La literatura no sirve para nada
Faber Cuervo
Lo que voy a decir no
tiene vuelta de ojo, es más fácil que brote leche de cabra de un cultivo de
fresas a que yo me retracte de lo que demostraré: La literatura no sirve para
nada. Solo enseña tonterías y necedades, lo único que contienen todas esas toneladas
de papel impreso, fruto de la desocupación y la falta de oficio de gente
improductiva. Definitivamente, la literatura apenas produce majaderías y
simplezas como estas:
1. Nos enseña a no aburrirnos.
2. Nos lleva a enamorarnos de la vida.
3. Nos hace soñar despiertos.
4. Nos enseña a hablar y pensar correctamente.
5. Nos genera ideas.
6. Nos entrena en el observar y el escuchar con atención.
7. Nos persuade en lo maravilloso que es tener un cuerpo,
manos, pies, ojos, boca, nariz.
8. Nos motiva a asombrarnos de lo que acaece.
9. Nos abre a la empatía.
10. Nos enseña a amar.
11. Nos despierta al sexo.
12. Nos incita a imaginar.
13. Nos reta a buscar la singularidad.
14. Nos alienta a reprogramar nuestras
existencias.
15. Nos enriquece el inconsciente.
16. Nos activa la memoria celular.
17. Nos lleva a conocernos a nosotros mismos.
18. Nos induce a reconocer a los otros.
19. Nos hace humanos, más humanos.
20. Nos exhorta al buen vivir.
21. Nos interroga lo que somos.
22. Nos ilumina el horizonte.
23. Nos ayuda a cambiar la manera de ver el
mundo.
24. Nos hace detener para sentir pensando y
pensar sintiendo.
25. Nos desata el sentimiento, la
sensibilidad y el pensamiento.
26. Nos muestra qué tanto damos la espalda al
deseo.
27. Nos enseña a esforzarnos, luchar y
arriesgar.
28. Nos ayuda a encontrar nuevas respuestas a
las preguntas: ¿para qué vivo?, ¿Cuáles son mis imperativos?, ¿Cuál es mi obra
de teatro en la sociedad?
29. Nos introduce en el camino de la verdad
personal.
30. Nos muestra otros niveles de la realidad
que corresponden a la ficción y la fantasía.
Hay otras 50 boberías que
enseña la literatura, pero no insistiré en convencerlos de algo tan evidente.
Mejor, miremos algunas de estas insensateces en detalle:
1. La literatura nos enseña a amar. Desde la antigüedad, una
gran cantidad de poetas y escritores se ha dedicado a escribir sobre el arte de
amar. Orlando, el furioso, amó locamente a Angélica quien lo inspiró en su
lucha contra los sarracenos. El Quijote emprendió su cadena de aventuras por
amor digno a su propia vida desahuciada y a la de una tal Dulcinea del Toboso,
hasta trepar a la lucidez del delirio y la locura cuerda. El cuento El canario,
de Katherine Mansfield es la historia de una mujer que huye de la soledad
amando un canario. «Quizá en este mundo no importa mucho lo que uno quiere,
pero hay que querer algo», dice su protagonista. El viejo no sería nada si no
fuera por el mar, eran pareja. Guy de Maupassant insiste en la necesidad de
festejar los cuerpos. Su cuento La felicidad perdida es un crudo testimonio de
la frustración de un hombre que en edad tardía se lamenta porque en su pecho
nunca reposó una cabeza femenina.
2. La literatura nos alienta a imaginar. La imaginación es
quizás el único territorio donde podemos estar libres. Ella nos libera de las
ataduras de la razón que crea monstruos, de la lógica y lo recto que niega lo
curvo. ¿Por qué nos gusta Alicia en el país de las maravillas, Harry Potter o
los cuentos de Asimov? Autores y lectores nos convertimos en demiurgos y
arañamos la divinidad cuando flotamos en las atmósferas de universos fabulados.
