EL ESCLAVO

Liberaron al esclavo, rompiendo sus cadenas...

Y qued6 tan esclavo como siempre.

 

Estaba todavía encadenado al servilismo,

estaba todavía maniatado a la indolencia y la pereza,

estaba todavía atado por el miedo y la superstición,

la ignorancia, la suspicacia, el salvajismo...
La esclavitud no estaba en las cadenas,
sino en el mismo...

 

Solo se pueden liberar los hombres libres...,

y esto es innecesario:

los hombres libres se liberan solos.

 

WILLIAM CARLO S WILLIAMS;

(1883-1963)

 

NANTUCKET

Flores en la ventana

lila y amarillo

 

alteradas por cortinas blancas—

en la bandeja de vidrio

 

un jarro de vidrio, el vaso

volteado para abajo, junto al cual

 

hay una llave —y el

blanco lecho inmaculado

 

LA CARRETILLA ROJA

tanto depende

de

 

una carretilla

roja

reluciente de gotas

de lluvia

junto a las gallinas

blancas.

 

EL TERMINO

Una hoja arrugada

de papel de envolver

del tamaño

y aparente volumen

de un hombre iba

rodando con

 

el viento despacio y

rodando en

las calles cuando

 

un auto le pasó

encima y

la aplastó

 

en el suelo. Al contrario

de un hombre se levantó

otra vez rodando

 

con el viento y

rodando lo mismo

que antes.

 

LA JOVEN SENORA

A las diez A.M. la joven señora

anda en negligée detrás

de las paredes de madera de su casa.

Yo paso solo en mi auto.

 

Entonces baja otra vez a la acera

a llamar al del hielo, al del pescado, y se queda tímida, sin corset, recogiéndose

mechones sueltos de pelo, y la comparo

a una hoja caída.

 

Las ruedas silenciosas de mi auto

se precipitan crepitando sobre

hojas secas mientras saludo y paso sonriendo.

 

DEDICACION DE UN LOTS DE TERRENO

Este lote de terreno

frente a las aguas de esta ensenada

es dedicado a la viviente presencia

de Emily Dickinson Wellcome

que nació en Inglaterra; se casó,

perdió a su marido y con
su hijo de cinco años

se embarcó para New York en un velero;

fue llevada a las Azores

llegó al garete a los bancos de Fire Island,

se halló a su segundo marido

en una pensión de Brooklyn,

se fue con él a Puerto Rico

tuvo tres hijos más, perdió

a su segundo marido, vivió una vida dura

por ocho años en Santo Tomas,
Puerto Rico, Santo Domingo, siguió
a su hijo mayor a New York,
perdió a su hija, perdió a su «bebe»,
tomo a los dos muchachos del
hijo mayor de su segundo matrimonio

hizo de madre —estando ellos
sin madre— peleo por ellos
contra la otra abuela

y las tías, los trajo aquí

verano tras verano, se defendió

aquí contra los ladrones,
tormentas, sol, incendios,
contra las moscas, contra las

que venían a husmear, contra

sequias, contra malezas, crecidas del mar,

vecinos, comadrejas que robaban sus pollos,

contra la debilidad de sus propias manos,

contra la creciente fuerza de

los muchachos, contra el viento, contra

las piedras, contra los transgresores,
contra las rentas, contra su propio juicio.

 

EZRA POUND

(1885-1972)

 

ULTERIORES INSTRUCCIONES

Vamos, cantos míos, expresemos nuestras más bajas pasiones,

expresemos nuestra envidia por el hombre con empleo permanente
                                              y ninguna preocupación sabré el futuro.

Sois muy ociosos, cantos míos,

temo que vais a acabar mal.

Os plantáis por las calles.

Haraganeáis en las esquinas y en las paradas de los autobuses,

no hacéis nada del todo.

 

Ni siquiera expresáis nuestras nobles cualidades internas;

acabareis muy mal.

 

Ly yo?

Me he vuelto medio loco.

Tanto os he hablado que

                          casi os veo ya alrededor mío,

¡insolentes bestezuelas! sinvergüenzas! faltas de atavió!

 

Pero tú, canto, el más nuevo de todos,

aun no tienes edad para haber hecho tanto daño.

Te conseguiré una casaca verde en China
con dragones bordados en ella.

Te conseguiré las bragas de seda escarlata

de la estatua del Niño Jesús en Santa María Novella;

no vaya a ser que digan que no tenemos gusto
o que no hay sangre azul en la familia.

 

TEMPORA

¡Io! ¡Io! iTamuz!

La Dríada está en mi patio

con lastimeros, quejumbrosos gritos.

(Tamuz. ¡lo! iTamuz!)

Oh, no, no está gritando: «Tamuz».

Dice: ¿Pueden publicarse mis poemas esta semana?

El dios Pan no se atreve a preguntarte:

¿pueden publicarse mis poemas esta semana?».

 

LA BUHARDILLA

Vamos, compadezcamos a los que están mejor que nosotros,

vamos, amigo, recordemos

            que los ricos tienen camareros y no amigos

y nosotros tenemos amigos y no camareros.

Vamos, compadezcamos a los casados y a los no casados.

 

La aurora entra con pasitos menudos

           como una dorada Pavlova,

y yo estoy junto a mi deseo.

