El ensayo: la corona de la inteligencia
Frase de inicio: Las dos llaves del reino: la lectura y la escritura.
¿Qué es un ensayo literario?
Un
ensayo literario es un escrito breve y en prosa, que analiza o reflexiona en
torno a un tema libre elegido y abordado por parte del autor. Es considerado
uno de los géneros literarios, junto con la narrativa, la poesía y la
dramaturgia.
Existen
diversos tipos de ensayos que tratan sobre diferentes temas en áreas como la
política, la sociedad, la filosofía y las artes. Siempre implican un abordaje
subjetivo y personal del autor, aunque riguroso, sobre un tema. Esto significa
que un ensayo cuenta con opiniones y argumentaciones del autor, pero sustentadas
en la lógica y la información. Su propósito es argumentar en torno al tema
elegido.
El
ensayo suele ser un texto breve, organizado y que utiliza recursos estilísticos
y literarios del idioma para dar fuerza poética y argumentativa a las ideas que
desarrolla. Está dirigido a un público amplio, por lo que usa un vocabulario y
estilo que busca ser comprendido por todos.
Un
ensayo no debe confundirse con una monografía o un documento técnico (como una
tesis), porque estos son tipos de textos académicos y, por tanto, más
objetivos.
A
lo largo de la historia existieron grandes pensadores ensayistas, que hicieron
de este género uno de los principales vehículos para el debate de ideas.
Algunos de los más reconocidos son Michel de Montaigne (1533-1592), Sir Francis
Bacon (1561-1626) y José Ortega y Gasset (1883-1955).
¿Cómo hacer un ensayo literario?
El
ensayo es un tipo de texto literario, por lo que no cuenta con pasos o
elementos determinados e imprescindibles. Sin embargo, debido a que estos
textos son ampliamente usados en el ámbito educativo, se suelen enumerar
algunos pasos a tener en cuenta para la redacción de un ensayo escolar. Estos
son:
Elección
del tema. Un ensayo debe abordar un tema o una arista de un tema que interese
al autor. No debe ser un tema muy amplio, sino que el escrito debe tratar
acerca de una idea o reflexión determinada.
Documentación.
Una vez elegido el tema, comienza el proceso de investigación y documentación,
es decir, se debe investigar sobre la temática de interés en distintas fuentes.
La documentación va a ayudar a tener un panorama más amplio sobre el tema
elegido y a conocer lo que otros autores escribieron al respecto.
Preparación.
Antes de escribir es importante hacer un esquema de ideas que sirva de guion o
esqueleto del ensayo y que plasme el orden en el que se abordará cada idea o
argumento.
Redacción.
Se procede a escribir usando como base el guion o borrador. Esto implica
exponer las ideas lo más claramente posible y en un orden lógico, para que sean
comprendidas por el lector. Es importante realizar varias relecturas del texto
y aplicar las correcciones necesarias para que el escrito refleje las ideas y
opiniones deseadas.
Partes de un ensayo literario
La
estructura de un ensayo es sumamente libre, ya que se trata de un tipo de
escrito en el que el autor busca argumentar y reflexionar. Sin embargo, a
grandes rasgos, el ensayo suele contar con tres partes principales que ayudan
al lector a comprender el tema. Estas son:
Introducción.
El autor del ensayo expone en los primeros párrafos del escrito el tema sobre
el que va a tratar el texto.
Desarrollo.
El autor expone sus argumentos y teorías u opiniones sobre el tema elegido.
Además, se pueden incluir datos o información que permita al lector comprender
más acerca de la cuestión que se está abordando. Esta parte del ensayo suele
ser la más larga.
Conclusiones.
El autor destaca las ideas principales del ensayo o aquellas ideas que quiere
rescatar o que reflejan sus opiniones o conclusiones sobre el tema tratado. Las
conclusiones se ubican al final del ensayo y no suelen ser muy extensas.
