(Edgar
Allan Poe: 200 años después)
Queremos rendir un homenaje a Edgar Allan
Poe en su natalicio y a su magnífica obra. Obra que abarca diversos géneros,
que van desde la poesía, el cuento y la crítica. Comprendió que la causa para
el desarrollo de las grandes civilizaciones, pueblos, sociedades, la familia y
el individuo mismo se deben a la crítica y sus diversas manifestaciones como
motor de empuje.
Desde el ágora misma, lugar en donde se
debatían las más disímiles opiniones e ideas, lo que permitía finalmente crear
valores intelectuales y espirituales, fundidos por el talento y la
inteligencia, y cuya luz se levanta y esparce como un enorme faro que aún
parpadea hasta nuestros días, pero para infortunio nuestro, ya de forma débil y
apagante en su reflejo.
Grecia y
algunos países, entre ellos el de Poe, alcanzaron en su momento por la crítica
su esplendor y desarrollo, que se hace manifiesto en sus obras y acciones. Un
país empieza a trasegar en su decadencia, pierde su brújula y se vuelve veleta,
cuando empiezan a escasear los buenos críticos en política, periodismo,
literatura y cultura en general.
Cuando no se
puede debatir o contravenir las opiniones, porque los poderes autocráticos lo
impiden, imponiendo eso sí, el unanimismo, de un sector que acalla, intimida y
desaparece físicamente a quien lo haga, se entra en un marasmo, en una inercia,
en un fanatismo de la locura, de la sinrazón, que quiere por todos los medios
acallar las discrepancias.
Entre las
pesadillas de Poe, y las de la motosierra de este país; las primeras son
caminos reveladores para conocernos a nosotros mismos; las otras en cambio, son
siniestras, crueles y sanguinarias. Carentes de razón, sentimiento y humanismo.
EDGAR ALLAN POE, escritor
norteamericano. Nacido en Boston, en 1809; muerto en Nueva York, en 1849.
Huérfano a muy temprana edad (su difunta madre, una bella actriz, quien solía
actuar generalmente en Ofelia y Cordelia, de Shakespeare, dejaría de forma
atávica en su hijo, en los confines de su sangre, las asperezas del alcohol y
el asombro por la poesía y sus múltiples variables).
El futuro y extraño
escritor, de aspecto elegante y bello, de frente ancha, de labios contraídos,
de ojos claros y profundos, sería
adoptado por un rico comerciante, el señor John Allan, de quien derivaría su
nombre.
Esto le permitiría tener la fortuna (o quizá
fue un orden secreto) de adquirir una vasta formación. Vivió, estudió y viajó
por Europa. A su regreso a los Estados Unidos ingresaría a la universidad de
Virginia. Se equivocan quienes dicen que Allan Poe es sólo un escritor para
jóvenes.
Aparte de ser el iniciador del género
policiaco en obras como La Carta Robada y El Doble Asesinato de la Calle Morgue , su
obra rema por las aguas de lo sobrenatural, del terror y de lo metafísico a
través no de la escueta razón, sino de la intuición, que para él es la
categoría más elevada para expandir conciencia, el carácter más profundo y
creativo para ascender a promontorios más altos en donde se puede mirar y
nombrar por medio de la imaginación, que en últimas es el espejo que ahonda y
revela en el mundo interior. En el mundo de las sombras.
Fue un ser angustiado, con sus nervios lacerados,
y el delírium tremens producido por el alcohol. Divagaba perdido por parajes y
lugares desconocidos. Al despertar somnoliento y vaporoso, se encontraba en
otro condado o ciudad diferente en la cual su memoria no podía hilar el tiempo
y el espacio transcurrido. Desempeñó el extraño oficio, no de creador de
pesadillas, sino de quien tuvo la presencia para ponerlas en orden y
clasificarlas, en una sarta, en una espiral que se repite infinita. A
doscientos años de su nacimiento y ciento sesenta de su muerte, Edgar Allan Poe
nos ha dejado piezas blindadas contra el tiempo y la muerte.
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