El
fenómeno Rimbaut, quizá se ha repetido hasta el cansancio en nuestras letras.
Sin embargo, el caso de Surlay, es el de los más auténticos. Entre los
diecisiete y los veintitrés años escribió “A la espera de Nayan,” un libro, digno
de quien ha vivido hasta la suficiencia y está ávido de vida “He cometido todos
los pecados que he podido./recogiendo piedras/ asecho las cruces que amojonan
los caminos: un hombre estuvo acá muriendo,” Utilizando una expresión del niño
francés, este poeta tiene siempre los sentidos alterados, la suya es una poesía
pegada a su vida como suceso importante, con ella se nutre y de ella depende.
Fino,
cuidado, musical. Continuador, quizá sin proponérselo, de una tradición
poética.
Dejamos
al lector, sin más adjetivos, a solas con este aprendiz de brujo.
Mario Sánchez
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