Algunos
ejemplos de ensayos literarios son:
Ensayos
de moral y de política (1597), de Francis Bacon.
Una
modesta proposición (1729), de Jonathan Swift.
El
principio poético (1850), de Edgar Alan Poe.
El
poeta Walt Whitman (1887), de José Martí.
Meditaciones
del Quijote (1914), de José Ortega y Gasset.
Otra
vez la metáfora (1928), de Jorge Luis Borges.
Una
habitación propia (1929), de Virginia Woolf.
Elogio
de la ociosidad (1935), de Bertrand Russell.
Matar
a un elefante (1936), de George Orwell.
La
literatura y el derecho a la muerte (1949), de Maurice Blanchot.
La
dignidad humana (1976), de Miguel de Unamuno.
Sor
Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe (1982), de Octavio Paz.
FROILÁN MONTOYA MAZO
Gloria, la hija del poeta
Julio Flórez
La
vida se compone de sorpresas. Y a propósito
tengo para referir
la siguiente que conmovió mi espíritu hondamente:
Mi oficina, en esta ciudad de leyendas
está situada en la
ciudad amurallada, precisamente dentro del “corralito de piedra”
de don Daniel Lemaitre. Y una tarde, cuando las luces del crepúsculo
comenzaban a decorar el paisaje, este soberbio paisaje de mar y tierra y que sólo en la Ciudad Heroica puede contemplarse, llegó
hasta mí una mujer bastante cargada de años en solicitud de una ayuda económica. Mi primera
impresión fue la de que se trataba de una mujer, de esas muchas que existen, dedicada al “buen negocio” de la mendicidad.
Cuando hablaba observaba
que por allá, de no sé dónde brotaba algo distinto; que en su rostro había un no sé qué
nostálgico y que de sus ojos algo fulgía que llamaba la atención. Esto me obligó a interrogarla. A preguntarle por su nombre y procedencia, y fue cuando de sopetón llegó lo inesperado,
la sorpresa
más grande:
“Soy hija
de Julio
Flórez y me llamo Gloria”.
¡Gloria! ¡exclamé para mis adentros, la
hija de Julio Flórez solicitando ayuda económica, es decir, mendigando
centavos, no puede ser! Más así era. Por mi mente pasó como un
fogonazo el recuerdo del poeta
de Usiacurí
en aquellas
postales que lo
demostraban apuesto, con sus mostachos
como los de un mosquetero. Al fin y al cabo, en la poesía
esto fue Julio Flórez: un mosquetero. En el género romántico no tuvo par, y nuestro Parnaso le debe bastante a su estro magnífico. Muchos de sus versos corren traducidos
a diferentes idiomas
gracias a lo cual el nombre de Colombia ha volado de boca en boca a través de sus estrofas.
Contertulio de la
Gruta Simbólica que por tantos
años tuvo vigencia en la
capital del país, ha sido
quizás con Enrique Álvarez Henao
los que
mejor recuerdo han dejado. Sus
versos podrán sentirse opacados frente
a otras
tendencias poéticas, pero el triunfo
de éstas
es apenas
transitorio. Mientras haya luna,
novias, madres, nubes, mar y
firmamento salpicado de estrellas y
arreboles, supervivirá lo romántico. De manera que en Julio Flórez hay un real personero de esta escuela
y figurará al lado de los inmortales.
Gloria, pues, ha sido una mujer infortunada. Su esposo –cuenta ella
misma–,
murió en Cali víctima de
la violencia
política. Desde entonces, sin
rumbo fijo, se mueve de
una parte a otra. Y la ansiedad de vivir, y el recuerdo de su padre le imprimen
fortaleza. Pero no hay derecho, cuando tanto se dilapida
en lo
suntuario que una reliquia, por ser hija de
quien fue venero de inspiración y gloria de las letras ande por los vericuetos de una fatal encrucijada del destino.
