miércoles, 10 de julio de 2019

Poemas de Ernesto Cardenal...

Muchachos de La Prensa

Muchachos que salían a diario fotografiados en La Prensa acostados
con los ojos entrecerrados, los labios entreabiertos
como si se estuvieran riendo, como si estuvieran gozando.
Los de la horrenda lista.
O bien salían serios en sus fotitos de carnet, de pasaporte,
tal vez profundamente serios.
Muchachos que aumentaban a diario la lista del horror.
Uno fue a dar una vuelta por el barrio
y lo hallaron tirado en un predio montoso.
O salió para el trabajo, de su casa del barrio San Judas,
y no volvió más.
El que salió a comprar una Coca Cola a la esquina.
El que salió a ver a su novia y no volvió.
O sacado de su casa
y llevado en un jeep militar que se hundió en la noche.
Y después encontrado en la morgue,
o a un lado de la carretera en la Cuesta del Plomo,
o en un basurero.
Con los brazos quebrados,
los ojos sacados, la lengua cortada, los genitales arrancados.
O simplemente nunca aparecieron.
Los llevados por la patrulla del “Macho Negro” o de “Cara e’ León”
Los amontonados en la costa del lago detrás del Teatro Darío.
Lo único que quedó a las mamás de sus físicos,
la mirada brillantes, la sonrisa, planas, en un papel.
Cartulinas que las mamás mostraban como un tesoro en La Prensa.
(La imagen grabada en las entrañas: en esa cartulinita chiquita).
El del pelambre despeinado.
El de los ojos de venado asustado.
Este risueño, picaresco.
La muchacha de mirada melancólica.
Uno de perfil. O con la cabeza ladeada.
Pensativo uno. Otro con la camisa abierta.
Otro con bucles. O con el pelo en la cara. Con boina.
Otro borroso sonriendo debajo de sus bigotes.
Con la corbata de graduación.
La chavala sonriendo con el ceño fruncido.
La chavala en la foto que andaría su novio.
El muchacho en pose en la foto que le daría a su novia.
De veinte, de veintidós, de diciocho, de diecisiete, de quince años.
Los jóvenes matados por ser jóvenes. Porque
tener entre los quince y los veinticinco años en Nicaragua era ilegal.
Y pareció que Nicaragua iba a quedar sin jóvenes.
Y después del triunfo hasta me sorprendí a veces, de pronto,
ante un joven que en una concentración me saludaba
(yo preguntándole en mi interior: “¿Y vos cómo escapaste?”)
Se les temió por jóvenes.
Ustedes los agarrados por la guardia. Los “amados de los dioses”.
Los griegos dijeron que los amados de los dioses mueren jóvenes.
Será, pienso yo, porque los siempre quedaron jóvenes.
Los otros podrán envejecer mucho pero para ellos
aquellos estarán siempre jóvenes y frescos,
la frente tersa, el pelo negro.
La romana de pelo rubio que murió quedó siempre rubia en el recuerdo.
Pero ustedes, digo yo, no son los que no envejecieron
porque quedaron jóvenes (efímeramente) en el recuerdo
de los que también morirían.
Ustedes estarán jóvenes porque siempre habrá jóvenes en Nicaragua
y los jóvenes de Nicaragua serán ya todos revolucionarios, por
las muertes de ustedes que fueron tantos, los matados a diario.
Ellos serán ustedes otra vez, en vidas siempre renovadas,
nuevos, como nuevo es cada amanecer.

Escuchá el poema:

De pronto suena en la noche una sirena

De pronto suena en la noche una sirena
de alarma, larga, larga,
el aullido lúgubre de la sirena
de incendio o de la ambulancia blanca de muerte,
como el grito de la cegua en la noche,
que se acerca y se acerca sobre las calles
y las casas y sube, sube, y baja
y crece, crece, baja y se aleja
creciendo y bajando.
No es incendio ni muerte:
Es Somoza que pasa.

Salmo 1

Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido ni
asiste a sus mítines
ni se sienta a la mesa con los gánsters
ni con los Generales en el Consejo de Guerra
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans
Será como un árbol plantado junto a una fuente.

Barricada

Fue una tarea de todos.
Los que se fueron sin besar a su mamá
para que nos supiera que se iban.
El que besó por última vez a su novia.
Y la que dejó los brazos de él para abrazar un Fal.
El que besó a la abuelita que hacía las veces de madre
y dijo que ya volvía, cogió la gorra, y no volvió.
Los que estuvieron años en la montaña. Años
en la clandestinidad, en las ciudades más peligrosas que la montaña.
Los que servían de correos en los senderos sombríos del norte,
o choferes en Managua, choferes de guerrilleros cada anochecer.
Los que compraban armas en el extranjero tratando con gánsters.
Los que montaban mítines en el extranjero con banderas y gritos
o pisaban la alfombra de la sala de audiencias de un presidente.
Los que asaltaban cuarteles al grito de Patria Libre o Morir.
El muchacho vigilante en la esquina de la calle liberada
con un pañuelo rojinegro en el rostro.
Los niños acarreando adoquines,
arrancando los adoquines de las calles
—que fueron un negocio de Somoza—
y acarreando adoquines y adoquines
para las barricadas del pueblo.
Las que llevaban café a los muchachos que estaban en las barricadas.
Los que hicieron las tareas importantes,
y los que hacían las menos importantes:
Esto fue una tarea de todos.
La verdad es que todos pusimos adoquines en la gran barricada.
Fue una tarea de todos. Fue el pueblo unido.
Y lo hicimos.

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Salmo 5

Escucha mis palabras oh Señor
Oye mis gemidos
Escucha mi protesta
Porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores
ni partidario de su política
ni te influencia la propaganda
ni estás en sociedad con el gángster.
No existe sinceridad en sus discursos
ni en sus declaraciones de prensa
Hablan de paz en sus discursos
mientras aumentan su producción de guerra
Hablan de paz en las Conferencias de Paz
y en secreto se preparan para la guerra
Sus radios mentirosos rugen toda la noche
Sus escritorios están llenos de planes criminales
y expedientes siniestros
Pero tú me salvarás de sus planes
Hablan con la boca de las ametralladoras
sus lenguas relucientes
son las bayonetas…
Castígalos oh Dios
malogra su política
confunde sus memorándums
impide sus programas
A la hora de la Sirena de Alarma
tú estarás conmigo
tú serás mi refugio el día de la Bomba
Al que no cree en la mentira de sus anuncios comerciales
ni en sus campañas publicitarias, ni en sus campañas políticas
tú lo bendices
lo rodeas con tu amor
como con tanques blindados.

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