Y la vida no tiene nada mejor

que esta hora de diáfana frescura,

           la hora de despertarnos juntos.

 

 

LA ISLA EN EL LAGO

Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio, patrón de los ladrones,

dame a su tiempo, te suplico, una tiendita de tabaco,

con las brillantes cajitas

            primorosamente apiladas en los estantes

y el fragante tabaco Cavendish suelto
           y la picadura,

y el brillante Virginia

           suelto en los vasos de vidrio,

y un par de balanzas no demasiado grasientas,

y las prostitutas entrando de pasada para una palabra o dos,

para una broma, y arreglarse el pelo un poquito.

 

Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio, patrón de los ladrones,

préstame una tiendita de tabaco,

          o instálame en alguna profesión

que no sea esta maldita profesión de escribir,

          donde uno necesita su cerebro todo el tiempo.

 

MARIANNE MOORE

(1887-1972)

LA POESIA

A mí también me disgusta; hay cosas que son importantes,
         más que todo este violineo.

Leyéndola, no obstante, con perfecto desprecio por ella,
         se descubre que hay en ella,

después de todo, lugar para lo genuino.
         Manos que pueden agarrar, Ojos

         que pueden dilatarse, pelo que puede erizarse,

             si debe; estas cosas son importantes, no porque una

 

altisonante interpretación pueda encajarse sobre ellas, sino porque son

útiles; cuando se vuelven tan derivativas hasta volverse ininteligibles,          la misma cosa puede decirse de todos nosotros que nosotros
         no admiramos lo que

          no podemos entender; el vampiro,

               colgado cabeza abajo o en busca de algo que

 

comer; los elefantes, empujando; un caballo salvaje, revolcándose;
         un incansable lobo, bajo

un árbol; el inconmovible critico que sacude su piel como caballo al               sentir una pulga; el baseball-fan,

el estadístico; ni es valido

         hacer una discriminación contra «documentos comerciales y

 

textos escolares; todos estos fenómenos son importantes.
         Debe hacer una distinción,

sin embargo; cuando son arrastrados a prominencia por semipoetas,
         el resultado no es poesía,

ni hasta que los poetas de entre nosotros puedan ser
         «literalistas de

         la imaginación», por encima de

         insolencia y trivialidad, y puedan presentar

 

TALISMAN

En un mástil quebrado,

por el mar arrojado

junto a la nave rota,

 

un pastor tropezó

y en la arena encontró
         una gaviota

 

de lapislázuli, fino

amuleto marino,

con alones abiertos,

 

crispadas garras de coral

y pica en alto para saludar

a los marinas muertos.

 

LOS MONOS

parpadeaban demasiado y les tenían miedo a las culebras. Las cebras, supremas en su anormalidad; los elefantes de pies color de niebla

y estrictamente prácticos colguijos

allí se hallaban, los pequeños felinos; y el papagayo

trivial y necio, al ser examinado, destrozando

corteza y porciones de la comida que no se podía comer.

 

Recuerdo su magnificencia, ahora no más magnifica

que borrosa. Es difícil recordar el ornamento,
         lenguaje y precisa manera de ser de las que pueden

llamarse amistades menores de veinte

años atrás; pero no lo olvidare a el —aquel Guiljames

entre los carnívoros peludos—, aquel felino con las

 

cuneiformes, grises pizarrosas pintas en sus patas delanteras y la intrépida cola; astringentemente diciendo: «Se nos han impuesto con sus pálidas, medio lanzadas protestas, temblando en torno nuestro

con inarticulada furia, asegurando

que no es para nosotros el comprender el arte, encontrándolo

todo tan difícil, examinando la cosa

 

como si fuera inconcebiblemente arcana, tan simetri-

camente frígida como si hubiera sido labrada en crisofraso
         o mármol, tirante de tensión, maligna

en su poder sobre nosotros y más honda

que el mar cuando profiere adulaciones a cambio de cáñamo,

centeno, cebada, caballos, platino, madera y pieles».

 

T.S. ELIOT

(1888-1965)

 

EL BOSTON EVENING TRANSCRIPT

Los lectores del Boston Evening Transcript

se mueven en el viento como un maizal maduro.

Cuando el atardecer se apresura en la calle ligeramente,

despertando en unos el apetito de la vida

y a otros dándoles el Boston Evening Transcript,

subo las gradas y toco el timbre, volviéndome

cansado, como uno se volvería a decir adiós a La Rochefoucauld,

si la calle fuese el tiempo y el al final de la calle,

y digo: «Prima Harriet, aquí está el Boston Evening Transcript».

 

MI TÍA HELEN

Miss Helen Slingsby era mi tía soltera,

y vivía en una casita cerca de una plaza elegante

cuidada por sus sirvientes que eran cuatro.
Y cuando ella murió hubo un silencio en el cielo

y un silencio allá en su calle.

Se abrieron las persianas y el director de la funeraria limpió sus zapatos. Se daba cuenta de que cosas como esta ya habían ocurrido.
Los perros habían tenido parte en el testamento,
pero poco después también el loro murió.
Continúe el tictac del reloj de Dresden en la chimenea,
y el lacayo se sentó sobre la mesa de comer,
con la segunda doncella en sus rodillas,

que había sido tan cuidadosa cuando su señora vivía.