A escasos meses de su regreso al país, Anabel
Torres, una de las poetas más destacadas en nuestro panorama nacional, concedió
en exclusiva una entrevista para el gaviero periódico literario.
El Gaviero: ¿Quien es Anabel torres, según ella misma? Desde la
historia de la literatura colombiana tenemos un referente, pero nos gustaría
saberlo por ella misma.
Anabel: soy una privilegiada porque me gusta escribir, ahora,
que no les guste a los demás lo que escribo, no es asunto mío…decir que me
gusta escribir no es lo mismo que decir; me gusta lo que escribo porque los que
somos palabreros nos ponemos muy serios con eso de la revisión, siente como
cuando se pone los patines cada vez que pone las palabras por primera vez sobre
una página.
El Gaviero: ¿a que edad empieza a escribir Anabel Torres?
Anabel:
podemos decir que me inicie primero como
lectora en Newyork, auque cuando llegué a esta ciudad había leído todo lo que
tenía, esta experiencia fue bonita por que se dio el encuentro con el idioma
ingles. En la escuela la profesora nos organizó una guía de lectura con libros
muy elementales, aprendíamos frases como mamá mima a tal o la pelota saltó.
Tres o cuatro palabras en una página. Eso por un lado me exaspero por otro me dio una idea; yo ya
había leído a los hermanos Grimm, por ello no veía ningún avance. Por una
página solo pasaba una pelota, pero a la vez ese ejercicio me enseñó la cosa
plástica del poema, las palabras solas, si son poquitas como que respiran más. eso
me sirvió para empezar a escribir, auque en realidad yo escribía desde muy
pequeña, cuando todavía vivíamos en Medellín había escrito unos cuentos. Bueno
pero eso que me pasó en Estados Unidos fue muy positivo porque es como si me
hubieran dicho tome este idioma haga con él lo que quiera, eso no se rompe, fue
como si me soltaran en una guardería de esas de hoy en que los niños pueden
hacer lo que quieran y no les pasa nada, eso desde siempre se lo agradezco a
los gringos, por que el Español es una lengua solemne y lo que nos mata a
nosotros es esa solemnidad. Como que el riesgo no está permitido, ni está
permitida la imaginación, ni el juego. La literatura colombiana y no, solo la
poesía, adolece del humor y esa falta de humor riñe con el buen gusto. Porque a
nivel oral somos unos, pero ya cuando nos enfrentamos a un papel es como si nos
pusieran frenos. Esto tiene que ver más con la inseguridad, aunque por otro
lado está la vanidad. Es como si adoráramos la literatura, pero no lo
suficiente, no hay una relación de confianza porque cuando escribes, tienes que
ser diferente.
El Gaviero: pero nosotros sentimos
solemnidad en tu poesía. ¿Qué
piensas?
Anabel: ¡que horror!
El Gaviero: definamos entonces solemnidad
Anabel: lo solemne no es plástico, es como ponerse alrededor
de una muralla un frac tieso, algo que no va con el momento. Considero que
soy seria, meditativa o melancólica,
pero no solemne, lo solemne está desprovisto de lo espontáneo, toda solemnidad
en poesía es falsa. Solemne sería cuando a tu hijo que se está graduando le dan
un diplomita, esa imagen tan trillada, para vos es verdaderamente solemne. Hay muchos que ponen
cascaritas, trampas y ganan con eso, pienso que lo verdaderamente importante a
este nivel son las trampas que uno mismo se pone, nadie puede tendernos una
trampa tan enorme como la que nosotros mismos nos pondríamos. Lo verdaderamente
poético no es y no puede ser solemne, si es solemne no existe.
El Gaviero: ¿la escritura de poesía es una catarsis, es decir posibilita sacar esos
demonios que nos ahogan?
Anabel: la poesía es algo que entra en uno y luego hace como
cosquillas, no es un desahogo. Es algo que te toca, que te roza. De vez
encunado es inevitable escribir, pero esos momentos son extraños, como eso que
llamamos inspiración, pero yo ahora escribo diferente, como si hiciera fotos,
ya no tanto desde la inspiración, es una sensación más visual, como tomar fotos
al aire, como tomar fotos de lugares que pasan. Un poco como poner a rodar la
cámara, pero no algo mecanicista, es una concatenación del allá con el acá
El Gaviero: Vingestein
dice que los lenguajes se agotan. ¿Qué piensa al respecto?
