domingo, 4 de diciembre de 2016

Que maestra es la muerte cuando pasa! _ Gerardo S.

Cordial saludo.
Compartimos este texto que nos llegó de  Gerardo Sánchez, vía email a elgavieroperiodcioliterario@gmail.com

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Con profundo respeto y mágico dolor, en archivo adjunto les comparto mis anotaciones sobre una gran lección!

Gerardo S.

Que maestra es la muerte cuando pasa!


Hay señales individuales que nos llegan desde el universo todos los días y hay señales colectivas como la gran tragedia de los hermanos Chapecoenses en nuestro suelo, que para decir de una vez , es una trágica señal de aprendizaje colectiva,  que en lo social para todos los del Si y los del No y en especial para nosotros los futbolistas y dentro de ellos los verdes , los rojos, los azules y los amarillos etc,etc !.


Para algunos es una verdad que el futbol es una gran maquinaria de distracción mundial de consumo, que nos encierra y nos avasalla. Aunque en medio del alborozo y el llanto,  según sean los resultados de nuestro equipo, desbordamos esas pasiones ilimitadamente. Nadie para,  la fuerza de una afición narcotizada que ondeando bandera ,  en el sin sentido de la euforia efímera, que termina con el pitazo final de un partido de futbol, destruyendo una ciudad, y dejando cada vez más lejos la cultura ancestral ya lejana de recordar, esa insufladora  de principios queridos para vivir en armónica celebración por la vida. Cada vez esa fuerza indomable de las aficiones revienta más y más cabezales,  y pareciera que se acrecentara  burbujeante el odio entre las barras, para salir abruptamente después de los partidos   a terminar por destruir todo a su paso sin importar ni respetar  humanidad alguna, por el solo hecho de un golazo de James o de Falcao, que más dá, o porque el árbitro hijueputa se le robo un gol a Yepes etc, etc! Algo drástico tiene que hacerse para parar estas manifestaciones guerreristas entre todos los aficionados al futbol!


Del mismo modo en el tema social, cuando venimos los Colombianos de más de 100 años en guerra y no tenemos ni idea que es la paz, no la conocemos ni la conocieron nuestros padres, pues se ocurren algunas preguntas como : Será posible llegar a alguna parte si no sabemos para dónde vamos? Será posible conseguir ese estado cuando las coordenadas de cada uno son  distintas? Será que como en la famosa historia bíblica de la torre de babel,  de la misma manera nos encontramos todos cada vez más confundidos y lo peor que cada ser humano lo vemos tratando de imponer su verdad y su ego al frente de cada sustentación,  a veces atestada de venganza  y menosprecio por la verdad del otro? Y esto lo asevero cuando en este tema de la paz todos decimos tener la razón porque nuestra buena intención es alcanzarla? Y entonces porque estamos peleando?  Porque ese odio si al fin todos estamos buscando la paz? Muy sencillo, porque cada uno la entiende y la pide desde ópticas y sentires diferentes, estamos trabados, locos, narcotizados también como en el futbol!


Entonces lo de las señales colectivas, lo de la desaparición trágica de 71 personas,  71 hermanos ahora si! (no enemigos, ni contrincantes), nos compete directamente a nosotros,  como pueblo embelesado y dormido, con el narcótico nefasto de una pócima letal,  que cada campeonato nos entrega,  en vísperas de la navidad, dueña del ruido,  la pólvora, el vicio y el desenfreno! Es la cultura de la guerra, y de la escandalosa algarabía de una falsa y pírrica felicidad, que se termina con la noche.


Nadie pararía esto pareciera! Pero llegó la muerte y nos visitó con su azarosa guadaña de tristeza y llanto. Entonces surge una pregunta desde adentro, de mi interno, ¿Será que solo la muerte cuando se aparece, nos pone a reconsiderar sobre la vida? Y que cuando llega, va convirtiendo ese gran dolor en algo mágico,  como es lo de  sentir  la expansión del amor entre hermanos y el abrazo solidario nos embarga y se acaba la infernal competencia,  madre de la división y de la guerra? Será por eso que no me gusta para nada la palabra “división del futbol Colombiano”? El enemigo en la cancha? Es un partido a muerte? O el balazo, o cañonazo del cobrador? O lo fusiló de un zapatazo? Tiro de esquina, área de candela, ley de ventaja, pena máxima etc, que es esto? No es el lenguaje viperino que es la misma apología de la guerra, de la pelea a muerte? Basta oír a un grupo de comentaristas radiales, “maestros  todos”,  invitando a la batalla entre los equipos y la afición manipulada,  con los preámbulos fatales y grotescos de un acontecimiento mortal, tal como los del coliseo romano en tiempos de Nerón.


Y en el país, agobiado por la desazón política que producen las eternas peleas entre los del NO (ó de la guerra),  y los del SI (ó de la paz), que se baten en tenaz lucha politiquera,  como hambrientos coyotes pegados de la hilacha, en cada lado de los Acuerdos de la Habana;  en los campos como siempre,  siguen cayendo atravesados por balas invisibles pero letales,  los pobres campesinos, representantes del olvido, de la escasez y la injusticia Colombiana!


Pero tenía que llegar y llegó la dolorosa lección! Este dramático momento de aprendizaje colectivo , el que hemos vivido con esta tragedia, en la que nuestros hermanos de Brasil y Bolivia, jóvenes que vinieron  a dejar el corazón en la cancha lo sembraron al morir en nuestras verdes montañas, y como refulgentes rayos de luz, de conciencia, nos enlazan con sus cuerpos en una danza solidaria y mágica, donde la expresión amorosa de todos los habitantes de esta villa deportiva se despierta para confundirse entre las lágrimas de los que han partido y el llanto dulce de una nueva familia suramericana que renace, con tanta fuerza, con tanta gana que nos sentimos todos ya, como hijos de la tierra sin fronteras, como una nueva familia expandida y grande!


Tuvimos que sentir la muerte dentro del alma nuestra,  para reaccionar y frenar ese descarrilado tren de la euforia sin sentido,  que nos está matando el alma colectiva! Gracias pueblo hermano de Chapeco, nunca te olvidaremos, por la valiosa semilla de paz que acabas de sembrar en nuestro suelo latinoamericano! La necesitamos tanto, tanto! No solo en el deporte para que no sea más un brutal campo de batalla, sino en toda Latinoamérica para dejar que entre nuestra paz esquiva y anhelada! Este abrazo agridulce que hoy nos damos, partió nuestra historia de divisiones y distancias, transformándolo en una sola camiseta, con la que ojalá mañana podamos vivir como jugando en la cancha de hermandad maravillosa de la tierra!!
Con profundo respeto y mágico dolor


G.S.

2 dic /16, Medellín