sábado, 6 de mayo de 2023

El ensayo: la corona de la inteligencia _ Recopilación y Producción Carlos Mario Garcés Toro

       El ensayo: la corona de la inteligencia

 

Frase de inicio: Las dos llaves del reino: la lectura y la escritura.

        

          ¿Qué es un ensayo literario?

Un ensayo literario es un escrito breve y en prosa, que analiza o reflexiona en torno a un tema libre elegido y abordado por parte del autor. Es considerado uno de los géneros literarios, junto con la narrativa, la poesía y la dramaturgia.

Existen diversos tipos de ensayos que tratan sobre diferentes temas en áreas como la política, la sociedad, la filosofía y las artes. Siempre implican un abordaje subjetivo y personal del autor, aunque riguroso, sobre un tema. Esto significa que un ensayo cuenta con opiniones y argumentaciones del autor, pero sustentadas en la lógica y la información. Su propósito es argumentar en torno al tema elegido.

El ensayo suele ser un texto breve, organizado y que utiliza recursos estilísticos y literarios del idioma para dar fuerza poética y argumentativa a las ideas que desarrolla. Está dirigido a un público amplio, por lo que usa un vocabulario y estilo que busca ser comprendido por todos.

Un ensayo no debe confundirse con una monografía o un documento técnico (como una tesis), porque estos son tipos de textos académicos y, por tanto, más objetivos.

A lo largo de la historia existieron grandes pensadores ensayistas, que hicieron de este género uno de los principales vehículos para el debate de ideas. Algunos de los más reconocidos son Michel de Montaigne (1533-1592), Sir Francis Bacon (1561-1626) y José Ortega y Gasset (1883-1955).

 

¿Cómo hacer un ensayo literario?

El ensayo es un tipo de texto literario, por lo que no cuenta con pasos o elementos determinados e imprescindibles. Sin embargo, debido a que estos textos son ampliamente usados en el ámbito educativo, se suelen enumerar algunos pasos a tener en cuenta para la redacción de un ensayo escolar. Estos son:

Elección del tema. Un ensayo debe abordar un tema o una arista de un tema que interese al autor. No debe ser un tema muy amplio, sino que el escrito debe tratar acerca de una idea o reflexión determinada.

Documentación. Una vez elegido el tema, comienza el proceso de investigación y documentación, es decir, se debe investigar sobre la temática de interés en distintas fuentes. La documentación va a ayudar a tener un panorama más amplio sobre el tema elegido y a conocer lo que otros autores escribieron al respecto.

Preparación. Antes de escribir es importante hacer un esquema de ideas que sirva de guion o esqueleto del ensayo y que plasme el orden en el que se abordará cada idea o argumento.

Redacción. Se procede a escribir usando como base el guion o borrador. Esto implica exponer las ideas lo más claramente posible y en un orden lógico, para que sean comprendidas por el lector. Es importante realizar varias relecturas del texto y aplicar las correcciones necesarias para que el escrito refleje las ideas y opiniones deseadas.

Partes de un ensayo literario

La estructura de un ensayo es sumamente libre, ya que se trata de un tipo de escrito en el que el autor busca argumentar y reflexionar. Sin embargo, a grandes rasgos, el ensayo suele contar con tres partes principales que ayudan al lector a comprender el tema. Estas son:

Introducción. El autor del ensayo expone en los primeros párrafos del escrito el tema sobre el que va a tratar el texto.

Desarrollo. El autor expone sus argumentos y teorías u opiniones sobre el tema elegido. Además, se pueden incluir datos o información que permita al lector comprender más acerca de la cuestión que se está abordando. Esta parte del ensayo suele ser la más larga.

Conclusiones. El autor destaca las ideas principales del ensayo o aquellas ideas que quiere rescatar o que reflejan sus opiniones o conclusiones sobre el tema tratado. Las conclusiones se ubican al final del ensayo y no suelen ser muy extensas.