Refieren quienes la
conocieron en sus buenos años,
que esta mujer era bella, y que en ella el poeta cifró todas
sus complacencias. No soñó
jamás que un producto de
su sangre,
se viera
un día,
mientras que él duerme el
sueño eterno en el pueblito costero
que escogió
para pasar
sus últimos
días, Usiacurí, se viera recorriendo
caminos en demanda de ayuda.
No imaginó
que aquellos
versos que compuso a la madre, le vinieran de perlas a su hija Gloria:
“Ves esta vieja escuálida y horrible?
Pues oye, aunque parézcate imposible,
fue la mujer más bella entre las bellas.
El clavel envidió sus labios rojos,
y ante la luz de sus divinos ojos
parpadearon el sol y las estrellas”.
ARTURO
ESCOBAR URIBE
Vargas Vila
y su obra literaria
(Capítulo
de El divino Vargas Vila)
Numerosa, cual la de ningún
otro escritor americano, salvo don José Toribio Medina, escritor chileno quien
llegó a la centena de libros publicados, es la obra de José María Vargas Vila,
el cual, según nuestro censo sobre ella, deja 112 volúmenes; 108 publicados, 4
obras inéditas y sus memorias, estas últimas, según Carlos García Prada, en
poder del Gobierno mejicano, sin que se sepa el porqué de ello.
Es por esto, por lo que
encontramos muy natural, la envidia de algunos escritores colombianos y como
consecuencia de ella, la campaña de silencio que en torno al escritor se ha
hecho en su suelo natal. ¿Y cómo, no? pues si los dómines de la literatura
colombiana, ninguno de ellos llega a las dos docenas de libros publicados y
cuando pasan de la primera docena, comienzan los “recalentados” o “refritos”,
es decir a repetirse lastimosamente sin poder volver a escribir nada nuevo,
dedicándose a hacer colchas de retazos de sus mismos libros.
¿La obra de Vargas Vila es
toda uniforme y buena? No, imposible sería. Un escritor tan polifacético y tan
prolífico como fue éste, dejó mucho ripio, como es natural, pero dejó una OBRA
monumental e inigualable por el número. En cuanto a la calidad, no toda es
buena, cómo ya lo dijimos, pero de ella se salva un 50%, que ya es mucho decir.
Claro es que en este aserto no estarán de
acuerdo quienes juzgan a Vargas Vila sin haberlo leído y a través de las consejas
del pulpito o de los juicios de sus envidiosos. Por- que hay que confesarlo: se
miente, más que se lee a este escritor. La mayoría de los juicios prevenidos
que hemos oído y hasta leído acerca de él, son a priori, sin conocer, no ya en
su totalidad, que ni siquiera en un veinte por ciento su obra, y entonces, o le
ignoran pasándole por alto, o le juzgan despectivamente sin conocerlo a fondo.
Estos juicios son secuencias de lo que dijo el P. J. M. Ruano en su Resumen
histórico-crítico de la literatura colombiana y en su flamante Preceptiva
literaria, que como es texto oficial de enseñanza, muchos de sus “críticos” no
han pasado de esos conceptos erróneos e interesados, y no solamente interesados
y equívocos, sino procaces y llenos de odio. Las aves negras, El camino del
triunfo, La conquista de Bizancio, La demencia de Job, etc., no se podían
quedar sin respuesta y ella fue el insulto.
Algunos aducen, (de memoria
también y sin haberlo leído) que las novelas de Vargas Vila son sobre temas
foráneos, de un erotismo sin límites y de un bajo sensualismo. Pero resulta que
no todas son foráneas, ni todas son sensuales, ni todas son eróticas, ni todas
“ellas están al servicio de un mórbido mal gusto”, como dice el R. P. Ruano.