3. La literatura nos lleva a conocernos a nosotros mismos.
Gracias a la literatura rusa y a la tragedia griega, Freud construyó el
psicoanálisis. Los conceptos del complejo de culpa y el parricidio fueron
extraídos de las novelas de Dostoievski. El complejo de Edipo y el de Electra
nacieron de la lectura de la tragedia. Shakespeare nos ayuda a vernos cuando
nos sumerge en el alma humana, en sus pasiones, virtudes y miserias. Al leer la
vida de otros, por efecto espejo, nos conocemos a nosotros mismos.
4. La literatura nos induce a reconocer a los otros, a entender
que el otro no existe, pues el otro soy yo. Ella es fuente de tolerancia. Nos
dice que un hombre es todos los hombres pues cargamos la protohistoria, la
prehistoria y la historia. Somos el antiguo primate, el neandertal, el
Cromañón, el homínido, el homo sapiens. Somos, también, Babilonia, el antiguo
Egipto, Grecia esplendorosa, persas, otomanos, europeos, americanos. Y somos
todos los que habitan el presente con sus diarias batallas y esperanzas. En la
lectura nos fundimos con los protagonistas, nos sensibilizamos con sus
aventuras y vivencias. La literatura nos hace seres universales, nos hermana
inclusive con criaturas no humanas como la ballena Moby Dick, como el perro
Buck, de El llamado de la selva, como La tortuga gigante, de Horacio Quiroga.
5. La literatura nos hace humanos, más humanos, al tomar
distancia de los comportamientos animales mecánicos, repetitivos y de mera
sobrevivencia. Al salir del esquema de «dormir-buscar-comida-copular-ir al
baño-volver a dormir». Al asumir una ética y una política porque sin ética
(cuidado de sí) y sin política (cuidado de los otros) no se puede acceder a la
dimensión humana.
6. La literatura nos exhorta a vivir mejor, a gastarnos
gozosamente entre la desgracia y la felicidad, entre la pasión y la virtud. La
vida es ganar y perder, es un descenso y un ascenso. Es comedia y tragedia.
¿Quién puede salirse de la comedia humana? Ni Bartleby, ni el Dr. Mathurin lo
lograron. Bartleby, el escribiente (Hermann Melville), no quiere vivir pues
vivir es hacer, y Bartleby nada quiere hacer, y siempre responderá a cualquier
propuesta «preferiría no hacerlo». En Los funerales del Dr. Mathurin
(Flaubert), un hombre vive en una perpetua bacanal para resistirse a las
contingencias de la vida. Ambos personajes nos cuestionan sobre qué es vivir
bien, ¿cómo se puede ser feliz sin luchar?, ¿sin una causa?, ¿sin un sentido?
7. La literatura nos ayuda a renovar la mirada sobre la vida.
Ayuda a redescubrir y renombrar las cosas del mundo. Por las palabras entran
todos los seres y objetos a nuestra habitación de lectura. Walt Whitman y
Vicente Huidobro no aceptaron el mundo que les relató la cultura establecida,
ellos se dieron a la tarea de reinventarlo desde su propia intuición, creación
y mirada.
8. La literatura nos fortalece para superar miedos. Una
terapéutica literaria nos podría recetar píldoras de letras así: Para
liberarnos del temor al envejecimiento, leamos El retrato de Dorian Gray. Para
tratar el temor a la enfermedad, leer La montaña mágica o Memorias de Adriano.
Para disolver el temor a ser estúpido leamos cualquier libro de Moliere. Para
superar el temor al deseo, leamos Las mil y una noches. Para que no suframos al
perder lo que no puede durar, leamos a Sartre. Para zafarnos de ese temor a no
ser un buen patriota o de haber perdido los grandes ideales, leamos El hombre
sin atributos.
En síntesis, la
literatura es un medio para asumir nuestra propia vida, nuestros propios
ideales, retos, elaboración del deseo y la falta. La literatura no reemplaza la
vida. Nos pone unos ojos nuevos para ver el mundo. No nos lleva a matar el
tiempo, sino a pensar la vida. Ella no es para saber más y jactarnos de ello;
nos enseña a vivir mejor. La literatura no sirve para nada, pero recordemos la
lógica simbólica, una doble negación equivale a una afirmación.
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