Inclusión
Confieso que estaba más nerviosa que ellos. Me preocupaba todo, desde mi atuendo hasta cómo hablar, si mirar o no a la intérprete y si mi lenguaje corporal iba a ser el correcto. Busqué algunas indicaciones en la web, y aunque no dormí bien y tuve que discutir con el despertador por miedo a afrontar el camino que me dibujaba el destino, logré llegar con taquicardia y desubicada a las instalaciones del Sena, a pesar de que mi anfitrión me había indicado que era en el quinto piso de la torre sur, primero me subí en el ascensor de la torre norte sin darme cuenta de que había una fila detrás de mí que había llegado primero y que estaba esperando su turno. La torre sur, me asustó. Debía subir por las escaleras y dejar atrás las cafeterías donde otros alumnos reían con complacencia. Cuando llegué, Pepo me dio la bienvenida y me llevó al salón donde más de quince alumnos me esperaban. Era la primera vez que me dirigía a una población sorda y sabía con antelación que querían que les hablará de Ciento Uno y me cercanía con el capítulo siete de la obra: Muerte ¿suicidio? Tuve dos intérpretes, Jackelin y Alejandra y aunque los muchachos no habían leído la obra querían conocer mi experiencia y estaban ávidos con preguntas.
Les conté de mis hospitalizaciones, de la vez que me volé, de la vez que lo intenté, de lo que se siente ser un suicida frustrado, de lo importante que es el arte, el seguir el tratamiento, hacer deporte, compartir con los seres queridos. Supe entonces que eran felices en el Sena porque estaban con jóvenes como ellos y que al partir a casa se sentían incomprendidos y se refugiaban en sus pantallas hasta altas horas de la noche porque a sus padres no les interesó aprender su lenguaje.
Me traje muchos rostros. Muchas sonrisas. Mucho asombro y sí, muchos aplausos con sus manos agitándose hacia arriba agradeciendo mi tiempo y mi experiencia.
https://alavelocidaddelasnubes.blogspot.com/2025/10/inclusion.html

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