Anabel: el lenguaje propio debe morir un par de veces en la
vida y volver a nacer o si no pues no es propio. Es como los hijos que no son
nuestros. Es muy fácil encontrar el len guaje en el que uno está cómodo y en cambio
hay otros que sentimos que ya recorrimos
un camino y es como si volviéramos de vuelta. No puedo desconocer que haya
trucos, el escribir es también un oficio.
El Gaviero: de
esos ocho libros que has escrito a partir de 1974, cuando te ganaste un premio con
la universidad de Nariño ¿qué
diferencia hay entre títulos como Casi
poesía, poemas de guerra y agua herida en relación a los de ahora?
Anabel: pienso que no es asunto mío, eso dejémoselo a los
críticos, por lo pronto te digo que considero mis libros mas literarios, las bocas del amor y la mujer del
esquimal.
El Gaviero: ¿su vida fuera del país como ha sido?
Anabel: he estado viviendo fuera del país por más de veinte
años. En Holanda un poco, otro en Londres, luego creí que estaba en España,
pero no, estaba era en Cataluña. Los últimos cuatro años se han reafirmado
tanto que ya están clavados en el piso con el catalanismo.
El Gaviero: ¿pero, usted
vivió la infancia en Newyork?
Anabel: si, pero yo estaba hablando de la segunda ida. Yo digo
que me críe en Newyork, porque allí fue donde en realidad salió el mundo. Aquí
en Colombia, mi padre no me quiso entrar a estudiar porque de haberlo hecho,
habría sido con monjas y el no me quería hacer eso, no es por ofender a las
monjas. Sin embargo estuve encerrada en casa con una profesora privada que me
daba clases, por eso aprendí a leer desde los cinco años. Nuestra familia no es
católica, nos ha parecido perniciosa la educación moralista. De todas maneras
hay ética en cada vida y en cada padre.
El Gaviero: ¿En ese ir y venir ha sentido desarraigo?
Anabel: cuando me sentí miope y no sabía que era miope. Mi
familia no se dio cuenta, ese es precisamente mi primer desarraigo, con el
mundo físico y como a los nueve años lo descubrieron y me pusieron unas gafas. Vi entonces que esa
mancha tenía bordes y forma, que había piedritas en el andén. Ya no me sentía
nadando bajo el agua, por eso yo no me sentía tanto de esa tierra que no veía
bien y cuando por casualidad llegué a esa tierra en la que si pude ver, yo no
era de ahí.
Algo que
siempre agradeceré desde entonces es el haber compartido con gente pobre. Lo
más importante es que uno aprende las cosas de la vida de verdad, las canciones y todo lo demás. Por
ese entonces recuerdo que me decían cuatro ojos. Me olvidé que no veía y desde
entonces siempre he tenido una mirada que no se cansa de ver el mundo, parece
que me quedó ese asombro por el ver y de ahí viene talvez lo de la poesía. El
desarraigo es fundamental para que una persona escriba, porque el escribir
surge cuando una persona no se haya.
Otra
experiencia de desarraigo fue cuando regresé a Medellín y mi madre comenzó con
su enfermedad mental, siento en esto un gran desarraigo y lo menciono porque ahora que tengo sesenta
años tengo amigas y he conocido gente que está dizque loca. Es tan difícil
lidiar con un familiar que padezca enfermedad mental, te pone bastante raro,
claro que, en mi caso, la rara era ella, pero yo me sentía rara, aunque según
el contexto la enfermedad mental se puede aminorar o aumentar.
El Gaviero: como ves eso de masificar la poesía
Anabel: por más que parezca que se le masifica no es así, no
todos los que están en esos eventos de poesía no están allí. Por otro lado, me
ha causado asombro es que hay mucho poeta y lo que pasa es que no saben
escribir, es algo que siempre me ha fascinado, ahora menos que hace un tiempo.
Me he preguntado, carajo estos que
escriben poemas tan malos, pero les habita un alma grande, un alma de poeta.