Novelas de tema colombiano
y buenas son: Aura o las violetas, sus
cuentos Emma, Lo irreparable y algunos incluidos en su libro Copos de Espuma,
Flor de fango, que tanta polvareda levantó, no es más que la historia de una
maestra de escuela de un pueblo cualquiera del departamento de Cundinamarca,
tragedia que diariamente se repite, pero que la hipocresía oculta y el
fanatismo calla, para no ofender la moral... ¡LA MORAL!; Los parias es otra
novela de tema colombiano, de la guerra civil del 85; El camino del triunfo es
una novela punzante, de temática nacional, sobre los in- ternados de los
colegios de religiosos. Su continuación La conquista de Bizancio, de la cual
dijo su autor que era “la más fuerte, si no la más bella de mis novelas de
combate”, también es de tema netamente colombiano, y en cuanto a Alba roja,
dedicada a Antonio José Restrepo, que produjo el consiguiente alboroto y de la
cual vamos a transcribir unos párrafos cualesquiera, para que se vea el porqué
de ello:
“La bruma pluviosa de un
crepúsculo invernal en- volvía la estancia en opacidades siniestras.
“Los cortinajes rojos, las molduras doradas, los espejos inmensos, los
grandes floreros donde se morían rosas lívidas, todo se hundía en penumbras
desoladas.
“Sentado en un gran sillón; envuelto en inmensos abrigos; las manos, de
histórica fealdad, manos tentaculares, de pulpo, hechas para oprimir las carnes
y los pueblos, caídas sobre las piernas flacas y angulosas; los párpados
entrecerrados sobre las grandes pupilas azules, única cosa bella que se conservaba
en aquella ruina humana, como dos ventanas góticas donde cantara el sol, en el
muro de un templo derruido; la barba blanca, asquerosa, inculta, cubierta por
extraños pedículos, escapados a su piel sarnosa, apoyada sobre el pecho hundido
y cavernoso; la horrible boca descomunal, contraída en un gesto de infinita
laxitud y de tristeza, Herodes meditaba.
“¡Era el sueño de Satán!
“¡Sueño de Judas!
“¡Era el rebelde vencedor,
roto por su victoria; el traidor expirando bajo el peso de su traición! Tarpeya
muriendo ahogada, bajo los escudos de los bárbaros...
“Aquella alma tiritaba, desnuda ante su propia conciencia, más leprosa
que Job, más miserable, en el estercolero de sus sueños.
“¡Ay. gemía la pérdida de las alas y de la luz!
DETONANTE PARA LA
PRODUCCIÓN
NARRATIVA O
POÉTICA
FIGURA LITERARIA
LA PROSOPOPEYA
La
prosopopeya o personificación es una figura que consiste en atribuirle el don
de la palabra a plantas, animales o a objetos inanimados como una silla, un
cuadro, un libro, etc.
MONÓLOGO DE LA
URRACA
Carlos
Mario Garcés Toro
Parada
una urraca
en la
rama de un abeto
pensaba
y se decía:
-Vida
buena la mía
que no
tengo que pensar
en que
comeré mañana
como si
lo hace el de la granja
que
agitado acumula
y en su
ancha cama se ahoga
por no
encontrar llenura
su
apetito voraz,
y sin
acordarse que un día
vendrá
la parca
y sin
decirle nada
se lo
llevará.
Fábula
Álvaro Cataño Jiménez
Ya no soporto esta duda existencial, le
dijo el cuaderno al lápiz.
¿Por cuál razón dices esto? Le contestó el
lápiz.
Todo mundo me raya cuando quiere, sin
pedir permiso...
No debes angustiarte, replicó el lápiz. A
mí me usan y me recortan hasta que mi grafito se termina.
Pienso que debemos estar alegres, porque
cada uno coopera para que con nosotros se puedan escribir bellas historias de
aprendizaje, desde matemáticas hasta hermosos poemas, acotó el lápiz.
Tienes razón, dijo el cuaderno, al final
prestamos un servicio para el conocimiento.
Recopilación y Producción
Carlos Mario Garcés Toro
bitacoraazul@hotmail.com
Proapedagogica@gmail.com
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