LA CASA DE RESFA
Poemas de la vida
LA CASA
Algunos se marcharon.
Se fue Humberto (el hijo mayor), el mujeriego.
Willian (el tercero), que borracho asaltaba los
negocios a punta de revólver.
Tambar que nos llevó en su carro a conocer el mar y
amaba en secreto a la patrona.
Crespos la ladrona, muerta por un
cliente en el intento de robarlo.
Marta Chiquita, la que atendía en la sala y tiraba
vicio.
Rubén el Gato
(el marido de doña Resfa), con el que jugábamos cartas.
Horacio (el hermano de ella), al que llamaban el Perro,
y que apostaba a quien tuviera el miembro más grande.
Darío Lenis (el marido de la tía Rocío), que coronó
varios viajes a los Estados Unidos,
y nos contaba historias de gángsteres inventadas por
él mismo,
donde el héroe era siempre su alter ego.
Teresa la Negra,
que vendía fritos y carnes,
y les hacía los mandados a los clientes con una
sonrisa blanca y alegre.
Hoy todos duermen en el Cementerio Universal.
Otros se marcharon:
Adriana, Pilo y Héctor (el que confirmaba a las muchachas recién llegadas),
viven hoy en los Estados Unidos.
María, Alicia y Rocío hicieron su conversión al
cristianismo.
Pulga Arrecha deambula pobre y
vieja
por las calles del centro de Medellín.
En el Parque de Bolívar se arrastra,
y mendiga con los alcohólicos la flaca Esperanza,
ella que cursó una carrera de ingeniería.
En algunos bares y cantinas de mala muerte
aún sobreviven los últimos rostros de aquella
desgracia.
Los demás, ¿dónde estarán?
Están
en algún lugar de esta puta vida,
en algún lugar de esta puta muerte,
con la doliente compañía de sus recuerdos.
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