Uno los ve bregar y bregar, a los veinte años han aprendido el truco y otros
siguen escribiendo mal, yo me digo para mi este es un poeta, con esas ganas que
tiene de escribir. En esa búsqueda hay una fiesta en la palabra.
El Gaviero: ahora que hablabas del idioma ingles, cuéntanos un poco de ese oficio que es
la traducción.
Anabel: es muy similar a la fase de creación, pero es
necesario hacerse muy neutro, desmontarse del ego y permitir que a través de
uno hable ese otro ser, como un medium. Nunca he visto una persona que sea
capaz de desmontarse el ego. Es ahí
donde podemos encontrar la novedad, la creatividad que tampoco nos está
visitando todos los días. El verdadero y admirable oficio de traductor es todo
esto y además adentrarse en esa obra de la otra persona y verter eso que te
gusta pero a la vez te exige. Yo hubiera sido buena traductora de literatura,
porque fue un oficio que no atiné cuando aún estaba joven, pero me dedique a
otro tipo de traducciones con las cuales, en parte me he podido ganar la vida.
No es que no sean buenas, pero eso no era lo mío. Esto tiene que ver con las excusas
normales que uno tiene; atender a los hijos, cuidar la familia y nadie te paga
por traducir novelas y que a la larga no son válidas, pues si uno tiene una
verdadera fiebre por la literatura y tres idiomas a su disposición. Actualmente
me gusta traducir poetas, hay menos poesía de la nuestra traducida al ingles,
que de allá para acá. He traducido a Aurelio Arturo, tengo un borrador de Morada
al sur. He traducido a Meira del Mar y he estado escribiendo a cerca de ella,
mi sueño era escribir un libro sobre Meira y completarlo con una antología de
su obra, pensaba llevarlo a Colcultura para concursar por una beca, pero Meira murió
esta semana y no aceptan proyectos con poetas
muertos.
El Gaviero: ¿que piensa del nadaismo, hoy cincuenta años después?
Anabel: da es
tristeza que celebremos cincuenta años del nadaismo, como si a partir de ellos
nadie se hubiera portado mal, creativamente mal.
El Gaviero: pero
hay algo mucho peor, el neonadaismo, el neonadaismo un movimiento que están
tratando de montar buscando el amparo oficial.
Anabel: mucho
peor, pero hablemos del nadaismo, ellos tienen unos poetas que me gustan; Jaime
Jaramillo, Darío Lemos, Jota Mario. Si bien es cierto que es preocupante
celebrar cincuenta años del nadaismo, no debemos ser absolutamente despectivos,
debemos situarnos históricamente. Para el año sesenta y dos esto era una
parroquia, para mi era impresionante vestirse de negro y salir a una procesión.
Yo era apenas una niña de trece años que se ponía unos shorts, pero era
terrible porque me miraban los hombres de una manera muy fastidiosa. Eso me
asustaba, no podría explicar lo que sería crecer así.
El Gaviero: háblanos
un poco de acuarimántima. ¿Como fuiste a dar allí además como la única mujer
del grupo?
Anabel: es algo como decir “toquenismo” en ingles, una cosa
simbólica, pues ellos querían dar a entender que estaban equilibrando la cosa,
que si había una equidad de género. No estoy diciendo que me usaran. Yo tenía
otros atributos; sabía escribir bien, traducía, tenía buena poesía. Mi
participación allí fue muy satelital.
El Gaviero: el
tiempo, por un lado es el dador de cierta sabiduría y por el otro es el
inevitable cronos que nos acaba sin
piedad. ¿Que piensas de esto?.
Anabel: la literatura es un eterno presente. El logro que está
ahí es en presente. La literatura es superior a la escritura. Hay que pensar en
el tiempo como en un taxímetro que siempre está marcando y no para de hacerlo.
Hace unos años yo me sentía como a las tres de la tarde. Hoy siento que me
queda una hora de luz.
El Gaviero: respecto a la poesía filosófica.
Anabel: son dos conceptos muy distintos. La filosofía es más seria,
más de argumentos. El poema es más desinteresado, más relajado. El poema no
convence, al menos no busca hacerlo. Si puede ilumina si no, no y listo. La
poesía es magia.
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