Los centenarios
Estamos invitados en este recorrido del
2024 a recordar, releer y volver a interiorizar dos grandes celebraciones: el
centenario de la muerte de Franz Kafka y los cien años de la primera edición de
La vorágine, de José Eustasio Rivera.
En el Callejón de Oro en Praga, República
Checa, Kafka escribió sus mejores obras. Entre ellas está la novela El
castillo. El nombre lo sacó del Castillo de Praga, ubicado en dicha calle. Hoy
el edificio se ha convertido en una tienda de libros y otros artículos
emblemáticos de este gran escritor y ser humano. Kafka murió hace cien años
cerca de Viena. Millones de lectores de todo el mundo se sienten identificados
por las inexplicables historias y textos que tocan nuestras preocupaciones más profundas.
Los estudiosos de Kafka discuten sobre cómo interpretarlo; algunos dialogan
sobre la posible influencia de algún pensamiento político antiburocrático, de
una espiritualidad propia o de una reivindicación de su minoría etnocultural;
mientras otros se fijan en el contenido psicológico de sus obras.
En El castillo se ve la influencia de la
autoridad de su padre el que, no solo, generó mucha desesperanza en el día a
día de Franz Kafka, sino que inspiró las aventuras de los personajes en sus
cuentos, novelas y relatos cortos, en los que se ve, también, la influencia de
escritores como Gabriel Garcia Márquez, Jean-Paul Sartre, Albert Camus y Jorge
Luis Borges.
Hay una historia con el autor, que es de
una enseñanza profunda en estos momentos de caos y desesperanza, cuando se
encontraba paseando por el parque Steglitz, en Berlín, se encontró con una
niña, que lloraba desconsoladamente porque acababa de perder su muñeca. El
escritor, con el fin de calmar el llanto de la niña y como no sabía qué
decirle, se inventó la historia que ha inspirado a Jordi Sierra i Fabra su
libro Kafka y la muñeca viajera.
Kafka le dijo a la niña que su muñeca no
se había perdido, sino que se había marchado de viaje y que él, que era cartero
de muñecas, le llevaría al día siguiente una carta que, con toda seguridad, su
muñeca le escribiría. De ese modo, empezó la historia que llevó al genial
escritor a escribir cada día, durante tres semanas, una carta que él mismo leía
a aquella niña.
Nunca se ha sabido el nombre de aquella
niña ni nadie ha leído aquellas cartas, ni nadie tampoco ha sabido explicar la
razón por la que Kafka inventó aquella historia y, sobre todo, por qué la
mantuvo viva durante tantos días. En aquellas cartas, el escritor ponía en boca
de la muñeca, que se había «perdido», aventuras, peripecias o vivencias que
ella misma protagonizaba por diversos lugares del mundo (París, Venecia, el
Nilo), de modo que la niña pudiera calmar la ausencia de su juguete.
Como nunca hemos sabido a ciencia cierta
si la literatura, la poesía, el ensayo y, en algunos casos el periodismo, son
un asunto de vocación o de oficio. La vorágine, de José Eustasio Rivera, en su
cien años, nos recuerda la Colombia oculta polarizada, clasista, excluyente,
arribista y sanguinaria. La vorágine es la gran novela de la selva amazónica
más reeditada en la historia de la literatura nacional e hispanoamericana. En
ella se trata de manera singular el tema de la violencia de ayer y confrontada
con la de hoy con el desplazamiento, la violencia, el sometimiento, como hace
cien años. Releer La vorágine es mirarnos como sociedad y concluir que todo
continua igual. Colombia es el segundo país con más homicidios en América del
sur; con violencia basada en género, representado en feminicidios, violencia
sexual y violencia de pareja y una violencia política y de territorios.
La vorágine es una carta de Arturo Cova y
comienza con el famoso «Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna jugué
mi corazón al azar y me lo ganó la violencia». En esta extensa epístola se
muestra la Colombia de hoy y es la Colombia de los últimos cien años. Abrimos
las páginas de nuestro periódico, como una esperanza y una crítica al momento
actual. Seguimos atravesando momentos difíciles, posturas radicales e intereses
individualistas. Por lo que deseamos que sea la literatura ese espacio y la convicción
para volver a recupera el humanismo con Kafka y desde la poesía de Eustasio
Rivera contemplar cada momento con alas de seda.
Persiguiendo el perfume de risueño retiro,
la fugaz mariposa por el monte revuela,
y en esos aires enciende sutilísima estela
con sus pétalos tenues de cambiante zafiro.
En la ronda versátil de su trémulo giro
esclarece las grutas como azul lentejuela;
y al flotar en la lumbre que en los ámbitos riela,
vibra el sol y en la brisa se
difunde un suspiro.
(...).
(Fragmento. Poema XIII. José
Eustasio Rivera).
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