 

 

Algunos ejemplos de ensayos literarios son:

 

Ensayos de moral y de política (1597), de Francis Bacon.

Una modesta proposición (1729), de Jonathan Swift.

El principio poético (1850), de Edgar Alan Poe.

El poeta Walt Whitman (1887), de José Martí.

Meditaciones del Quijote (1914), de José Ortega y Gasset.

Otra vez la metáfora (1928), de Jorge Luis Borges.

Una habitación propia (1929), de Virginia Woolf.

Elogio de la ociosidad (1935), de Bertrand Russell.

Matar a un elefante (1936), de George Orwell.

La literatura y el derecho a la muerte (1949), de Maurice Blanchot.

La dignidad humana (1976), de Miguel de Unamuno.

Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe (1982), de Octavio Paz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mapa conceptual del ensayo 6

 

 

 

 

 

                                FROILÁN MONTOYA MAZO

 

 

Gloria, la hija del poeta

Julio Flórez

 

La vida se compone de sorpresas. Y a propósito tengo para referir la siguiente que conmovió mi espíritu hondamente: Mi oficina, en esta ciudad de leyendas está situada en la ciudad amurallada, precisamente dentro del “corralito de piedra” de don Daniel Lemaitre. Y una tarde, cuando las luces del crepúsculo comenzaban a decorar el paisaje, este soberbio paisaje de mar y tierra y que sólo en la Ciudad Heroica puede contemplarse, llegó hasta una mujer bastante cargada de años en solicitud de una ayuda económica. Mi primera impresión fue la de que se trataba de una mujer, de esas muchas que existen, dedicada al “buen negocio” de la mendicidad.

Cuando hablaba observaba que por allá, de no dónde brotaba algo distinto; que en su rostro había un no qué nostálgico y que de sus ojos algo fulgía que llamaba la atención. Esto me obligó a interrogarla. A preguntarle por su nombre y procedencia, y fue cuando de sopetón llegó lo inesperado, la sorpresa más grande: “Soy hija de Julio Flórez y me llamo Gloria”.

¡Gloria! ¡exclamé para mis adentros, la hija de Julio Flórez solicitando ayuda económica, es decir, mendigando centavos, no puede ser! Más así era. Por mi mente pasó como un fogonazo el recuerdo del poeta de Usiacurí en aquellas postales que lo demostraban apuesto, con sus mostachos como los de un mosquetero. Al fin y al cabo, en la poesía esto fue Julio Flórez: un mosquetero. En el género romántico no tuvo par, y nuestro Parnaso le debe bastante a su estro magnífico. Muchos de sus versos corren traducidos a diferentes idiomas gracias a lo cual el nombre de Colombia ha volado de boca en boca a través de sus estrofas.

Contertulio de la Gruta Simbólica que por tantos años tuvo vigencia en la capital del país, ha sido quizás con Enrique Álvarez Henao los que mejor recuerdo han dejado. Sus versos podrán sentirse opacados frente a otras tendencias poéticas, pero el triunfo de éstas es apenas transitorio. Mientras haya luna, novias, madres, nubes, mar y firmamento salpicado de estrellas y arreboles, supervivirá lo romántico. De manera que en Julio Flórez hay un real personero de esta escuela y figurará al lado de los inmortales.

Gloria, pues, ha sido una mujer infortunada. Su esposo cuenta ella

misma, murió en Cali víctima de la violencia política. Desde entonces, sin rumbo fijo, se mueve de una parte a otra. Y la ansiedad de vivir, y el recuerdo de su padre le imprimen fortaleza. Pero no hay derecho, cuando tanto se dilapida en lo suntuario que una reliquia, por ser hija de quien fue venero de inspiración y gloria de las letras ande por los vericuetos de una fatal encrucijada del destino.

