miércoles, 18 de diciembre de 2013

El Gaviero Periódico Literario_ Editorial Edición Nro. 3_2009_ Escupiendo monstruos…

Como un homenaje, a Edgar Poe en su natalicio y a su magnífica obra.

Obra que abarca diversos géneros, que van desde la poesía, el cuento y la crítica. Porque pocos como Poe comprendieron, que una de las causas principales para el desarrollo de las grandes civilizaciones, pueblos, sociedades, la familia y el individuo mismo se deben a la crítica y sus diversas manifestaciones como motor de empuje.

Desde el ágora misma, lugar en donde se debatían las más disímiles opiniones e ideas, lo que permitía finalmente crear valores intelectuales y espirituales, fundidos por el talento y la inteligencia, y cuya luz se levanta y esparce como un enorme faro que aún parpadea hasta nuestros días, pero para infortunio nuestro, ya de forma débil y apagante en su reflejo.

Grecia y algunos países, entre ellos el de Poe, alcanzaron en su momento por la crítica su esplendor y desarrollo, que se hace manifiesta en sus obras y acciones. Un país empieza a trasegar en su decadencia, pierde su brújula y se vuelve veleta, cuando empiezan a escasear los buenos críticos en política, periodismo, literatura y cultura en general.

Cuando no se puede debatir o contravenir las opiniones, porque los poderes autocráticos lo impiden, imponiendo eso sí, el unanimismo, de un sector que acalla, intimida y desaparece físicamente a quien lo haga, se entra en un marasmo, en una inercia, en un fanatismo de la locura, de la sinrazón, que quiere por todos los medios acallar las discrepancias.

Entre las pesadillas de Poe, y las atrocidades de este país; las primeras son caminos reveladores para conocernos a nosotros mismos; las otras en cambio, son siniestras, crueles y sanguinarias. Carentes de razón, sentimiento y humanismo.

EDGAR ALLAN POE, escritor norteamericano. Nacido en Boston, en 1809; muerto en Nueva York, en 1849. Huérfano a muy temprana edad (su difunta madre, una bella actriz, quien solía actuar generalmente en Ofelia y Cordelia, de Shakespeare, dejaría de forma atávica en su hijo, en los confines de su sangre, las asperezas del alcohol y el asombro por la poesía y sus múltiples variables).

El futuro y extraño escritor, de aspecto elegante y bello, de frente ancha, de labios contraídos, de ojos claros y profundos, sería adoptado por un rico comerciante, el señor John Allan, de quien derivaría su nombre.


Esto le permitiría tener la fortuna (o quizá fue un orden secreto) de adquirir una vasta formación. Vivió, estudió y viajó por Europa. A su regreso a los Estados Unidos ingresaría a la universidad de Virginia. Se equivocan quienes dicen que Allan Poe es sólo un escritor para jóvenes.


Aparte de ser el iniciador del género policiaco en obras como La Carta Robada y El Doble Asesinato de la Calle Morgue, su obra rema por las aguas de lo sobrenatural, del terror y de lo metafísico a través no de la escueta razón, sino de la intuición, que para él es la categoría más elevada para expandir conciencia, el carácter más profundo y creativo para ascender a promontorios más altos en donde se puede mirar y nombrar por medio de la imaginación, que en últimas es el espejo que ahonda y revela en el mundo interior. En el mundo de las sombras.


Fue un ser angustiado, con sus nervios lacerados, y el delírium tremens producido por el alcohol. Divagaba perdido por parajes y lugares desconocidos. Al despertar somnoliento y vaporoso, se encontraba en otro condado o ciudad diferente en la cual su memoria no podía hilar el tiempo y el espacio transcurrido.


Desempeñó el extraño oficio, no de creador de pesadillas, sino de quien tuvo la presencia para ponerlas en orden y clasificarlas, en una sarta, en una espiral que se repite infinita.

 A doscientos años de su nacimiento y ciento sesenta de su muerte, Edgar Allan Poe nos ha dejado piezas blindadas contra el tiempo y la muerte.

Comité editorial

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