sábado, 17 de julio de 2010

¿CUAL ES ESA MANO INVISIBLE DETRÁS DE LOS CONCURSOS OFICIALES EN MEDELLIN?

CUAL ES ESA MANO INVISIBLE


DETRÁS DE LOS CONCURSOS

OFICIALES EN MEDELLIN?



“En Colombia todo empieza y termina con un robo”.

Carlos Mario Garcés



Medellín se puede equiparar con Colombia, en donde la corrupción y la cosa robada permea y se filtra en todos los estamentos. Ni siquiera la cultura, y mucho menos la poesía, misteriosa y bella como una diosa blanca ha podido escapar a los designios de la mano invisible que todo lo paña.

Pero para empezar a dilucidar quién es esa mano invisible que determina el veredicto final en dichas convocatorias oficiales de poesía y cultura, sírvanos a manera de ejemplo y comparación una anécdota de Charlie Chaplin y otra de García Márquez sobre el dudoso tema de los concursos literarios o artísticos, y porque al final la desazón y el malestar y cierto olor a fraude.

Vayamos primero con la anécdota de Chaplin. Viajaba Chaplin en su vehículo en compañía de una amiga, por los alrededores de Londres, cuando leyó en un aviso sobre un concurso de imitadores de Charlie Chaplin. De inmediato Chaplin sonrió y le manifestó a su amiga entre risas, su deseo de participar. Y así lo hizo. El resultado final, y para sorpresa del mismo Chaplin y su amiga, fue un tercer lugar. Al final, Chaplin comprendería que el ganador era amigo del organizador del evento.

Algo similar le acaeció a García Márquez a comienzos de la década del sesenta, cuando uno de los organizadores de un famoso concurso literario le pidió que participara con una obra. Fácil deducir quien fue el ganador al final. La anécdota la contaría el mismo García Márquez años después, cuando pondría en tela de juicio los concursos literarios. Sin embargo, aquí no vamos a cometer la desfachatez de manifestar que todos los concursos están viciados, pero si más de los que creemos.

¿Y en cuanto a las convocatorias de Medellín? Algo raro pasa allí, algo cribado pasa allí, algo no claro pasa allí. Ya que siempre ganan los mismos. Me duele comparar como en años pasados cuando envié al concurso de becas mi libro La Casa de Resfa. No pasó nada con éste, en cambio la obra ganadora, hoy la leo y me parece un remedo de poesía. La inmensa mayoría de las obras de poesía en Medellín, parecen escritas por un mismo autor y aprobadas por un mismo jurado. En un tono intimista que no trasciende a un yo colectivo, y permanece sólo en un yo narcisista, que destila sólo cerebro. Si dentro de unas centurias un arqueólogo realizara en Medellín una excavación, y encontrara unas hojas sueltas de poemas, sólo a unos pocos identificaría por su tono, su estilo y personalidad. Se tiene estilo cuando se tiene personalidad. Por eso dejemos que sea el tiempo, máximo juez que separa la arcilla del oropel, el oro del cobre, el que determine quién es verdadero y quién es falso en poesía y en arte. Muchos falsos brillos van a caer. Contra esto no podrá ni siquiera mediar la mano invisible que hoy solapadamente mueve sus hilos detrás de los bastidores del poder.

Pero cómo se forma la mano invisible. Sencillo. En un organigrama que se distribuye en una célula mayor, el gobierno, del cual se desprenden celulitas medianas como los ministerios, gobernaciones y alcaldías, de las cuales a su vez se desprenden celulitas menores como las secretarías de Gobierno, Salud, Educación y cultura para mencionar sólo algunas de ellas, y las cuales se cohesionan en intereses individuales y de grupo en los cuales unos y otros se reconocen y se privilegian porque hacen parte de un circuito. Como le prometí a mi madre que no emplearía un lenguaje belicoso para no sumarle a la violencia más violencia. Entonces no diré cartel, mafia o trust. Diré simplemente cofradía, asociación o club de amigos.

Y es precisamente ese club de amigos el que quiere vender a Medellín ante el mundo como ciudad cultural y para ello parten de un axioma mercantilista: lo que se venda desarróllelo, y lo que no se venda no lo desarrolle. Por lo tanto todo se reduce a una mercancía. De allí que este arte y eventos culturales sea un arte amoral, un arte de mercaderes, porque obedece no a beneficios estéticos y espirituales de hondo calado, sino a beneficios materiales (valga decir que el dinero no es perverso, lo perverso es su uso y finalidad). Muy fácil hacer eventos con artistas de afuera, poner edificios nuevos sobre bases viejas, porque allí no hay proceso sino resultados inmediatos y aparentes. Así cualquiera. Pero en cambio no se tiene en cuenta a los artistas de la ciudad y a los promotores culturales que caminan por la otra calzada, porque esto demanda un proceso, el cual en ultimas se encubre con paliativos y agüitas tibias de poca monta, impacto y desenlace.

Parafraseando a Lope de Vega: ellos son muy buenos poetas, no lo digo yo, lo dicen ellos.

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