Refieren quienes la conocieron en sus buenos años, que esta mujer era bella, y que en ella el poeta cifró todas sus complacencias. No soñó jamás que un producto de su sangre, se viera un día, mientras que él duerme el sueño eterno en el pueblito costero que escogió para pasar sus últimos días, Usiacurí, se viera recorriendo caminos en demanda de ayuda. No imaginó que aquellos versos que compuso a la madre, le vinieran de perlas a su hija Gloria:

Ves esta vieja escuálida y horrible?

Pues oye, aunque parézcate imposible,

fue la mujer más bella entre las bellas.

El clavel envidió sus labios rojos,

y ante la luz de sus divinos ojos

parpadearon el sol y las estrellas”.

 

 

 

 

ARTURO ESCOBAR URIBE

 

                                     Vargas Vila

y su obra literaria

 

(Capítulo de El divino Vargas Vila)

 

Numerosa, cual la de ningún otro escritor americano, salvo don José Toribio Medina, escritor chileno quien llegó a la centena de libros publicados, es la obra de José María Vargas Vila, el cual, según nuestro censo sobre ella, deja 112 volúmenes; 108 publicados, 4 obras inéditas y sus memorias, estas últimas, según Carlos García Prada, en poder del Gobierno mejicano, sin que se sepa el porqué de ello.

Es por esto, por lo que encontramos muy natural, la envidia de algunos escritores colombianos y como consecuencia de ella, la campaña de silencio que en torno al escritor se ha hecho en su suelo natal. ¿Y cómo, no? pues si los dómines de la literatura colombiana, ninguno de ellos llega a las dos docenas de libros publicados y cuando pasan de la primera docena, comienzan los “recalentados” o “refritos”, es decir a repetirse lastimosamente sin poder volver a escribir nada nuevo, dedicándose a hacer colchas de retazos de sus mismos libros.

¿La obra de Vargas Vila es toda uniforme y buena? No, imposible sería. Un escritor tan polifacético y tan prolífico como fue éste, dejó mucho ripio, como es natural, pero dejó una OBRA monumental e inigualable por el número. En cuanto a la calidad, no toda es buena, cómo ya lo dijimos, pero de ella se salva un 50%, que ya es mucho decir.

Claro es que en este aserto no estarán de acuerdo quienes juzgan a Vargas Vila sin haberlo leído y a través de las consejas del pulpito o de los juicios de sus envidiosos. Por- que hay que confesarlo: se miente, más que se lee a este escritor. La mayoría de los juicios prevenidos que hemos oído y hasta leído acerca de él, son a priori, sin conocer, no ya en su totalidad, que ni siquiera en un veinte por ciento su obra, y entonces, o le ignoran pasándole por alto, o le juzgan despectivamente sin conocerlo a fondo. Estos juicios son secuencias de lo que dijo el P. J. M. Ruano en su Resumen histórico-crítico de la literatura colombiana y en su flamante Preceptiva literaria, que como es texto oficial de enseñanza, muchos de sus “críticos” no han pasado de esos conceptos erróneos e interesados, y no solamente interesados y equívocos, sino procaces y llenos de odio. Las aves negras, El camino del triunfo, La conquista de Bizancio, La demencia de Job, etc., no se podían quedar sin respuesta y ella fue el insulto.

Algunos aducen, (de memoria también y sin haberlo leído) que las novelas de Vargas Vila son sobre temas foráneos, de un erotismo sin límites y de un bajo sensualismo. Pero resulta que no todas son foráneas, ni todas son sensuales, ni todas son eróticas, ni todas “ellas están al servicio de un mórbido mal gusto”, como dice el R. P. Ruano.

