| Ciro Mendía | |
|---|---|
| Información | |
| Nombre | Ciro Mendía |
| Fecha de nacimiento | 1892 |
| Nacionalidad | Colombiana |
| Ocupación | Poeta, Dramaturgo |
| País de nacimiento | República de Colombia |
| Ciudad de nacimiento | Caldas |
| País de fallecimiento | Colombia |
| Ciudad de fallecimiento | La Ceja |
| Fecha de fallecimiento | 04/10/1979 |
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Biografía
Poeta y dramaturgo antioqueño (Caldas, 1892 - La Ceja, 1979). Su nombre de pila era Carlos Edmundo Mejía Ángel. Nació en la pobreza más completa, porque su padre, el hombre más inteligente del pueblo, se fue contra la corriente fanática predicando ideas liberales. Por su lenguaje, ambientes, temas y personajes, Mendía es considerado uno de los iniciadores del teatro regionalista colombiano, en auge durante los años veinte. Los estrenos de sus obras registraban hasta siete llenos consecutivos, lo cual era un verdadero acontecimiento en la Medellín de la época. La prensa lo elogiaba como el Tomás Carrasquilla de la escena. De la comedia costumbrista que escribió en un comienzo, la dramaturgia de Mendía evolucionó luego hacia temáticas citadinas, que recreaban los conflictos de los campesinos en su adaptación a lo urbano.
En 1955, con Prometea desencadenada, inspirada en Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, incursionó en las técnicas del teatro moderno. Mendía llegó a publicar más de trece libros de poesía (“Qué te parece Narizón que me gustan más tus comedias que tus versos”, le decía su amigo Tomás Carrasquilla). Buena parte de su poesía inicial revela la influencia de Friedrich Nietzsche, leído fervientemente en Antioquia a comienzos de siglo. Sus poemas El hombre libre y Juan Rebeldía, evocan el deseo de emancipación espiritual que se lee en las predicaciones de Zaratustra. Así lo entendió Baldomero Sanín Cano, quien habló de Mendía como el caudillo eternamente joven de los inconformes.
Algunas obras
Irrevocablemente crítico, Mendía se sirvió de la sátira para referirse a todos los personajes de la sociedad, al cura, al político, incluso a sí mismo: “Era contradictorio, absurdo, aciago/y comulgó con ruedas de molino/ Su animal favorito fue el pollino/ y su santo dilecto era San Trago”. Fue colaborador de las revistas El Artista y Colombia, y del periódico El Espectador. Entre la extensa bibliografía de este autor figuran: Sor miseria (1919), En torno a la poesía popular (1926), El libro sin nombre (1929), Escuadrilla de poemas (1938), Farol sin calle (1957), Caballito de siete colores (1968), Fin de fiesta (1972), Teatro completo (1986) y La golondrina de cristal (1992). Murió ciego, en la más absoluta pobreza, como había nacido. Jaime Jaramillo Escobar escribió un poema recriminando a ese Medellín pedestre que permitió la miseria terminal de Ciro Mendía.
John Jairo Galán
Fuente:https://enciclopedia.banrepcultural.org/index.php?title=Ciro_Mend%C3%ADa
CIRO DE MEDELLÍN
Cuando le conocí,
El maestro Ciro Mendía estaba completamente ciego,
Y se veía obligado a depender de personas que le robaban a cambio de la más mínima caridad.
El maestro Ciro Mendía, que había escrito tan jocundos versos,
Estaba en ese año de 1978 sin un plato en qué comer,
Pero tampoco tenía qué comer ni comía.
Tomaba aguardiente a pico de botella con cáscaras blancas de limón,
Y se arrastraba hasta el andén para rogar a algún transeúnte apresurado
Que le tomara al dictado los versos que había compuesto durante el día de insomnio,
Pero nadie tenía tiempo para ocuparse de semejante cosa,
Y el poeta repetía sus versos hasta que se le olvidaban.
Le habían hecho completamente a un lado por sus ideas “de izquierda”,
Que nunca supo lo que hacía su derecha,
Porque la mano izquierda es analfabeta.
En ese Medellín pedestre que frente al mundo tiene una sola pregunta: “¿Cuánto vale?”
Y una sola respuesta: “¿Cuánto me rebaja?”,
Ciro Mendía tenía el orgullo y la dignidad y la nobleza de la vieja raza,
Y en la práctica había dejado de ser antioqueño, pues nunca me preguntó “¿Cuánto le debo por su abrazo?”, “¿Cuánto me paga por el mío?”
–“Aquí tiene un abrazo gratis, le deseo suerte, caballero, y le encimo esta mano huesuda que ya no me sirve para nada”.
Cuando le dieron el “Hacha de Antioquia”,
(esa hachita dorada, un bibelot),
Él la recibió y permaneció en silencio.
Cuando todos los visitantes se fueron me dijo:
–“¡Tantos rayos que caen, y no caerme uno a mí!”
Ya estaba muy triste y muy flaco el maestro Ciro Mendía cuando le conocí.
El gobierno local le había retirado la modesta pensión que le permitía sobrevivir, porque también estaba muy viejo,
Y sólo la fábrica de licores le mandaba botellas de aguardiente.
No se resignaba el altivo maestro Ciro Mendía, no se resignaba sin embargo,
Y en la nobleza de su rostro, en sus finas manos, en el ademán caballeroso, en sus elegantes palabras,
El poeta trataba de alzarse de sus cenizas, y en un esfuerzo sobrehumano trataba a cada rato de volar.
Pero ya sus huesos estaban muy tristes y todos quebrados desde la muerte de Vladimiro,
Y no era cuestión de buena voluntad ni de fuerza de ánimo,
Sino un simple problema de gravedad.
Con Vladimiro su hijo y con el Espíritu Santo, “esa paloma estúpida”,
Que sin embargo representa la inteligencia como propiedad de la materia,
Se encuentra en el reino de las chicharras y el cagajón,
Que los mulos ponen gratis, pero los antioqueños lo recogen para venderlo por libras de 400 gramos.
El maestro Ciro Mendía, honor de su raza y de su pueblo,
Me habla desde sus versos con entereza, con amor, con ternura y con ese humor a la antioqueña que tanto hace reír al diablo.
No me habla desde su estatua, porque en Medellín no hay ninguna estatua de Ciro Mendía, ni maldita la falta que hace.
Si hubiera sido un poeta antiguo, hubiese tenido su estatua de mármol,
Del epicúreo mármol de Paros.
Pero a pesar de ser antioqueño no tenía depósito de ahorros, ni propiedad raíz, ni era socio de nada, ni estaba autorizado a portar tarjeta de crédito,
Es decir, no era nadie,
Pues en esta tierra donde cada poeta se considera el mejor del mundo,
Él apenas se atrevía a ser el mejor de su calle.
Quedó con la fama de no ser un poeta serio, porque no creía en nada,
Pero de todos modos nos dejó esa risa maliciosa, socarrona, comprensiva,
Que desborda inteligencia, bondad, aceptación y perdón.
Jaime Jaramillo Escobar ( X 504 )