I
En el valle
profundo y oscuro
de huesos
blanqueados por la lluvia,
por dientes de
ratas que escarban la tierra,
vaga la
muchedumbre de ruidosos y vacíos
por calles y
parques de ciudades que se oxidan,
solos en el
hastío y en su raquitismo interior.
II
Somos los
hombres de la impostura,
esqueletos sin
médula
de inquietudes
espirituales y humanas.
Como ratones
en muchedumbre
salimos a
consumir el queso, el cebo y la trampa,
encantados por
la música ilusoria del flautista
al que
seguimos por entre imágenes que se repiten en tiendas.
III
Bajo este
cielo de moneda rutilante
camina la
horda embelesada
que trocó la
parábola del talento
por el tráfago
sin horizonte.
Alejándose de
sí mismos,
de cuanto
puede haber de divino.
Por eso sus
días y noches de vigilia
son largas y
llenas de tedio,
saben que
inútil es el combate,
como inútil es
el tormento del ánimo.
IV
La utopía de
la producción de bienes
aplastó la
conservación de las abejas y las flores.
V
Muchas
palabras discurren por la pantalla
para
entretenerte y acercarte al tedio,
te obligan a
dirigirte a la ventana,
a tomarte el rostro entre las
manos.
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