Novelas de tema colombiano y buenas son:  Aura o las violetas, sus cuentos Emma, Lo irreparable y algunos incluidos en su libro Copos de Espuma, Flor de fango, que tanta polvareda levantó, no es más que la historia de una maestra de escuela de un pueblo cualquiera del departamento de Cundinamarca, tragedia que diariamente se repite, pero que la hipocresía oculta y el fanatismo calla, para no ofender la moral... ¡LA MORAL!; Los parias es otra novela de tema colombiano, de la guerra civil del 85; El camino del triunfo es una novela punzante, de temática nacional, sobre los in- ternados de los colegios de religiosos. Su continuación La conquista de Bizancio, de la cual dijo su autor que era “la más fuerte, si no la más bella de mis novelas de combate”, también es de tema netamente colombiano, y en cuanto a Alba roja, dedicada a Antonio José Restrepo, que produjo el consiguiente alboroto y de la cual vamos a transcribir unos párrafos cualesquiera, para que se vea el porqué de ello:

 

“La bruma pluviosa de un crepúsculo invernal en- volvía la estancia en opacidades siniestras.

            “Los cortinajes rojos, las molduras doradas, los espejos inmensos, los grandes floreros donde se morían rosas lívidas, todo se hundía en penumbras desoladas.

            “Sentado en un gran sillón; envuelto en inmensos abrigos; las manos, de histórica fealdad, manos tentaculares, de pulpo, hechas para oprimir las carnes y los pueblos, caídas sobre las piernas flacas y angulosas; los párpados entrecerrados sobre las grandes pupilas azules, única cosa bella que se conservaba en aquella ruina humana, como dos ventanas góticas donde cantara el sol, en el muro de un templo derruido; la barba blanca, asquerosa, inculta, cubierta por extraños pedículos, escapados a su piel sarnosa, apoyada sobre el pecho hundido y cavernoso; la horrible boca descomunal, contraída en un gesto de infinita laxitud y de tristeza, Herodes meditaba.

 

“¡Era el sueño de Satán!

“¡Sueño de Judas!

“¡Era el rebelde vencedor, roto por su victoria; el traidor expirando bajo el peso de su traición! Tarpeya muriendo ahogada, bajo los escudos de los bárbaros...

            “Aquella alma tiritaba, desnuda ante su propia conciencia, más leprosa que Job, más miserable, en el estercolero de sus sueños.

            “¡Ay. gemía la pérdida de las alas y de la luz!

 

 

 

 

DETONANTE PARA LA PRODUCCIÓN

NARRATIVA O POÉTICA

 

 

FIGURA LITERARIA

 

LA PROSOPOPEYA

 

La prosopopeya o personificación es una figura que consiste en atribuirle el don de la palabra a plantas, animales o a objetos inanimados como una silla, un cuadro, un libro, etc.

 

MONÓLOGO DE LA URRACA

Carlos Mario Garcés Toro

 

                                        Parada una urraca

                                        en la rama de un abeto

                                        pensaba y se decía:

                                        -Vida buena la mía

                                        que no tengo que pensar

                                        en que comeré mañana

                                        como si lo hace el de la granja

                                        que agitado acumula

                                        y en su ancha cama se ahoga

                                        por no encontrar llenura

                                        su apetito voraz,

                                        y sin acordarse que un día

                                        vendrá la parca

                                        y sin decirle nada

                                        se lo llevará.

 

 

 

 

Fábula

Álvaro Cataño Jiménez

 

Ya no soporto esta duda existencial, le dijo el cuaderno al lápiz.

¿Por cuál razón dices esto? Le contestó el lápiz.

Todo mundo me raya cuando quiere, sin pedir permiso...

No debes angustiarte, replicó el lápiz. A mí me usan y me recortan hasta que mi grafito se termina.

Pienso que debemos estar alegres, porque cada uno coopera para que con nosotros se puedan escribir bellas historias de aprendizaje, desde matemáticas hasta hermosos poemas, acotó el lápiz.

Tienes razón, dijo el cuaderno, al final prestamos un servicio para el conocimiento.

 

Recopilación y Producción

Carlos Mario Garcés Toro

bitacoraazul@hotmail.com

Proapedagogica@gmail.com


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