Poesía
La sabiduría de una niña de catorce
años
Andrea Lucía
Bohórquez Pupo
Estudiante de
noveno grado de un colegio público de Medellín.
El espejismo de la humanidad
En la vasta
sombra de la mente errante, se despliega un teatro de absurdos actos, donde el
hombre, creyéndose gigante, es apenas eco de sus propios pactos.
Con furia
insensata y ciega ambición, arrasamos bosques, ensuciamos mares, ignoramos el
llanto, el dolor, la canción de la Tierra herida y sus viejos altares.
Construimos
murallas, alzamos fronteras, en nombre de dioses de oro y papel, y en guerras
sin causa, borramos banderas, desgarrando el alma y manchando nuestra piel.
El saber lo
estamos olvidando en cada pantalla, navegando en mares de superficialidad, la
verdad se distorsiona, la mentira estalla, y se pierde el valor de la
sinceridad.
¿Qué dirán los
niños, herederos de un mundo donde la codicia es norma y virtud? Les dejamos un
legado absurdo y profundo, un futuro oscuro sin fe ni salud.
Despertemos
ahora antes del abismo, rescatemos la esencia, el amor, la razón, que la vida
es más que este fatal espejismo, y donde la llave está en nuestro propio
corazón...
Ecos del alma profunda...
En la penumbra
donde el alma se esconde, donde los días se tornan grises y mudos, surgen
susurros que nadie responde, ecos de la melancolía en mares oscuros.
El viento
lleva consigo lamentos viejos, canciones tristes de tiempos idos, y el corazón,
en sus latidos lentos, busca consuelo en sus sueños perdidos.
Las estrellas
parecen lágrimas en el cielo, testigos mudos de un dolor profundo, y la luna,
con su rostro de hielo, contempla el abismo que envuelve al mundo.
Las sombras se
alargan en la fría noche, abrazando el espíritu en su soledad, y cada suspiro
es un tenue reproche, un eco más de la melancolía y su verdad.
El silencio
grita con voz ensordecedora, llenando el vacío con su amarga canción, y el
alma, en su tristeza abrumadora, se pierde en un mar de desolación.
Las lágrimas
caen como lluvia sagrada, dibujando ríos en un rostro marchito, y el tiempo,
con su marcha callada, deja huellas de un dolor infinito.
Cada amanecer
es un combate arduo, una lucha contra la sombra interna, y el alma, en su
fragilidad y desamparo, busca un rayo de luz en su caverna.
Pero en medio
de la noche más oscura, donde la esperanza parece ausente, hay una chispa de
luz, pequeña y pura, que susurra al corazón que aún es valiente.
Porque en la
tristeza se encuentra la fuerza, en el dolor, la semilla de la redención, y
aunque el alma sienta que perece, siempre hay un resquicio para la sanación.
Así, en cada
lágrima y en cada suspiro, en cada sombra que el alma enfrenta, hay una
lección, un motivo, para seguir, aunque la tristeza aprieta.
Pues en los
ecos de la melancolía, resuena también una canción de esperanza, y el alma,
aunque perdida, algún día, hallará en la oscuridad su balanza.
Y así, con
cada amanecer nuevo, el corazón, aunque herido, sigue, porque en el duelo y en
el miedo, nace una fuerza que no se rinde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario